Naranjal: Barrio cítrico Laura D. Wagner

¿Qué imaginarios, relaciones y sueños dialogan en el oficio del recuperador ambiental de Naranjal? ¿Cómo, en su modo de habitar el barrio, construye vínculos y territorialidad? Acabamos esta segunda parte del episodio "Héroes de batas verdes" desde la cotidianidad, ese escenario en el que las experiencias e intercambios negativos y positivos se prestan para tejer puentes de sentido.

En esta primera parte del episodio, nos acercamos en compañía de la líder ambiental y social Doris Helena Gil a una labor históricamente subvalorada, alrededor de la cual el desconocimiento alimenta pobres imaginarios, aun cuando es imprescindible para la vida y desarrollo en sociedad. La organización que actualmente preside, ASEMAR, reúne en Naranjal hasta 624 recuperadores de materiales, muchos de los cuales ejercen su labor desde hace 20, 30 o 40 años; para brindarles unas garantías laborales.

Una memoria compartida en dos pedacitos de un barrio: en este episodio, nos acercamos a esa doble identidad de los habitantes de Naranjal. Por un lado, quienes hacen del barrio un significante de su historia personal y, por el otro, quienes moran un territorio sin reconocerse en él y habitarlo realmente.

A través del decreto 1309 de 2009, el Plan Parcial Naranjal-Arrabal prometía una renovación urbana consciente, equitativa y justa con los habitantes de tales barrios, promoviendo el desarrollo de Medellín como una ciudad para la innovación. No obstante, en el 2019 se cumplieron sus diez años de plazo para ser ejecutado y, hasta hoy, sigue siendo un proyecto inacabado.

Como en todo mito fundacional, no hay consenso sobre por qué Naranjal se llama Naranjal. Sin embargo, las historias, dinámicas y rutinas de sus habitantes son suficientes para hacer del barrio un tejido vivo en el tiempo.

Naranjal es un barrio cítrico. Territorio de desalojos, luchas, memorias, amarguras y alegrías. En sus ocho manzanas, hombres y mujeres se significan a sí mismos como habitantes de Medellín.