Coronacuentos Maria Isabel Llopiz

Elogio, vigésimo y último coronacuento escrito por Jorge Luis Llópiz. Estas historias vieron la luz, por primera vez, entre el 3 de abril y el 29 de mayo de 2020. Algunas fueron leídas por mi esposa María Isabel y otras por mí. Así que, si a usted no le gusta leer, puede escucharlas aquí de de manera gratuita.

A diferencia de Boccaccio, que escribió su inmortal libro Decamerón años después de que pasara la epidemia de la peste, Coronacuentos lo estoy escribiendo mientras miles se siguen contagiando y muriendo. Por tanto, amigo lector, no espere la flema, la calma y la serenidad de los narradores italianos. Los míos parecerán desquiciados, estúpidos y desesperados. Aún así, espero que los disfruten.

El capitán, décimo-noveno coronacuento escrito por Jorge Luis Llópiz. Estas historias vieron la luz, por primera vez, entre el 3 de abril y el 29 de mayo de 2020. Algunas fueron leídas por mi esposa María Isabel y otras por mí. Así que, si a usted no le gusta leer, puede escucharlas aquí de de manera gratuita.

A diferencia de Boccaccio, que escribió su inmortal libro Decamerón años después de que pasara la epidemia de la peste, Coronacuentos lo estoy escribiendo mientras miles se siguen contagiando y muriendo. Por tanto, amigo lector, no espere la flema, la calma y la serenidad de los narradores italianos. Los míos parecerán desquiciados, estúpidos y desesperados. Aún así, espero que los disfruten.

La visitante, décimo-octavo coronacuento escrito por Jorge Luis Llópiz. Estas historias vieron la luz, por primera vez, entre el 3 de abril y el 29 de mayo de 2020. Algunas fueron leídas por mi esposa María Isabel y otras por mí. Así que, si a usted no le gusta leer, puede escucharlas aquí de de manera gratuita.

A diferencia de Boccaccio, que escribió su inmortal libro Decamerón años después de que pasara la epidemia de la peste, Coronacuentos lo estoy escribiendo mientras miles se siguen contagiando y muriendo. Por tanto, amigo lector, no espere la flema, la calma y la serenidad de los narradores italianos. Los míos parecerán desquiciados, estúpidos y desesperados. Aún así, espero que los disfruten.

La casa de Dios, décimo-séptimo coronacuento escrito por Jorge Luis Llópiz. Estas historias vieron la luz, por primera vez, entre el 3 de abril y el 29 de mayo de 2020. Algunas fueron leídas por mi esposa María Isabel y otras por mí. Así que, si a usted no le gusta leer, puede escucharlas aquí de de manera gratuita.

A diferencia de Boccaccio, que escribió su inmortal libro Decamerón años después de que pasara la epidemia de la peste, Coronacuentos lo estoy escribiendo mientras miles se siguen contagiando y muriendo. Por tanto, amigo lector, no espere la flema, la calma y la serenidad de los narradores italianos. Los míos parecerán desquiciados, estúpidos y desesperados. Aún así, espero que los disfruten.

Desobediencia, décimo-sexto coronacuento escrito por Jorge Luis Llópiz. Estas historias vieron la luz, por primera vez, entre el 3 de abril y el 29 de mayo de 2020. Algunas fueron leídas por mi esposa María Isabel y otras por mí. Así que, si a usted no le gusta leer, puede escucharlas aquí de de manera gratuita.

A diferencia de Boccaccio, que escribió su inmortal libro Decamerón años después de que pasara la epidemia de la peste, Coronacuentos lo estoy escribiendo mientras miles se siguen contagiando y muriendo. Por tanto, amigo lector, no espere la flema, la calma y la serenidad de los narradores italianos. Los míos parecerán desquiciados, estúpidos y desesperados. Aún así, espero que los disfruten.

El grito, decimoquinto coronacuento escrito por Jorge Luis Llópiz. Estas historias vieron la luz, por primera vez, entre el 3 de abril y el 29 de mayo de 2020. Algunas fueron leídas por mi esposa María Isabel y otras por mí. Así que, si a usted no le gusta leer, puede escucharlas aquí de de manera gratuita.

A diferencia de Boccaccio, que escribió su inmortal libro Decamerón años después de que pasara la epidemia de la peste, Coronacuentos lo estoy escribiendo mientras miles se siguen contagiando y muriendo. Por tanto, amigo lector, no espere la flema, la calma y la serenidad de los narradores italianos. Los míos parecerán desquiciados, estúpidos y desesperados. Aún así, espero que los disfruten.