5 min

EL MANTO, LAS GRANADAS Y LAS CAMPANILLAS Palabras de consuelo para mi iglesia en refugio

    • Christianity

“Harás el manto del efod todo de azul; y en medio de él por arriba habrá una abertura, la cual tendrá un borde alrededor de obra tejida, como el cuello de un coselete, para que no se rompa. Y en sus orlas harás granadas de azul, púrpura y carmesí alrededor, y entre ellas campanillas de oro alrededor”
Éxodo 28. 31-33

En la pasada oportunidad hablamos acerca de la Mitra con la placa dorada frontal; elementos con los cuales iniciamos nuestra descripción anatómica de las prendas doradas que eran para uso exclusivo del Sumo Sacerdote, Aarón. Así pues, hoy hablaremos de una segunda prenda dorada: El Manto azul.

Este manto celeste consistía en una especie de toga que se vestía por encima de la túnica, pero que, al no ser tan larga como ésta, dejaba al descubierto alguna parte del extremo más bajo de la túnica. El manto, al igual que la túnica, iba tejido en una sola pieza, sin costuras, contando, al nivel del dobladillo inferior con dos tipos de adornos: Las granadas (azul, púrpura y carmesí) y las campanillas de oro, las cuales, dispuestas de manera intercalada, producían un tintineo constante con cada paso dado por el Sumo Sacerdote mientras ministraba, pues el Señor había mandado diciendo: “Y estará sobre Aarón cuando ministre; y se oirá su sonido cuando él entre en el santuario delante de Jehová y cuando salga, para que no muera” (Éxodo 28. 35).

Así pues, si hubieras sido un israelita de aquel tiempo, habrías podido escuchar, aquel tintineo proveniente del tabernáculo producido por esas campanillas doradas de Aarón, rodeadas por las granadas que simbolizaban la abundancia, y habrías tenido entonces la seguridad y tranquilidad, que desde allí, desde la misma presencia de Dios que representaba el tabernáculo, había alguien, intercediendo día tras día por causa de tus pecados delante del Señor. 

Hoy, por supuesto, no contamos, ni necesitamos, de aquellas campanillas y granadas que representaban la abundancia y la intercesión en los pies de Aarón, pues en Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, tenemos el cumplimiento perfecto de ambos símbolos, pues con Su gloriosa victoria, no solo nos ha concedido por medio de la fe en Su Nombre, Vida abundante y fruto espiritual constante, sino que además podemos decir con toda confianza: “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros” (Romanos 8. 34)

Ahora, en tu transitar por esta vida, ya no requieres oír el tintineo para saber que hay alguien en la presencia de Dios intercediendo por ti, porque ahora por medio de la cruz puedes estar completamente seguro de que así es contigo, pues en los cielos, a la diestra del Padre, está tu Salvador, mediando por ti, por ti mismo, por nombre. Por lo cual, dice el Apóstol Juan en el contexto de su llamado a la obediencia a todos aquellos que confiesan creer en Cristo: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2.1). Piensa hermano, hermana, piensa en la alegría y descanso que debe traer a tu corazón el saber que “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8. 1).

Por tanto, ya no necesitamos oír ese tintineo imperfecto y simbólico, pues así como Aarón, “los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; mas Cristo, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.” (Hebreos 7. 23-25).

“Harás el manto del efod todo de azul; y en medio de él por arriba habrá una abertura, la cual tendrá un borde alrededor de obra tejida, como el cuello de un coselete, para que no se rompa. Y en sus orlas harás granadas de azul, púrpura y carmesí alrededor, y entre ellas campanillas de oro alrededor”
Éxodo 28. 31-33

En la pasada oportunidad hablamos acerca de la Mitra con la placa dorada frontal; elementos con los cuales iniciamos nuestra descripción anatómica de las prendas doradas que eran para uso exclusivo del Sumo Sacerdote, Aarón. Así pues, hoy hablaremos de una segunda prenda dorada: El Manto azul.

Este manto celeste consistía en una especie de toga que se vestía por encima de la túnica, pero que, al no ser tan larga como ésta, dejaba al descubierto alguna parte del extremo más bajo de la túnica. El manto, al igual que la túnica, iba tejido en una sola pieza, sin costuras, contando, al nivel del dobladillo inferior con dos tipos de adornos: Las granadas (azul, púrpura y carmesí) y las campanillas de oro, las cuales, dispuestas de manera intercalada, producían un tintineo constante con cada paso dado por el Sumo Sacerdote mientras ministraba, pues el Señor había mandado diciendo: “Y estará sobre Aarón cuando ministre; y se oirá su sonido cuando él entre en el santuario delante de Jehová y cuando salga, para que no muera” (Éxodo 28. 35).

Así pues, si hubieras sido un israelita de aquel tiempo, habrías podido escuchar, aquel tintineo proveniente del tabernáculo producido por esas campanillas doradas de Aarón, rodeadas por las granadas que simbolizaban la abundancia, y habrías tenido entonces la seguridad y tranquilidad, que desde allí, desde la misma presencia de Dios que representaba el tabernáculo, había alguien, intercediendo día tras día por causa de tus pecados delante del Señor. 

Hoy, por supuesto, no contamos, ni necesitamos, de aquellas campanillas y granadas que representaban la abundancia y la intercesión en los pies de Aarón, pues en Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, tenemos el cumplimiento perfecto de ambos símbolos, pues con Su gloriosa victoria, no solo nos ha concedido por medio de la fe en Su Nombre, Vida abundante y fruto espiritual constante, sino que además podemos decir con toda confianza: “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros” (Romanos 8. 34)

Ahora, en tu transitar por esta vida, ya no requieres oír el tintineo para saber que hay alguien en la presencia de Dios intercediendo por ti, porque ahora por medio de la cruz puedes estar completamente seguro de que así es contigo, pues en los cielos, a la diestra del Padre, está tu Salvador, mediando por ti, por ti mismo, por nombre. Por lo cual, dice el Apóstol Juan en el contexto de su llamado a la obediencia a todos aquellos que confiesan creer en Cristo: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2.1). Piensa hermano, hermana, piensa en la alegría y descanso que debe traer a tu corazón el saber que “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8. 1).

Por tanto, ya no necesitamos oír ese tintineo imperfecto y simbólico, pues así como Aarón, “los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; mas Cristo, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.” (Hebreos 7. 23-25).

5 min