14 min

6o Domingo del Tiempo Ordinario-La Ley y Jesús Siguiendo al Maestro

    • Cristianismo

Hermanos y Hermanas este Domingo la Iglesia nos invita a contemplar el cumplimiento de la Ley por Jesucristo, que nos da una nueva Alianza en la Ultima Cena. El inscribe en nuestros corazones esta nueva ley y nos invita a seguirla como guía segura para llegar hacia Dios. Que él nos de la fortaleza de seguir esta ley y así encontrar la felicidad en este mundo y la dicha eterna en el siguiente.

La primera lectura está tomada del libro llamado Eclesiástico, un libro sapiencial del Antiguo Testamento, escrito hacia el final del segundo siglo antes de Cristo. Su canonicidad fue discutida por algunos Padres de la Iglesia, pero también hay evidencia de otros Padres usando este libro como un manual de moral para catecúmenos. Y su utilidad para enseñar la moral puede verse en nuestra lectura de este domingo, donde el pasaje nos recuerda que Dios nos hizo libres. Libres para seguirle o para rechazarlo, pero siempre libres, ya que sin libertad no podemos amar a Dios. “Él te ha puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras,” la elección es nuestra. San Agustín nos recuerda, el Dios que te creó sin pedirte permiso no va a salvarte sin tu permiso. Dios tiene siempre la iniciativa, pero se requiere nuestro “si,” nuestra cooperación para salvarnos.

El salmo 119 que la liturgia nos muestra este Domingo habla de la excelencia de la Ley de Dios, su Torá. La palabra ley o su equivalente está presente en cada estrofa de este salmo. Y es que para los judíos, la Ley de Dios, la Torá representa su sabiduría misma, que es la voluntad de Dios. Y es que con la libertad que nos dio Dios, no nos dejó sin ninguna guía. La Ley es precisamente esto, una guía para mostrarnos el camino seguro hacia Dios. Y el salmista nos revela el resultado de seguir los mandamientos de Dios: la beatitud. “Dichosos los que caminan rectamente, los que proceden en la ley de Yahvé. Dichosos los que guardan sus preceptos, los que lo buscan de todo corazón.”

En la segunda lectura, tomada de la Primera Carta a los Corintios, estamos continuando el hilo con los versículos que siguen inmediatamente de la lectura que consideramos la semana pasada, donde el apóstol nos decía que él había venido a predicarles a los Corintios no con sabiduría humana, sino en el poder de Dios. El apóstol les enseñó la sabiduría divina, que para ellos tuvo que ser misteriosa, escondida, ya que la verdad divina se esconde a las personas buscando el conocimiento terrenal, de las ciencias, sólo pensando en uno mismo. A los niños hay que darles leche, como él mismo Pablo nos dice.

En el evangelio de este domingo, tomado del 5º capitulo de Mateo, vemos lo que los biblistas se refieren como el “pasaje mas judío del Nuevo Testamento.” No piensen que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro: mientras duren el cielo y la tierra, no dejará de estar vigente ni una letra, ni una coma de la ley sin que todo se cumpla.” El problema que tenia Jesús con los fariseos sobre la Ley era referente a su interpretación, no referente a la existencia misma de la Ley. Los fariseos en aquel entonces tenían una interpretación muy estricta de la Ley, y no sólo esto, sino que pretendían imponer esta visión para todo judío. Todo esto conlleva un abuso del propósito original de la Ley, el de ser guía para las personas hacia Dios, y se había vuelto una carga. Por eso, Jesús una y otra vez chocaba con los fariseos – ellos imponiendo una interpretación muy estricta, Jesús diciendo: “El Sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el Sábado.” (Mc 2,27). Analizando el texto, vemos que la lectura se puede separar en dos partes, primero Jesús nos dice que no viene a abolir la Ley y los profetas, sino a darles cumplimiento. Cuando Jesús habla de la ley y los profetas, él se refiere a todo el conjunto de lo que todo judío debería seguir: ley y profetas abarca todas las Sagra

Hermanos y Hermanas este Domingo la Iglesia nos invita a contemplar el cumplimiento de la Ley por Jesucristo, que nos da una nueva Alianza en la Ultima Cena. El inscribe en nuestros corazones esta nueva ley y nos invita a seguirla como guía segura para llegar hacia Dios. Que él nos de la fortaleza de seguir esta ley y así encontrar la felicidad en este mundo y la dicha eterna en el siguiente.

La primera lectura está tomada del libro llamado Eclesiástico, un libro sapiencial del Antiguo Testamento, escrito hacia el final del segundo siglo antes de Cristo. Su canonicidad fue discutida por algunos Padres de la Iglesia, pero también hay evidencia de otros Padres usando este libro como un manual de moral para catecúmenos. Y su utilidad para enseñar la moral puede verse en nuestra lectura de este domingo, donde el pasaje nos recuerda que Dios nos hizo libres. Libres para seguirle o para rechazarlo, pero siempre libres, ya que sin libertad no podemos amar a Dios. “Él te ha puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras,” la elección es nuestra. San Agustín nos recuerda, el Dios que te creó sin pedirte permiso no va a salvarte sin tu permiso. Dios tiene siempre la iniciativa, pero se requiere nuestro “si,” nuestra cooperación para salvarnos.

El salmo 119 que la liturgia nos muestra este Domingo habla de la excelencia de la Ley de Dios, su Torá. La palabra ley o su equivalente está presente en cada estrofa de este salmo. Y es que para los judíos, la Ley de Dios, la Torá representa su sabiduría misma, que es la voluntad de Dios. Y es que con la libertad que nos dio Dios, no nos dejó sin ninguna guía. La Ley es precisamente esto, una guía para mostrarnos el camino seguro hacia Dios. Y el salmista nos revela el resultado de seguir los mandamientos de Dios: la beatitud. “Dichosos los que caminan rectamente, los que proceden en la ley de Yahvé. Dichosos los que guardan sus preceptos, los que lo buscan de todo corazón.”

En la segunda lectura, tomada de la Primera Carta a los Corintios, estamos continuando el hilo con los versículos que siguen inmediatamente de la lectura que consideramos la semana pasada, donde el apóstol nos decía que él había venido a predicarles a los Corintios no con sabiduría humana, sino en el poder de Dios. El apóstol les enseñó la sabiduría divina, que para ellos tuvo que ser misteriosa, escondida, ya que la verdad divina se esconde a las personas buscando el conocimiento terrenal, de las ciencias, sólo pensando en uno mismo. A los niños hay que darles leche, como él mismo Pablo nos dice.

En el evangelio de este domingo, tomado del 5º capitulo de Mateo, vemos lo que los biblistas se refieren como el “pasaje mas judío del Nuevo Testamento.” No piensen que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro: mientras duren el cielo y la tierra, no dejará de estar vigente ni una letra, ni una coma de la ley sin que todo se cumpla.” El problema que tenia Jesús con los fariseos sobre la Ley era referente a su interpretación, no referente a la existencia misma de la Ley. Los fariseos en aquel entonces tenían una interpretación muy estricta de la Ley, y no sólo esto, sino que pretendían imponer esta visión para todo judío. Todo esto conlleva un abuso del propósito original de la Ley, el de ser guía para las personas hacia Dios, y se había vuelto una carga. Por eso, Jesús una y otra vez chocaba con los fariseos – ellos imponiendo una interpretación muy estricta, Jesús diciendo: “El Sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el Sábado.” (Mc 2,27). Analizando el texto, vemos que la lectura se puede separar en dos partes, primero Jesús nos dice que no viene a abolir la Ley y los profetas, sino a darles cumplimiento. Cuando Jesús habla de la ley y los profetas, él se refiere a todo el conjunto de lo que todo judío debería seguir: ley y profetas abarca todas las Sagra

14 min