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    "Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin." (Juan 13:1)

    "Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin." (Juan 13:1)

    Lectura adaptada, de las meditaciones de J.C.Ryle, acerca de Juan Capítulo 13:1-5.



    Jesús lava los pies a sus discípulos

    Juan 13:1-5:

    "Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.

    Y durante la cena, como ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el que lo entregara,

    Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos, y que de Dios había salido y a Dios volvía,

    se levantó* de la cena y se quitó* su manto, y tomando una toalla, se la ciñó.

    Luego echó* agua en una vasija, y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía ceñida."

    (LBLA)



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    • 10 min
    Noticias de la Obra del Señor

    Noticias de la Obra del Señor

    "He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. 

    Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano."

    (1 Co 15:51–58 - RVR60)

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    • 13 min
    "Ciertamente volverán los redimidos de Jehová; volverán a Sion cantando, y gozo perpetuo habrá sobre sus cabezas; tendrán gozo y alegría, y

    "Ciertamente volverán los redimidos de Jehová; volverán a Sion cantando, y gozo perpetuo habrá sobre sus cabezas; tendrán gozo y alegría, y

    *Meditación**”Ciertamente volverán los redimidos de Jehová; volverán a Sion cantando, y gozo perpetuo habrá sobre sus cabezas; tendrán gozo y alegría, y el dolor y el gemido huirán.”* (Isaías 51:11) En esta escena, la profecía de Isaías esperaba el retorno gozoso del pueblo escogido de Dios de su cautividad en Babilonia, la cual duró setenta años. También puede referirse a la todavía futura restauración de Israel cuando el Mesías los reúna de todas partes del mundo en la tierra que les prometió. Aquél también será un tiempo de gran júbilo. A propósito de este pensamiento, podríamos pensar también, cuando la Iglesia sea arrebatada por nuestro Señor. Despertada por la voz de mando del Señor, voz de arcángel y trompeta de Dios, los cuerpos de los redimidos de todas las épocas se levantarán de la tumba. Se cumplirá la profecía, que dice, ¿dónde está oh muerte tu victoria?. Los creyentes vivos entonces, transformados en un abrir y cerrar de ojos se unirán a la multitud al ascender para encontrar al Señor en el aire. Es entonces cuando comienza el gran cortejo a la casa del Padre. Es muy probable que toda la ruta esté flanqueada por huestes angelicales. Al frente de la procesión irá el Redentor mismo, resplandeciendo con Su gloriosa victoria sobre la muerte y la tumba. Enseguida seguirán las multitudes redimidas, de cada tribu, lengua, pueblo y nación. Diez mil veces diez mil y miles de veces, cantarán con toda perfección musical: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza”. Cada uno de la multitud es un trofeo de la maravillosa gracia de Dios. Cada uno fue redimido del pecado y la vergüenza, y hecho una nueva criatura en Cristo Jesús. Algunos pasaron por profundos sufrimientos a causa de su fe, otros pusieron su vida por el Salvador. Mas ahora todas las cicatrices y mutilaciones no existen ya, y los santos tienen cuerpos inmortales glorificados. Abraham y Moisés están allí, así como David y Salomón. Ahí están los amados Pedro, Santiago, Juan y Pablo, así como Martín Lutero, Juan Wesley, Juan Knox y Juan Calvino. Pero ahora éstos no son más dignos de atención que los escondidos de Dios, desconocidos en la tierra, pero bien conocidos en el cielo. Ahora los santos marchan al palacio del Rey. Las penas y el gemido se han ido para siempre y hay gozo perpetuo sobre sus cabezas. La fe se ha convertido en vista y la esperanza recibe su largamente esperada consumación. Los amados se saludan unos a otros con fervientes abrazos. Prevalece una desbordante alegría. Cada uno se asombra de la gracia maravillosa que les ha llevado desde las profundidades del pecado hasta estas alturas de gloria.

    • 6 min
    ”aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2.5)

    ”aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2.5)

    Meditación
    ”aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2.5)
    La acción divina en la salvación se produce en el tiempo en que los cristianos estaban en el pecado y bajo la ira divina. La muerte se produce como consecuencia del pecado, por tanto, todos están muertos en delitos y pecados (v. 1). Esa posición de muerte espiritual afecta a todos, tanto a vosotros, los gentiles (v. 1), como a nosotros, los judíos (v. 5). Este versículo resuelve el paréntesis que comenzó en el v. 1. Ese amor grande que se mencionó en el versículo anterior es el que impulsa a Dios a vivificar a quienes estaban, por condición natural, muertos delante de Dios y acreedores de la ira divina y no de la gracia salvadora.
    El verbo de la oración principal es vivificó que literalmente significa dar vida con, en este caso Dios da vida con Cristo, que lo hizo porque es rico en misericordia. Debe tenerse en cuenta que la ira no impide la misericordia, se diría más, la determina e impulsa. No es posible la vivificación sin la obra redentora que comporta también la resurrección del Salvador. Se indica claramente que la vivificación llevada a cabo por Dios, en su amor hacia los que estábamos muertos, se alcanza mediante la unión vital con Cristo.
    En la entrega del pecador al Salvador en un acto de fe, el Espíritu sitúa al nuevo creyente en Cristo, para que en contacto con Él, la vida de Dios, que es vida eterna, fluya hacia el salvo y se le comunique mediante la unión con el resucitado Salvador. La vida es dada al creyente por Dios, uniéndolo a Cristo quien provee vida eterna para Él (Jn. 1:4). Esta doctrina de la identificación con Cristo es la clave para entender la experiencia de vida nueva en el salvo (Gá. 2:20). Lo que el apóstol está enseñando es que la vida nueva, la vida eterna, se recibe solamente mediante la unión con Cristo, de otro modo, unidos al Hijo recibimos vida (Jn. 3:36a). Las consecuencias de la identificación con Cristo son primeramente el poder para dejar de servir a la carne y sus deseos (Gá. 5:24); en segundo lugar el poder para dejar la esclavitud que produce la sujeción a las ordenanzas humanas (Col. 2:20); y, en tercer lugar, el poder para dejar de ser esclavos al servicio del pecado (Ro. 6:18).
    Las consecuencias de la identificación en el Resucitado, conducen a una nueva posición, viviendo en el Espíritu y siendo morada de Él para una vida de justicia (Ro. 8:9, 10). Esta vida no es una reparación de la anterior propia de la naturaleza adámica, sino la dotación de una nueva vida procedente y vinculada con Dios mismo (1 Jn. 5:12), que no es otra cosa que la participación del salvo en la naturaleza divina (2 P. 1:4).
    El apóstol enfatiza el cambio de vida y, por tanto, de condición expresiva de esa vida por vinculación con Cristo: “y juntamente con Él”, quiere decir que, al juntarnos, esto es, al unirnos con Cristo, se recibe vida, que se mantiene para siempre ya que la unidad del pecador creyente con el Salvador es efectuada por el Espíritu.
    La salvación es definitiva desde el momento de la fe, pero el proceso de la salvación atraviesa por tres etapas, la de justificación en el pasado, la de santificación en el presente, y la de glorificación en el futuro. De ahí el sentido de que por la gracia de Dios sois salvos, pero también estáis en el decurso de la salvación.
    Una necesaria distinción tiene que ver también con los conceptos de misericordia y de gracia. La misericordia se compadece, la gracia perdona. Quiere decir esto que la salvación no descansa en ningún mérito o acción humana, sino plena, total y absolutamente en Dios mismo que la otorga, es decir, “la salvación es de Dios” (Sal. 3:8; Jon. 2:9).

    • 5 min
    "Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.”(Apocalipsis 20:15)

    "Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.”(Apocalipsis 20:15)

    *Meditación**”Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.”* (Apocalipsis 20:15) El tema del infierno genera una enorme resistencia en el corazón humano. Esta resistencia se expresa muy a menudo en la pregunta: “¿Cómo puede un Dios de amor haber creado un infierno eterno?” Si Pablo contestara esta pregunta probablemente diría: “¿Quién eres tú para que alterques con Dios?” o “Sea Dios veraz y todo hombre mentiroso”. Lo cual quiere decir: la criatura en realidad no tiene derecho para cuestionar al Creador. Si Dios ha creado un infierno eterno, tiene razones válidas de sobra para haberlo hecho así. No tenemos derecho a dudar de Su amor o Su justicia. Aun así, se nos ha dado suficiente información en la Escritura para vindicar a Dios en este asunto. En primer lugar, sabemos que Dios no hizo el infierno para el hombre, sino para el diablo y sus ángeles (Mt. 25:41).También sabemos que no es el deseo de Dios que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 P. 3:9). Cuando una persona va al infierno, causa una gran pena al corazón del Señor. Es el pecado del hombre lo que causa el problema. La santidad, justicia y rectitud de Dios demandan que el pecado sea castigado. El decreto divino es: “El alma que pecare, ésa morirá” (Ez. 18:4). Dios no es arbitrario. Es la única actitud que un Ser Santo puede adoptar hacia el pecado. Dios pudo haber dejado así este asunto. El hombre pecó, por lo tanto, que muera. Pero el amor de Dios intervino. Para que el hombre no pereciera eternamente, fue al extremo para proveer un camino de salvación. Envió a su Hijo único a morir como Sustituto en lugar del hombre pecador, pagando el castigo a su favor. Fue una gracia maravillosa de parte del Salvador el llevar los pecados del hombre en Su cuerpo sobre la Cruz. Ahora Dios ofrece vida eterna como un don gratuito a todos los que se arrepienten de sus pecados y creen en el Señor Jesucristo. No salvará a los hombres contra su voluntad; deben escoger el camino de la vida. Dios ha hecho todo lo necesario y mucho más de lo que podría esperarse. Si los hombres rehusan Su libre oferta de misericordia, no hay alternativa. El infierno es la elección deliberada de aquellos que se niegan a ir al cielo. Acusar a Dios de haber creado un infierno eterno es completamente injusto. Pasa por alto el hecho de que Él despojó al cielo de lo Mejor que había en él para que lo peor de la tierra jamás conociera las agonías del lago de fuego.

    • 4 min
    ”Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino, pero el SEÑOR hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros” (Isaías 53:6 - LBLA)

    ”Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino, pero el SEÑOR hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros” (Isaías 53:6 - LBLA)

    Meditación
    ”Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino, pero el SEÑOR hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros” (Isaías 53:6 - LBLA)
    Aquí tenemos una confesión de pecado que es común a todos los elegidos de Dios. Ellos han caído y, por tanto, dicen al unísono, desde el primero que entró en el Cielo hasta el último que lo hará: «Todos nosotros nos descarriamos como ovejas». La confesión, aparte de ser unánime, es también especial y particular: «Nos apartamos cada cual por su camino».
    Hay una pecaminosidad peculiar a cada individuo: todos son pecadores, pero cada uno tiene un agravante que no se encuentra en su prójimo. Esta es la señal del genuino arrepentimiento: que mientras el mismo se identifica naturalmente con los otros penitentes, asume también una posición de soledad. «Nos apartamos cada cual por su camino» es una confesión de que cada hombre ha pecado contra una luz particular o tiene un agravante que no ha podido ver en otros. Esta confesión es una confesión sin reservas. No hay una sola palabra que disminuya su fuerza, ni una sílaba que pueda pronunciarse a modo de excusa. La confesión es una renuncia a toda pretensión de justicia propia; es la declaración de hombres que son conscientemente culpables: culpables con agravantes, culpables sin excusas… Tienen sus armas rotas en pedazos, y claman: «Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino».
    Sin embargo, acompañando a esta confesión de pecados no oímos lamentos de dolor; muy al contrario, la siguiente frase convierte la misma casi en un cántico: «El Señor hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros». Esta es, de las tres, la frase más triste, pero rebosa estímulo. Extraña cosa es que allí donde se concentró la desdicha reinó la misericordia; donde el dolor alcanzó su clímax, las almas fatigadas hallaron descanso. El Salvador herido es la medicina para los corazones lacerados: ve cómo el más hondo arrepentimiento da lugar a una segura confianza, simplemente con mirar a Cristo en la cruz.
    “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.”
    (Isaías 45.22)
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    • 4 min

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