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LAS VESTIDURAS Y LOS PANTALONES DE LINO Palabras de consuelo para mi iglesia en refugio

    • Christianity

”Y para los hijos de Aarón harás túnicas; también les harás cintos, y les harás tiaras para honra y hermosura”
Éxodo 28. 40

Habiendo terminado de acompañar a nuestro levita a lo largo de su paso por el Tabernáculo, empezaremos hoy una nueva travesía, esta vez viajando a lo largo de un nuevo conjunto de detalles, que, aunque en aquel momento contaban ya con un precioso significado, hoy resultan para nosotros aun mas vivos que nunca, en vista de que tenemos en nuestras manos la Revelación completa de Dios para poder entenderlos. Así pues, daremos hoy comienzo al maravilloso estudio de la Anatomía de las vestiduras sacerdotales.

Dios había mandado por boca de Moisés, ordenar a expertos confeccionistas, diciendo: “Las vestiduras que harán son estas: El pectoral, el efod, el manto, la túnica bordada, la mitra y el cinturón. Hagan, pues, las vestiduras sagradas para Aarón tu hermano, y para sus hijos, para que sean mis sacerdotes” (Éxodo 28. 4). En este punto, es importante aclarar que aun cuando todos los levitas debían hacer uso de las vestiduras blancas (de las cuales hacían parte la túnica, los pantalones, el turbante y el cinto), el uso adicional de todos los demás elementos, a los que en conjunto se les denominó “prendas doradas”, eran de uso exclusivo del Sumo Sacerdote, quien debía portarlas todos los días de su ministerio anual, con excepción del día de la Expiación, pues en aquel día consagrado, Aarón solo debía portar las vestiduras blancas. 

Para efectos de orden, intentaremos pues, conducir nuestra travesía anatómica desde la prenda mas interna hasta la mas externa, debiendo comenzar entonces por los pantalones o calzoncillos de lino, sobre los cuales había mandado Dios, diciendo: “Y les harás calzoncillos de lino para cubrir su desnudez; serán desde los lomos hasta los muslos. Estarán sobre Aarón y sobre sus hijos cuando entren en el tabernáculo de reunión, o cuando se acerquen al altar para servir en el santuario, para que no lleven pecado y mueran. Es estatuto perpetuo para él, y para su descendencia después de él” (Éxodo 28. 42-43).

Estos pantalones, como vemos, consecuencia de la caída de Adán en pecado (Génesis 3. 7), simbolizaban ahora la pureza y la modestia delante de Dios, así como también la gracia y la misericordia Divina, lo cual debe conducirnos a reflexionar en al menos dos cosas. 

Lo primero, es que, aun cuando nuestra razón nos diga lo contrario, al Señor si le importa el valor moral de la ropa que vestimos delante de él y delante del mundo,  

evocando un claro mensaje tanto para las mujeres, diciendo: “que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Timoteo 2. 9-10); como también para los varones, diciendo: “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace” (Deuteronomio 22. 5), pues, aunque el mundo quiera imponer y legalizar lo opuesto, lo cierto es que Dios no ha cambiado, ni cambiará, Su Ley con respecto a al modo en que hombres y mujeres debemos vestir delante de Él. 

Pero en segundo lugar, y aun más importante, debemos recordar, que aun cuando Dios diseñó estos vestidos en misericordia para Aarón y los levitas; Cristo, el gran Sumo Sacerdote fue despojado de sus ropas, según la cruel costumbre romana, siendo burlado y torturado hasta lo sumo, a lo cual él se entregó voluntariamente como reo de muerte, porque teniendo sus ojos puestos en la victoria, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la cruz para salvar con ello eternamente a todas aquellas almas perdidas que confían enteramente en Su Nombre.

”Y para los hijos de Aarón harás túnicas; también les harás cintos, y les harás tiaras para honra y hermosura”
Éxodo 28. 40

Habiendo terminado de acompañar a nuestro levita a lo largo de su paso por el Tabernáculo, empezaremos hoy una nueva travesía, esta vez viajando a lo largo de un nuevo conjunto de detalles, que, aunque en aquel momento contaban ya con un precioso significado, hoy resultan para nosotros aun mas vivos que nunca, en vista de que tenemos en nuestras manos la Revelación completa de Dios para poder entenderlos. Así pues, daremos hoy comienzo al maravilloso estudio de la Anatomía de las vestiduras sacerdotales.

Dios había mandado por boca de Moisés, ordenar a expertos confeccionistas, diciendo: “Las vestiduras que harán son estas: El pectoral, el efod, el manto, la túnica bordada, la mitra y el cinturón. Hagan, pues, las vestiduras sagradas para Aarón tu hermano, y para sus hijos, para que sean mis sacerdotes” (Éxodo 28. 4). En este punto, es importante aclarar que aun cuando todos los levitas debían hacer uso de las vestiduras blancas (de las cuales hacían parte la túnica, los pantalones, el turbante y el cinto), el uso adicional de todos los demás elementos, a los que en conjunto se les denominó “prendas doradas”, eran de uso exclusivo del Sumo Sacerdote, quien debía portarlas todos los días de su ministerio anual, con excepción del día de la Expiación, pues en aquel día consagrado, Aarón solo debía portar las vestiduras blancas. 

Para efectos de orden, intentaremos pues, conducir nuestra travesía anatómica desde la prenda mas interna hasta la mas externa, debiendo comenzar entonces por los pantalones o calzoncillos de lino, sobre los cuales había mandado Dios, diciendo: “Y les harás calzoncillos de lino para cubrir su desnudez; serán desde los lomos hasta los muslos. Estarán sobre Aarón y sobre sus hijos cuando entren en el tabernáculo de reunión, o cuando se acerquen al altar para servir en el santuario, para que no lleven pecado y mueran. Es estatuto perpetuo para él, y para su descendencia después de él” (Éxodo 28. 42-43).

Estos pantalones, como vemos, consecuencia de la caída de Adán en pecado (Génesis 3. 7), simbolizaban ahora la pureza y la modestia delante de Dios, así como también la gracia y la misericordia Divina, lo cual debe conducirnos a reflexionar en al menos dos cosas. 

Lo primero, es que, aun cuando nuestra razón nos diga lo contrario, al Señor si le importa el valor moral de la ropa que vestimos delante de él y delante del mundo,  

evocando un claro mensaje tanto para las mujeres, diciendo: “que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Timoteo 2. 9-10); como también para los varones, diciendo: “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace” (Deuteronomio 22. 5), pues, aunque el mundo quiera imponer y legalizar lo opuesto, lo cierto es que Dios no ha cambiado, ni cambiará, Su Ley con respecto a al modo en que hombres y mujeres debemos vestir delante de Él. 

Pero en segundo lugar, y aun más importante, debemos recordar, que aun cuando Dios diseñó estos vestidos en misericordia para Aarón y los levitas; Cristo, el gran Sumo Sacerdote fue despojado de sus ropas, según la cruel costumbre romana, siendo burlado y torturado hasta lo sumo, a lo cual él se entregó voluntariamente como reo de muerte, porque teniendo sus ojos puestos en la victoria, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la cruz para salvar con ello eternamente a todas aquellas almas perdidas que confían enteramente en Su Nombre.

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