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“Tened memoria de este día, en el cual habéis salido de Egipto” Éxodo 7–13 Hablemos de "Ven Sígueme".

    • Religion

Aunque a Egipto lo asolaba una plaga tras otra, Faraón aún se negaba a liberar a los israelitas. Sin embargo, Dios siguió demostrando Su poder y brindó oportunidades a Faraón de aceptar “que yo soy Jehová” y “que no hay otro como yo en toda la tierra” (Éxodo 7:5; 9:14). Mientras tanto, Moisés y los israelitas deben haber observado con asombro aquellas manifestaciones del poder de Dios a su favor. Ciertamente, esas constantes señales confirmaban su fe en Dios y fortalecían su disposición a seguir al profeta de Dios. Entonces, después de que nueve plagas terribles no hubieran logrado liberar a los israelitas, la décima plaga —la muerte de los primogénitos, incluso el primogénito de Faraón— fue lo que finalmente terminó la cautividad; lo cual parece apropiado, ya que en todo caso de cautiverio espiritual solo existe una manera de escapar. No importa qué más hayamos intentado en el pasado, con nosotros sucede lo mismo que con los hijos de Israel; es solo el sacrificio de Jesucristo, el Primogénito —la sangre del Cordero sin mancha— lo que nos salvará.

Aunque a Egipto lo asolaba una plaga tras otra, Faraón aún se negaba a liberar a los israelitas. Sin embargo, Dios siguió demostrando Su poder y brindó oportunidades a Faraón de aceptar “que yo soy Jehová” y “que no hay otro como yo en toda la tierra” (Éxodo 7:5; 9:14). Mientras tanto, Moisés y los israelitas deben haber observado con asombro aquellas manifestaciones del poder de Dios a su favor. Ciertamente, esas constantes señales confirmaban su fe en Dios y fortalecían su disposición a seguir al profeta de Dios. Entonces, después de que nueve plagas terribles no hubieran logrado liberar a los israelitas, la décima plaga —la muerte de los primogénitos, incluso el primogénito de Faraón— fue lo que finalmente terminó la cautividad; lo cual parece apropiado, ya que en todo caso de cautiverio espiritual solo existe una manera de escapar. No importa qué más hayamos intentado en el pasado, con nosotros sucede lo mismo que con los hijos de Israel; es solo el sacrificio de Jesucristo, el Primogénito —la sangre del Cordero sin mancha— lo que nos salvará.

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