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Reflejos de su gloria es un programa que tiene como objetivo compartir las enseñanzas de las Escrituras, celebrando la gloria de Dios, con el deseo de reflejar su carácter con cada enseñanza.

Reflejos de su gloria David y Maribel

    • Religião e espiritualidade

Reflejos de su gloria es un programa que tiene como objetivo compartir las enseñanzas de las Escrituras, celebrando la gloria de Dios, con el deseo de reflejar su carácter con cada enseñanza.

    Romanos-084 Vivificados

    Romanos-084 Vivificados

    Quisiera que reflexionáramos hoy sobre el poder que opera en cada cristiano desde el momento de la salvación en Cristo.

    Romanos 8:10-11 presenta una preciosa verdad; dice así: “Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.”

    Aunque Romanos 8 siempre ha sido mi capítulo favorito en toda la Biblia, este versículo cobró gran importancia para mí no hace muchos años. El capítulo ocho está dividido en muchas Biblias en dos secciones, una que han titulado Viviendo en el Espíritu y una segunda llamada Más que vencedores. Esto hace que en nuestra mente separemos estas dos secciones, pero propongo que el único motivo por el que podemos ser vencedores es por el Espíritu que mora en nosotros.

    El texto nos dice que si Cristo está en nosotras, a pesar de que este cuerpo mortal sigue influenciando nuestra vida diaria, tenemos al Espíritu Santo del Dios del cielo en nuestro interior, dándonos vida.
    Por si no has parado a reflexionar en esta fascinante verdad, te invito a indagar conmigo en la verdad que nos está comunicando el apóstol. El versículo 11 dice: “si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en ti, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también tu cuerpos mortales por su Espíritu que mora en ti.”

    ¿Quién es ese Espíritu que mora en nosotros? Es “el Espíritu que levantó de los muertos a Jesús.” Es un Espíritu capaz de dar vida a un cuerpo muerto; tiene victoria sobre la misma muerte. El apóstol continúa diciendo que es Dios mismo es el que vivifica tu cuerpo mortal a través de Su Espíritu.

    Este texto no da pie a pensar que el Espíritu Santo en el interior de un cristiano tiene grados de poder. El Espíritu Santo que mora en tu interior es el mismo que levantó a Jesús de la muerte.

    Algunas personas temen dar su vida a Cristo porque creen que Dios no podría perdonar y cambiar a alguien así. Este texto te pregunta: ¿Acaso piensas que el Espíritu no puede darte vida a ti? Este es el Espíritu que levantó de los muertos a Cristo Jesús, la resurrección que ha provisto vida para todo aquel que la desee.

    ¿Dudas de la salvación en Cristo? Dicen los versículos 15-17: “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.”

    La obra de salvación es completa y es afirmada contínuamente por el Espíritu Santo. Si has aceptado la obra de Cristo en tu favor, pídele que Su Espíritu dé testimonio a tu mente y corazón. El Espíritu Santo debería darte la seguridad de que por la gracia de Dios eres hija y heredera de la gracia.

    Cuando estés pasando por tribulaciones; cuando las batallas en tu vida te produzcan temor o ansiedad, recuerda que si Cristo está en ti, mora en ti el mismo espíritu que dio vida al cuerpo inerte de Jesús. Si el Espíritu hizo esto en Él, ¿por qué habríamos de sentir este miedo y ansiedad? El versículo 18 nos anima diciendo: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” Esta tribulación que estás pasando es momentánea, pero la gloria futura es eterna.

    No dejes de comunicarte con tu Creador y Salvador, porque este mismo Espíritu es el que nos ayuda a ir a Dios en oración, ayudándonos a pedir como conviene, e intercediendo por nosotros co

    • 6 min
    Romanos-083 Los muertos no desean

    Romanos-083 Los muertos no desean

    Romamos 6:6-7: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.”

    El capítulo 6 de Romanos presenta un argumento muy interesante. El apóstol Pablo ha estado explicando que cuando el pecado abunda, la gracia de Dios es aún más abundante. La gracia de Dios, Su favor hacia el ser humano cuando este no lo merecía, es mucho mayor que cualquier mal que el hombre pueda cometer. Sin embargo, esta verdad no puede llevar a nadie a la conclusión de que podemos pecar todo lo que queramos. 

    Pablo expone este pensamiento falaz en los primeros versículos del capítulo: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?”


    Pablo propone que si hemos recibido la salvación de Cristo, hemos muerto al pecado. Los siguientes versículos explican que en el momento de nuestra identificación con el Salvador, hemos dejado nuestro viejo ser esclavizado al pecado y hemos nacido a una nueva vida. 
    Esto está claramente ilustrado en el bautismo que presentan los evangelios, representando nuestra muerte y resurrección con Cristo. Bajamos a las aguas del bautismo ilustrando la muerte al pecado, y subimos, representando una vida nueva en Cristo. 

    Hay una historia conocida de un hombre que limpiando la iglesia encontró una pipa de fumar en el bautisterio. Llevaba unas iniciales que coincidían con un señor que acababa de bautizarse el domingo anterior, así que fue a entregarle el objeto perdido. Sin embargo, este señor que había sido bautizado examinó la pipa y le respondió: “No, esto no me pertenece.” ¿Qué raro?, dijo el conserje, lleva sus iniciales. El señor le insistió: “Puede que perteneciera al hombre que entró en el bautisterio, pero desde luego no pertenece al hombre que salió de allí.” Él había recibido una vida nueva cuando recibió a Cristo, y ahora lo hacía evidente con ese gesto en el momento de su bautismo público. 

    En esta nueva vida, las cosas a las que antes no podíamos decir que no, ahora no nos llaman la atención. ¿O sí?

    En principio el pecado ya no debería tener dominio de nuestro ser. El título de esta reflexión puede sonar extraño, pero lo cierto es que cuando alguien ha muerto, ya no experimenta deseos; no tiene la tentación de comer o hacer aquello que antes hacía. Sin embargo, es evidente que aún cuando hemos muerto al pecado, seguimos sintiendo tentaciones y luchando con aquellas actitudes o prácticas que no queremos hacer.  Pablo habla de esto en el capítulo 7. Cuando alguien ha perdido a un cónyuge, no hay infidelidad si se casa con otro. La viuda debería sentirse libre para amar a otro hombre, y sin embargo, en el ámbito espiritual, muchas veces seguimos intentando ser fieles al pecado, al cual ya hemos muerto en Cristo. 

    En el versículo 15 Pablo dice: “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.” Parece que el pecado sigue teniendo influencia en nosotros. Continúa Pablo diciendo: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.” “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”


    ¿Notas la lucha interna del apóstol? Seguro que tú misma la has experimentado. Y es que mientras vivamos en este cuerpo, seguiremos luchando con nuestra hu

    • 7 min
    Romanos-082 El regalo de Dios

    Romanos-082 El regalo de Dios

    ¿Podrías explicar la diferencia entre un premio y un regalo? Podríamos decir que un premio es algo que ganas debido a tus talentos o esfuerzos, un mérito por el que tú has trabajado y digamos que mereces. 
    El diccionario ofrece varios términos relacionados, entre ellos una “paga” o “remuneración” “recompensa” “compensación.” Un premio es una compensación por lo que eres o has hecho; una paga es una remuneración en base a un acuerdo o a una labor realizada. 

    El regalo, al otro extremo, es algo por lo que tú no has trabajado. No está vinculado a tu esfuerzo ni a tus capacidades. Es algo que muestra el aprecio de otra persona hacia ti, y aunque solemos dar regalos por haber nacido, o haber llegado a ciertos hitos en la vida, los regalos no son algo “merecido” u “obtenido,” sino algo dado inmerecidamente.

    Romanos 6:23 nos dice que “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”

    Este texto explica que la paga, es decir, la remuneración, la compensación, o el premio derivado de tener o practicar el pecado es la muerte. 

    Romanos 3:23 nos dice: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” Al estar destituidos o excluídos, no merecemos ser parte de la gloria de Dios. 

    Los versículos 9-11 afirman que tanto judíos como gentiles estamos en la misma condición. Dice Pablo:  “ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito:  No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios.”
    Puesto que “todos pecaron” y “no hay justo ni aun uno” debemos entender que la muerte es la justa remuneración que cada ser humano merece. 

    Sin embargo, como encontramos a través de las Escrituras, en la segunda parte de Romanos 6:23 vemos la otra cara del asunto, la solución a esta desesperante condición. Dice que la paga del pecado es muerte, mas la dádiva, (es decir el regalo) de Dios es vida eterna en Cristo.” 

    La justa retribución es muerte, mas el regalo de Dios es vida eterna. Recordemos que el regalo no es una justa remuneración. Por ello es que Pablo dice en Romanos 3:24-28 que somos 

    “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”

    Es decir, este regalo viene a cuenta del único que no ha pecado, y por lo tanto, no tiene la condena de la muerte; este es Cristo. Romanos 5:1-2 nos dice que “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”

    Él es “el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.” nos dice Romanos 5:26. Y en Él “tenemos entrada por la fe a esta gracia,” a este regalo de vida. 

    Romanos 5:18-19 repite: “Así que, como por la transgresión de uno (esto es Adán) vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno (esto es Jesucristo) vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre (Adán) los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno (Jesucristo) , los muchos serán constituidos justos.”

    Si el pecado entró en el mundo por Adán, la solución al pecado fué comprada y es ofrecida como un regalo por Cristo Jesús. 

    Como humanos, por nuestros propios méritos nos hemos ganado la condena de muerte; esa es nuestra justa retribución. Mas Cristo ha comprado para nosotros con su propia sangre la vida, vida eterna, nada más y nada menos, para todo el que la desee. Y el único requisito para obtenerla es la fe en Cristo.
     
    En Romanos 3:27-28 se nos pregunta: ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. 

    ¿Qué ley debo cumplir? o ¿Qué debo hacer para merecer esta vida eterna?) 

    El texto continúa preguntando:  ¿(Será) Por la (ley) de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las...

    • 8 min
    Romanos-081 El origen del mal

    Romanos-081 El origen del mal

    Cuando nos enfrentamos a una catástrofe, lo primero que mucha gente hace es lanzar una acusación a Dios. Si existe, ¿por qué permite esto? Es una pregunta algo lógica, y sin embargo injustificable. ¿Por qué digo eso? En primer lugar, porque muchos de los que la hacen profesan ser ateos. Si no creen en Dios como origen del universo, de la humanidad, y de todo lo bueno que disfrutamos, ¿por qué apuntan el dedo a Dios cuando ven algo negativo? Esta mentalidad y actuación es lo que el apóstol Pablo denuncia en Romanos 1:25. Dice que “cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos.” Ellos son sus propios dioses, y cuando su mundo va mal, buscan un culpable que ellos mismos han dado por inexistente. ¿Qué sentido tiene esto?

    ¿Por qué hay mal en esta tierra? Justo por esto, porque en el principio, en el huerto del Edén, cuando Adán pudo haber elegido comunión perfecta con Dios, eligió el otro camino, el que le “permitiría” hacer lo que él consideraba más sabio y agradable que los planes de Dios. Después de Adán, todos hemos seguido el camino que nos marca nuestra propia voluntad. Y hasta la Tierra misma gime, nos dice Romanos 8:22, sufriendo los desastres naturales que observamos de tanto en tanto.

    ¿De dónde viene el mal? De nuestra propia elección. Comparémoslo con las tinieblas ¿Cómo se producen las tinieblas? Eliminando la luz, ¿verdad? Hemos eliminado la luz de nuestras vidas, desde muy al principio de la creación. Hemos elegido vivir en un mundo de tinieblas sin aquel que es la Luz del Mundo.

    Vivimos en un mundo caído, controlado por el mal, que sufre los resultados de haber rechazado el plan de Dios, y lo que nos debería sorprender es la cantidad de cosas buenas que disfrutamos en esta vida.

    Romanos 1:21 Dice que “habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.” Entenebrecido significa “oscurecido” Cuando no glorificamos a Dios, sino que glorificamos al hombre, nuestro entendimiento se envanece y nuestro corazón se oscurece. 
    Dios se ha dado a conocer a través de su creación y a través de Su Palabra, mas el ser humano intenta robarle a Dios de ambas, postulando teorías alternativas a la Creación e intentando desprestigiar la Biblia. Mas Dios dice “no tienen excusa” y “son dignos de muerte.” 
    Esta es la condición del ser humano lejos de la misericordia y el amor de Dios. 

    El ser humano ignora a Dios cuando todo va bien, porque queremos controlar nuestro mundo. Pensamos que podemos controlar el clima, la densidad de población, las enfermedades, incluso la conducta social ...y solo basta un pequeño virus, una tormenta o un movimiento sísmico para poder darnos cuenta de que hay muy poco en este mundo que el ser humano pueda controlar con éxito. 

    La realidad es que antes de mirar a Dios para buscar un culpable para el mal del mundo, debemos examinarnos a nosotros mismos, por si, como Romanos establece, hayamos dejado a un lado a Dios para elegir nuestro propio destino. Los versículos 28-32 describen a los que esto han hecho de este modo:

    “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.”
    No es una descripción muy halagadora, ¿verdad? Sin...

    • 8 min
    Romanos-080 La carta a los Romanos

    Romanos-080 La carta a los Romanos

    La epístola a los Romanos fue escrita por el año 57 de la era cristiana, por el apóstol Pablo, e iba dirigida a los cristianos que vivían en la ciudad de Roma. Pablo escribe esta carta, no a una iglesia específica en Roma, sino que dice “a los que están en Roma.” Estos eran creyentes judíos y gentiles que habían confiado en Cristo y que se reunían en casas, sin haber formado aún iglesias. Estas congregaciones incluían judíos conversos y gentiles crisitanos que no practicaban ritos tradicionales judíos. En la epístola, Pablo enfatiza la unión en una familia de la fe, y cómo debían practicar el amor cristiano para poder servir al Señor de todo corazón.


    Sabemos por el capítulo 15 de Hechos que Pablo no había estado en Roma tras su conversión, y los creyentes ahí, aunque habrían oído hablar de Pablo, no lo conocían. Así que leemos al comienzo del libro una pequeña introducción del apóstol. En los capítulos 1 y 15 de Romanos Pablo expresa el deseo de visitar a los creyentes en Roma, “para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí.” dice en el versículo 12 del primer capítulo.


    Creemos que Pablo escribió la carta mientras estaba en Corinto y Cencrea, durante su tercer viaje misionero.
    En ella comparte su deseo de ir a Roma, y de ahí extender su ministerio hasta el otro lado del mar Mediterraneo, a España.

    Creemos que envió su carta a Roma de mano de Febe, una mujer que activamente ayudaba a los cristianos de Cencrea. En su despedida, Pablo manda saludos a muchos que ya conocía y que ahora estaban en Roma. Entre ellos, saluda a Aquila y Priscila. Recordemos que Pablo había trabajado con estos en Corinto, en su primer viaje, y eran muy queridos para él. Estos habían llegado desde Roma cuando el emperador Claudio echó a los judíos. Cinco años después, cuando este murió, muchos judíos volvieron a Roma. PArece ser que para cuando Pablo escribió esta carta, Aquila y Proscila ya vivían de nuevo en Roma. En el capítulo 16, entre sus saludos personales, Pablo envía saludos a esta pareja que tanto había hecho por él y por el avance del evangelio. Incluye también saludos de parte de sus colaboradores, parientes, y otros de la iglesia donde se encontraba, incluyendo a Tercio, que escribió a mano las palabras del apóstol.

    El mensaje de Romanos desde el principio de la carta enfatiza el regalo de salvación de parte de Dios. Romanos presenta muy claramente el evangelio, las buenas nuevas de la salvación en Cristo, por lo que es uno de los primeros libros recomendados para aquellos que quieren conocer a Dios y su plan para la humanidad.

    Ya desde su saludo al comienzo de la carta, Pablo les da un repaso de la bendición de ser llamados y apartados para el evangelio, por la obra del Señor Jesucristo, “que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos.”

    Pablo dice que él fue llamado de Dios para salvación, e igualmente cada creyente en Roma, diciendo en el versículo 6: “entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo;” De esta preciosa verdad somos parte cada uno de los que habiendo sido llamados, hemos respondido a esta llamada en fe. Y es que en el versículo 16 Pablo les afirma que el evangelio nunca le ha defraudado, “porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.”
    Este regalo no es un premio por algo que ellos o nosotros hayamos hecho. En los próximos versículos y capítulos, Pablo deja esto bien claro. El ser humano nunca ha buscado a Dios. Romanos 1 explica claramente cómo el hombre no tiene excusa Dice así: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.
    Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envane

    • 7 min
    Epístolas-079 Introducción a las epístolas

    Epístolas-079 Introducción a las epístolas

    ¿Te gusta recibir cartas? A mi hija le encanta recibir cartas en el buzón, por lo que ella escribe cartas en papel cuando la mayoría de personas han dejado de usar el método de correo tradicional para dar paso a mensajes digitales. Lo cierto es que produce una sensación agradable recibir una carta dirigida a ti, sabiendo que la persona ha pensado en ti con antelación y ha gastado el tiempo y el dinero en enviarla.

    La segunda parte del Nuevo Testamento es una composición de cartas escritas para diferentes iglesias o individuos empezando en el tiempo del libro de los Hechos y continuando hasta el final del primer siglo. Estas cartas se escribieron en circunstancias diversas, algunas de ellas desde una prisión, y otras en territorio hostil al evangelio. Eran enviadas por medio de personas particulares que viajaban atravesando mar o tierra, y enfrentando peligros. Estas eran recibidas y compartidas oralmente para que los cristianos pudieran, no solo oír el mensaje, sino profundizar en las enseñanzas que estas contenían. 

    De las 21 cartas, o epístolas, como se las denomina tradicionalmente, el apóstol Pablo escribió 13. Las otras fueron escritas por los apóstoles Pedro, Jacobo (Santiago), Juan y Judas. La carta de los Hebreos, con muchas características similares a los escritos de Pablo, no viene firmada, y por lo tanto, existen diferentes ideas sobre su autoría. 

    Hay cartas dirigidas a diferentes iglesias, como la mayoría de las de Pablo, las de Juan y la carta de Judas. En ellas, se tratan temas sobre la nueva vida del creyente en Cristo. Unas son más extensas, como la carta a los Romanos o las dos cartas a los Corintios. Otras son más cortas, como las epístolas a los gálatas, los efesios, los filipenses o los tesalonicenses.

    Las cartas de Santiago y Pedro, y la epístola a los Hebreos están dirigidas específicamente a los judíos conversos. Estos judíos estaban dispersados por el imperio romano, en algunos casos sufriendo persecución de parte de los judíos no cristianos, o de los romanos. 

    Otras cartas están dirigidas a personas específicas, como las de Timoteo, Tito y Filemón. Pablo da instrucciones a Timoteo y a Tito sobre cómo pastorear a los cristianos en su zona. En la carta a Filemón, Pablo habla específicamente a este para pedirle que restaure a su siervo Onésimo, el cual se había escapado, y ahora había conocido a Cristo.

    Conforme estudiemos las diferentes cartas, podremos notar que más allá de los saludos personales que suelen aparecer en una carta, estas contienen el mensaje eterno de Dios para su iglesia. No importa que vivamos siglos después de los primeros destinatarios de estas cartas. Al comenzar a leerlas notamos que su mensaje es tan válido para nosotros como lo era para ellos.

    En la segunda carta de Pablo a Timoteo, este le dice que “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”

    Debido a que la humanidad no ha cambiado mucho a lo largo de los siglos, el mensaje de las epístolas sigue vigente y sigue siendo eficaz. Dios nos ha hablado a través de Su Palabra, y con ella nos ofrece instrucción y corrección, exhortándonos y guiándonos para que podamos vivir una vida que agrade a Dios, para que podamos estar completamente preparados para toda buena obra. 

    • 5 min

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