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Tal y como veíamos ayer en La ContraCrónica, este sábado Irán realizó un histórico ataque sobre Israel. Por primera vez en la historia la República Islámica atacaba directamente suelo israelí. Fue un ataque aéreo efectuado con drones y misiles, algo muy ambicioso y concebido para causar el mayor daño posible saturando las defensas israelíes. Pero fue un fracaso. Casi ninguno alcanzó su objetivo, la mayor parte de ellos fueron destruidos antes incluso de que alcanzasen el espacio aéreo israelí. No hubo víctimas mortales ni daños materiales significativos. Tan pronto como los drones y los misiles despegaron de sus bases en Irán una línea defensiva de radares, aviones de combate, buques de guerra y baterías antiaéreas estaba ya preparada para neutralizarlos.

La defensa no sólo corrió a cargo de Israel. Estados Unidos y otros países, entre ellos algunos árabes como Arabia Saudita y Jordania, colaboraron en una admirable exhibición de defensa colectiva muy bien planificada y de ejecución impecable. El ejército israelí y el estadounidense interceptaron la mayor parte de los drones y misiles, pero pudieron hacerlo porque los países árabes les habían transmitido previamente información sobre el plan de ataque. Una vez empezó abrieron su espacio aéreo a sus aviones de combate, compartieron información de seguimiento de radar y, en algunos casos como el jordano, asignaron efectivos propios al empeño.

No fue algo improvisado. La operación del pasado sábado es la culminación de varios años de trabajo silencioso para concertar una alianza de países árabes sunníes cuyo único objetivo es contener a Irán. No se trata de una versión de la OTAN en Oriente Medio, sino algo mucho más modesto, pero no menos efectivo. El Pentágono lleva tiempo centrado en aunar voluntades para neutralizar el creciente arsenal de aparatos no tripulados y misiles que Irán ha desarrollado con gran dedicación en los últimos años, armas que se han convertido en un activo importante de sus fuerzas armadas y que son las mismas que lanzó sobre Israel el sábado.

El éxito repeliendo el ataque se fundamentó en dos pilares que trabajaron simultáneamente y, a la luz de cómo terminó todo, de forma muy efectiva. Por un lado, el sofisticado sistema de defensa antiaérea de Israel, un sistema conocido como “cúpula de hierro” sobradamente testado en los múltiples ataques realizados con cohetes desde la franja de Gaza y el sur del Líbano que el país ha tenido que repeler durante años. Por otro, la ayuda que le brindaron sus aliados occidentales y algunos países árabes que temen mucho más a Irán que a Israel. Los aviones de combate estadounidenses, británicos y jordanos desempeñaron, de hecho, un papel especialmente importante en el derribo de drones.

La pregunta que queda en el aire es si Israel podría defenderse de igual manera si no contase con ese apoyo exterior. Esta vez ha contado con eso y con el hecho de que el ataque iraní estaba más que previsto por lo que pudieron prepararse con tiempo para repelerlo. Es importante despejar esa incógnita ya que de ello dependerá la envergadura y la naturaleza de la respuesta israelí.

En La ContraRéplica:
27:53 - La 'podemización' del PSOE
32:49 - El empleo en EEUU vs España
38:58 - La ContraRéplica minutada

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Este sábado la República Islámica de Irán atacó Israel con más de 300 drones, misiles balísticos y de crucero en represalia por los ataques previos que Israel había realizado contra intereses iraníes en Siria, especialmente por el ataque sobre la embajada iraní en Damasco el pasado 1 de abril. La operación fue masiva, pero infructuosa ya que la mayor parte de los drones y proyectiles fueron derribados en el aire. Sólo resultó afectada una base militar del desierto del Neguev y tan sólo hubo que lamentar un herido. En el resto del país el Gobierno decretó el estado de emergencia y, en ciertas zonas como los altos del Golán y algunas ciudades del sur del país, se pidió a la población que se guareciese en refugios antiaéreos. El espacio aéreo israelí, entretanto, permaneció cerrado hasta que el domingo las autoridades decidieron reabrirlo tras concluir que el peligro había pasado.

El ataque de la madrugada del 13 al 14 de abril pasará a la historia ya que es la primera vez que Irán ataca directamente a Israel. Ambos países no tienen relaciones diplomáticas, las cortaron hace más de cuarenta años, y llevan décadas enfrentados librando una guerra en la sombra, pero hasta ahora no se habían atacado mutuamente. Pero la situación en aquella zona del mundo es de extrema gravedad. La guerra en Gaza continúa su curso dando lugar a infinidad de problemas que se extienden como una mancha de aceite por toda la región. Uno de ellos ha sido el recrudecimiento de la rivalidad entre iraníes e israelíes.

No es, por lo tanto, este ataque algo que haya resultado extraño a los analistas. Los servicios de inteligencia advirtieron con varios días de antelación que algo muy gordo se estaba cociendo en Irán, algo que terminaría en un ataque directo que podría ocasionar una respuesta israelí desencadenando así una guerra a gran escala en Oriente Medio.

La inteligencia israelí conocía los ataques con antelación, por lo que ha tenido unos días para preparar la defensa. Gracias a eso y al extraordinario sistema de defensa aéreo con el que cuenta Israel se han evitado víctimas mortales. Tan pronto como comenzó las sirenas tronaron en todo el país. No se trataba de un ataque menor. Según fuentes del Gobierno israelí, los iraníes lanzaron sobre Israel 120 misiles balísticos, 30 misiles de crucero y aproximadamente 170 drones. Fueron los drones los primeros en llegar con la intención de saturar las defensas israelíes. No lo consiguieron ya que todos ellos fueron derribados. La defensa no sólo corrió a cargo de Israel. En previsión del ataque el ejército de EEUU reposicionó aviones y sistemas antiaéreos en la zona para neutralizar los drones y misiles iraníes.

De forma simultánea comandos iraníes asaltaron en el estrecho de Ormuz el buque portacontenedores de bandera portuguesa MSC Aries que se dirigía de los Emiratos a la India. Tras el asalto fue conducido a un puerto iraní. Este barco pertenece a un armador israelí que se lo tiene arrendado a la empresa italiana Mediterranean Shipping Company. Esto mete de lleno a la Unión Europea en el problema complicando aún más la crisis, una crisis, la enésima en Oriente Medio desde octubre del año pasado, que escala un grado más sin que nadie acierte a encontrarle remedio.

En La ContraRéplica:
30:42 - Mercados laborales rígidos vs flexibles
40:15 - El caso del anciano de Ciudad Real

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Malos tiempos para Tesla. Su valor en Bolsa es menos de la mitad que a finales de 2021 y acaba de informar de su primera caída en ventas anuales desde el primer año de la pandemia. Pero lo peor es que se le acumulan los inventarios sin vender. La niña de los ojos de Elon Musk fabricó en el último trimestre 433.000 vehículos, pero sólo entregó 387.000, cien mil menos de los que entregó en el último trimestre del año pasado. La razón primera hay que ir a buscarla a los altos precios de la gama Tesla, sensiblemente superiores a los de los competidores chinos que han inundado ya los principales mercados occidentales.

Tesla ha respondido reduciendo los precios con intención de ir dando salida al stock. Tesla es más rentable que la mayor parte de fabricantes, pero los recortes de precios se están comiéndose los elevados márgenes que en su momento hicieron tan atractiva la empresa para los inversores. Hace sólo un par de años era uno de los caramelos de la Bolsa, pero la caída de ventas preludia que la cosa vaya a peor en el futuro. Las acciones de Tesla han perdido en lo que llevamos de 2024 un tercio de su valor.

Para Tesla esto no es más que un inconveniente puntual de unos meses especialmente complicados en los que han tenido que sufrir una serie de problemas logísticos derivados de la crisis del mar Rojo. En su fábrica europea, localizada en las inmediaciones de Berlín, también han tenido dificultades a raíz de un atentado de un grupo de extrema izquierda que obligó a parar la producción durante unos días a principios de marzo.

Pero su problema real no son los hutíes del mar Rojo o los izquierdistas alemanes, sino un fabricante chino de tres letras (BYD) cuyos vehículos se ven cada vez más rodando por las carreteras. A finales de 2023 Tesla, de hecho, perdió el título de fabricante de vehículos eléctricos más vendido del mundo para entregárselo a BYD. Esta empresa china, a la que ya dedicamos una ContraCrónica hace unos meses, se ha embarcado en una ambiciosa expansión por los principales mercados mundiales, especialmente el europeo. Eso sí, tampoco lo está teniendo fácil, sus ventas han descendido en este trimestre, pero no de forma tan acusada como Tesla, que también se enfrenta a la electrificación de los fabricantes tradicionales como Toyota, General Motors o Volkswagen.

Son varios los frentes que la empresa tiene abiertos y en todos ellos libra una batalla para su supervivencia futura. La demanda mundial de vehículos eléctricos sigue aumentando. Sólo en EEUU se incrementó el año pasado un 40%, en Europa un 16% con Tesla, eso sí, encabezando las listas de ventas. En algunos países europeos los incentivos a la compra mediante subsidios directos ya se han acabado y eso se ha dejado sentir en la demanda, pero el sector mira el futuro con moderado optimismo. Los analistas vaticinan que la demanda se mantendrá en los años venideros, pero los fabricantes se las tienen que apañar para entrar en segmentos inferiores, modelos más sencillos y al alcance de casi todos los bolsillos.

Ahí es donde Tesla no termina de dar una respuesta satisfactoria. Su esperado Modelo 2, el célebre Tesla de 25.000 dólares, no está aún disponible y la empresa duda de su viabilidad ya que entra en un nicho de mercado difícil tomado por la competencia china. Pero, según están las cosas, si quiere seguir creciendo sólo podrá hacerlo por ahí.

En La ContraRéplica:
28:50 - México, Ecuador y la crisis de la embajada
34:47 - Propiedad intelectual y copia privada
39:43 - Prosperar en el extranjero

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El mes pasado nos dejó Akira Toriyama, un autor japonés que a muchos seguramente no les diga nada, pero para otros tantos sea toda una referencia. Toriyama fue un creador de cómics japonés, un mangaka tal y como se conoce en el imperio del sol naciente esta profesión. Y no un mangaka cualquiera. A Toriyama le debemos una de las series de manga más populares de todos los tiempos, la de Dragon Ball, también conocida en España como Bola de Dragón. Sólo por eso ya se merece un lugar de honor en el panteón de los historietistas, pero su obra va mucho más allá, en su casi medio siglo de carrera profesional de su pluma salieron series como la de Dr. Slump, Chrono Tiger o Blue Dragon.

Alguien con semejante currículo era reconocido en todo el mundo ya que la afición por el manga, esa forma de arte genuinamente japonesa, hace mucho que se extendió por todo el planeta. Yo, como bien sabe la audiencia de La ContraPortada, no soy aficionado al manga ni a su derivación cinematográfica conocida como anime, pero este programa es de los contraescuchas. Entre ellos hay muchos aficionados al manga que, de tanto en tanto, nos acercan títulos fundamentales del género. A raíz de la muerte de Toriyama uno de ellos, Raúl López, me propuso el otro día dedicarle un programa. Me pareció una idea magnífica, más aún cuando el propio Raúl se ofrecía a hacer el programa conmigo, algo fundamental ya que mi conocimiento del género es mínimo.

Eso mismo es lo que vamos a hacer entre los dos en La ContraPortada de esta semana. Hablar de un autor y de su obra como ya hemos hecho en alguna otra ocasión. Eso sí, esta vez, y pensando en los que, como yo, están en pañales en todo lo referido al manga, vamos a tratar también los orígenes de este género, su historia y el modo en el que terminó conquistando el mundo en la segunda mitad del siglo XX.

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La semana pasada se produjo un episodio digno de la serie Juego de Tronos en el consejo de administración de Radiotelevisión Española. En el curso de una reunión del consejo, la presidenta interina del ente público, la periodista Elena Sánchez, fue cesada sólo unos minutos después de que ella promoviese el cese del director de Contenidos, José Pablo López. El cese de López se aprobó con el voto a favor de Sánchez, los tres consejeros cercanos al PP y uno cercano a Podemos. En su contra votó el otro consejero de Podemos, el del PNV y los dos del PSOE. Consumado el cese el consejo volvía a votar, pero esta vez para sacar de su puesto a la propia Sánchez. Sobrevino entonces el caos. Durante horas no se supo quién iba a presidir la radio y televisión estatales hasta que un acuerdo de última hora entregó el cargo a Concepción Cascajosa, una militante del PSOE que ejercía de consejera.

Esta chusca historia tenía como trasfondo el fichaje de David Broncano, un popular humorista afín al Gobierno que Pedro Sánchez en persona se ha empeñado en que lleve su programa a la cadena pública. El objetivo es que compita y arrebate algo de audiencia a Pablo Motos, presentador de El Hormiguero, un programa de humor y variedades que se emite en Antena 3, y que lleva casi veinte años en el aire con muy buenos índices de audiencia. Por regla general, Motos no se solía meter en política, pero en los últimos tiempos ha realizado algunas críticas al Gobierno, algo que sienta mal en Moncloa ya que conocen bien la capacidad de prescripción que tiene Motos entre buena parte de la audiencia televisiva.

La nueva presidenta ha seguido al punto las instrucciones emanadas de Moncloa y ha agilizado los trámites para el fichaje. Según ha revelado la prensa esta semana, el programa de Broncano entraría en RTVE con un contrato blindado durante dos años, lo que le garantizaría 155 programas a 14 millones de euros por cada temporada. El contrato es tan leonino que, en el caso de que Broncano no alcanzase los objetivos de audiencia previstos, no saldría de la parrilla ya que no se ha previsto una cláusula de corte. Algo inaudito. Los contratos que firman las productoras con las cadenas de televisión prevén una audiencia mínima, en el caso de que ésta no se materialice el programa queda cancelado.

Eso no sucedería con Broncano. Todo lo más a lo que tendría que enfrentarse es a que, a partir del cuarto mes de la segunda temporada, sino alcanza el 7,5% de cuota de pantalla, sería relegado a la franja de noche. Aparte de eso, El Terrat, la productora del programa de Broncano, tendría por contrato libertad creativa absoluta, es decir, que nadie desde RTVE podría influir en sus contenidos mientras esté en emisión, una gabela que no se concede nunca, menos aún en una cadena pública financiada íntegramente por los contribuyentes.

A lo largo del día de hoy el consejo de administración de RTVE se reunirá para votar si el proyecto sale adelante o no. Para hacerlo tendría que votar a favor Elena Sánchez, la misma que fue cesada la semana pasada. Según parece Cascajosa se está encargando personalmente de convencerla. Es una orden directa de Moncloa a la que Cascajosa está dando curso como militante que es del partido del Gobierno. Pues bien, para hablar sobre este tema, tenemos de nuevo en La ContraCrónica a Rubén Arranz, una de las personas que más de cerca han seguido este tema en la última semana y cuyos análisis no sólo son valiosos, sino que suele ser siempre muy acertados.

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Aumenta la presión sobre el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, tras casi seis meses de guerra sin cuartel en Gaza. Las manifestaciones callejeras en su contra son cada vez más habituales. Muchos israelíes le ruegan que llegue ya a un acuerdo con Hamas para que libere a los 130 rehenes que aún están en su poder. Esto se podría alcanzar mañana, pero implicaría un alto el fuego a un coste muy alto, algo por lo que Netanyahu no quiere pasar. Durante el pasado fin de semana en todas las ciudades israelíes hubo protestas que culminaron en una gran manifestación frente al parlamento israelí en Jerusalén. Ahí ya no sólo pedían la liberación de los rehenes, también exigían que se celebren elecciones cuanto antes.

El Gobierno, entretanto, está negociando un armisticio con Hamas con la mediación de Egipto, pero no terminan de llegar a un acuerdo definitivo porque Hamas exige a cambio que se liberen presos con delitos de sangre. Entretanto, el debate sobre el servicio militar de los jóvenes ultraortodoxos ha llegado a un punto crítico tras conocerse el jueves pasado que el tribunal supremo de Israel ordenaba al Gobierno que interrumpiese los subsidios para los estudiantes religiosos que, gracias a eso mismo, se libran del reclutamiento. Esto es algo que indigna a la mayor parte de los israelíes, que ven como estas comunidades de ultraortodoxos, además de vivir de subvenciones, ni siquiera tienen que prestar servicio en el ejército.

Estas crisis políticas en cadena están poniendo al límite al ya frágil gabinete de guerra de Netanyahu. Si llegase a un acuerdo por los rehenes con Hamas perdería a sus aliados de extrema derecha. El fin de la exención militar de los jóvenes religiosos le ocasionará la pérdida de apoyos entre las comunidades ultraortodoxas, gracias a las cuales pudo recuperar las riendas del Gobierno a finales de 2022. En el caso de que prolongue esas exenciones mediante leyes especiales le traerá como consecuencia que sus socios situados en el centro le abandonen.

Está obligado a tomar no una, sino varias decisiones, por lo que tendrá mucho más complicado sacarse nuevos conejos de la chistera, algo en lo que siempre ha sido un especialista. Para colmo de males la salud le está pasando factura. En breve será operado de una hernia, lo que le obligará a ceder el poder al ministro de Justicia durante las horas en las que se encuentre bajo los efectos de la anestesia.

Netanyahu gobierna gracias a una coalición de varios partidos que cuentan con una mayoría muy ajustada en el Knesset. Tras salir del Gobierno a mediados de 2021, regresó año y medio después prometiendo estabilidad y restañar las heridas provocadas por la agitación política del último lustro, en el que se han celebrado cinco elecciones en menos de cuatro años. Las encuestas señalan que la coalición de Gobierno tendría problemas para mantenerse en el poder en el caso de que los israelíes fuesen llamados a las urnas.

Eso es algo que sus socios parlamentarios descuentan. Saben que el único modo de mantenerse en el poder es junto a Netanyahu por muy desgastado que esté. Cada uno hace sus propios cálculos y sostendrán al primer ministro mientras les sea útil. Mientras tanto, los dos grandes temas que dividen a la sociedad israelí, el asunto de los rehenes y el servicio militar de los ultraortodoxo, han llegado al consejo de ministros. El ministro Benny Gantz, un antiguo rival de Netanyahu que se unió al Gobierno para mostrar unidad tras los ataques del 7 de octubre, ha presionado públicamente a Netanyahu para que llegue a un acuerdo para liberar a los cautivos. Pero el primer ministro se lo toma con calma. Quiere destruir antes toda la capacidad ofensiva de Hamas y, sólo entonces, forzarles a entregar a los rehenes.

En La ContraRéplica:
25:17 - Piratería de contenidos
29:43 - Begoña Gómez y el IE
33:17 - ¿Se vive mejor en España o en el Reino Unido?


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