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EL CINTO RECAMADO Palabras de consuelo para mi iglesia en refugio

    • Christianity

“Y bordarás una túnica de lino, y harás una mitra de lino; harás también un cinto de obra de recamador”
Éxodo 28. 39

Hemos hablado anteriormente acerca de dos de los cuatro elementos que constituían las vestiduras blancas de los levitas: Los pantalones y la túnica blanca de lino fino. Así que hoy hablaremos de un tercer elemento: El cinto de lino torcido. 

Este cinto, que en el caso de los levitas comunes debía ir directamente envuelto por encima de la túnica blanca a manera de cinturón, en el caso de Aarón debía ir por encima del efod (hermoso delantal externo acerca del cual hablaré mas adelante), ya que el Sumo Sacerdote además de las vestiduras blancas, debía portar también sobre ellas a las denominadas “prendas doradas”.

“Y el cinto del efod que estaba sobre él era de lo mismo, de igual labor; de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido, como Jehová lo había mandado a Moisés.” (Éxodo 39. 5). Así pues, se trataba de un cinturón hermoso, completamente lleno de detalles artísticos que cooperaban con aquel propósito Divino de adornar a los levitas de “honra y hermosura”.

Pero hay aun algunos detalles adicionales que podríamos discutir acerca del simbolismo propio de los cinturones ceñidos en aquella época, pues, por lo común, quienes vestían cintos eran aquellos que servían, siendo imposible que aquello no nos evoque a nuestro Cristo como siervo, quien tan solo, a modo de ejemplo sabiendo _“que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido” (Juan 13. 3-5), lo cual resultó algo escandaloso a los ojos de los discípulos, quienes no podían comprender como el Mesías, Dios hecho hombre, se encontraría postrado realizando un trabajo que solo le correspondía en aquel momento realizar a los esclavos de mas bajo nivel. 

Mas allí estaba el Señor y Maestro, adoptando aquella posición de Siervo sufriente, dispuesto a entregar Su vida en rescate por sus amados, dejándonos ejemplo de Su obra, diciendo: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros” (Juan 13. 14-15), permitiéndonos entender así nuestro vital llamado al servicio cristiano y sacrificial, no específicamente en el lavado de los pies, sino en cada esfera de nuestra existencia, así en el físico, como en el espiritual. “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2. 5-8).

Por tanto ¡Oh cristiano! Asegura a tu cuerpo aquella vestidura santa por medio de este cinto, no con aquel cinto físico e imperfecto del antiguo testamento, sino con este renovado cinturón espiritual, viviendo nuestras vidas “ceñidos con el cinturón de la verdad” (Efesios 6. 14), para que de este modo podamos combatir y servir a Dios sin estorbo, en esta solemne guerra espiritual sobre la tierra cuyo propósito consiste en derrotar al enemigo ya vencido por Cristo, con el fin de liberar a tantas almas cautivas para con ello conducirlas a aquella Ciudad de Dios, hermosa, celestial, victoriosa y eterna.

“Y bordarás una túnica de lino, y harás una mitra de lino; harás también un cinto de obra de recamador”
Éxodo 28. 39

Hemos hablado anteriormente acerca de dos de los cuatro elementos que constituían las vestiduras blancas de los levitas: Los pantalones y la túnica blanca de lino fino. Así que hoy hablaremos de un tercer elemento: El cinto de lino torcido. 

Este cinto, que en el caso de los levitas comunes debía ir directamente envuelto por encima de la túnica blanca a manera de cinturón, en el caso de Aarón debía ir por encima del efod (hermoso delantal externo acerca del cual hablaré mas adelante), ya que el Sumo Sacerdote además de las vestiduras blancas, debía portar también sobre ellas a las denominadas “prendas doradas”.

“Y el cinto del efod que estaba sobre él era de lo mismo, de igual labor; de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido, como Jehová lo había mandado a Moisés.” (Éxodo 39. 5). Así pues, se trataba de un cinturón hermoso, completamente lleno de detalles artísticos que cooperaban con aquel propósito Divino de adornar a los levitas de “honra y hermosura”.

Pero hay aun algunos detalles adicionales que podríamos discutir acerca del simbolismo propio de los cinturones ceñidos en aquella época, pues, por lo común, quienes vestían cintos eran aquellos que servían, siendo imposible que aquello no nos evoque a nuestro Cristo como siervo, quien tan solo, a modo de ejemplo sabiendo _“que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido” (Juan 13. 3-5), lo cual resultó algo escandaloso a los ojos de los discípulos, quienes no podían comprender como el Mesías, Dios hecho hombre, se encontraría postrado realizando un trabajo que solo le correspondía en aquel momento realizar a los esclavos de mas bajo nivel. 

Mas allí estaba el Señor y Maestro, adoptando aquella posición de Siervo sufriente, dispuesto a entregar Su vida en rescate por sus amados, dejándonos ejemplo de Su obra, diciendo: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros” (Juan 13. 14-15), permitiéndonos entender así nuestro vital llamado al servicio cristiano y sacrificial, no específicamente en el lavado de los pies, sino en cada esfera de nuestra existencia, así en el físico, como en el espiritual. “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2. 5-8).

Por tanto ¡Oh cristiano! Asegura a tu cuerpo aquella vestidura santa por medio de este cinto, no con aquel cinto físico e imperfecto del antiguo testamento, sino con este renovado cinturón espiritual, viviendo nuestras vidas “ceñidos con el cinturón de la verdad” (Efesios 6. 14), para que de este modo podamos combatir y servir a Dios sin estorbo, en esta solemne guerra espiritual sobre la tierra cuyo propósito consiste en derrotar al enemigo ya vencido por Cristo, con el fin de liberar a tantas almas cautivas para con ello conducirlas a aquella Ciudad de Dios, hermosa, celestial, victoriosa y eterna.

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