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Poema en vez de una carta (Weldon Kees, por Federico Lardies‪)‬ Orden de traslado

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Aferrado a la nada en un revuelo de hojas,

aquí en esta ciudad en ruinas, llena de humo,

pienso en vos, en la otra punta del continente,

probando tu sonrisa que maduró en catástrofe,

maravillosamente lista para la muerte ahora.

La raída promesa de nuestra herencia es hábito

ahora; ese otro año se convirtió en invierno

mientras que contemplábamos los fragmentos de un mundo

cayéndose a pedazos igual que un ramo ajado;

nos faltaba el olor, si bien supimos darle

un nombre a aquella época. Ahora conocemos

ese olor, me parece, hasta donde es posible.

E incluso mientras subo los peldaños, deseándote

suerte, llena los porches y las calles, y un viento

fétido sopla por tu habitación desierta.

No se puede saber qué vientos aun más fétidos

podrían soplar. El de esta noche sopla en la mente

y es falsa cada sílaba, y está marchita. Adiós,

adiós. A los extraños, a una calle vacía.

Aferrado a la nada en un revuelo de hojas,

aquí en esta ciudad en ruinas, llena de humo,

pienso en vos, en la otra punta del continente,

probando tu sonrisa que maduró en catástrofe,

maravillosamente lista para la muerte ahora.

La raída promesa de nuestra herencia es hábito

ahora; ese otro año se convirtió en invierno

mientras que contemplábamos los fragmentos de un mundo

cayéndose a pedazos igual que un ramo ajado;

nos faltaba el olor, si bien supimos darle

un nombre a aquella época. Ahora conocemos

ese olor, me parece, hasta donde es posible.

E incluso mientras subo los peldaños, deseándote

suerte, llena los porches y las calles, y un viento

fétido sopla por tu habitación desierta.

No se puede saber qué vientos aun más fétidos

podrían soplar. El de esta noche sopla en la mente

y es falsa cada sílaba, y está marchita. Adiós,

adiós. A los extraños, a una calle vacía.

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