Cuentos para niños que no tienen miedo Enrique Cadena

En 1936, Pedro Linares López, cartonero de oficio y originario de la Ciudad de México, enfermó, perdió la conciencia y cayó en un profundo sueño, cuando tenía 30 años; el cual, le revelaría unas criaturas extrañas que cambiarían su destino como artesano de La Merced. Enfermo y sin acceso a médicos que pudieran tratar su enfermedad, sus hermanas intentaron hacerlo reaccionar con remedios caseros sin resultado alguno.

Se dice que, en cama e inconsciente, Pedro soñaba con un lugar extraño e interesante, muy apacible, algo así como un bosque en el que había árboles, rocas y animales; podía ver las nubes y el cielo de aquel mágico escenario. Él sentía que todo estaba en calma, no experimentaba dolor alguno y era feliz por estar caminando en ese lugar; sin embargo, de repente, los animales se convirtieron en criaturas extrañas; se trataba de animales que no podía distinguir porque eran de una naturaleza muy rara. Don Pedro vio un burro con alas, un gallo con cuernos de toro, un león con cabeza de perro. Todos esos animales gritaban al unísono una sola palabra: ¡Alebrijes! Gritaban más y más fuerte: ¡Alebrijes, alebrijes, alebrijes! 


Pedro siguió su camino en aquel fantástico sueño y mientras recorría un sendero de piedras vio a un hombre que caminaba tranquilamente y le pidió ayuda para salir de aquel lugar. El hombre le respondió que él no debía estar allí todavía y que tenía que seguir andando pues a unos cuantos metros había una salida. Pedro corrió y corrió hasta que quedó frente a una ventana estrecha por la que apenas pudo escabullirse, momento en el que despertó. Pedro estaba totalmente recuperado y ya a partir de entonces empezó a recordar su sueño.2
Quería que su familia y todas las personas conocieran a esos animales fantásticos. Entonces, aprovechando su habilidad de cartonero, Pedro Linares tomó un pedazo de papel, moldeó esas figuras, las pintó igual a como estaban en sus sueños y así les dio entidad a los alebrijes.

Esa semana le pidieron de tarea a JP grabar un cuento. Aprovecho estos momentos para compartirlo con todos ustedes. A mí me encantó el resultado.

Ahora no le queda más que ver la vida desde un pedestal, en realidad, siempre fue así pero el sitio donde está hoy, es distinto, los que lo rodean son distintos. El bosque ahora es de cristal y a Tláloc sólo le toca ver. Está ahí sin que muchos lo noten, su único consuelo es que cuando llora, no hay quien no se entere de su presencia.

Humberto Vallejo nació en la Ciudad de México y desde muy joven empezó a trabajar en una imprenta del centro de la ciudad como dibujante después de haber intentado sin éxito dedicarse a la pintura.

Con el tiempo se fue involucrando en las diferentes áreas de ese lugar, incluyendo la corrección de textos, lo que lo llevó a trabajar para varias editoriales en esa especialidad.

Más tarde, en algunas revistas se vio precisado a rellenar espacios vacíos con textos improvisados, que le fueron haciendo sentir el gusto por escribir cosas propias.

Posteriormente conoció amigos del barrio de Tepito que publicaban una revista llamada "La Hija de la Palanca" la cual lo cautivó de tal forma, que no descansó hasta ver publicado un texto suyo en ésta; aunque no fue fácil pues le inspiraban los textos poéticos de quienes ahí escribían y él no tenía talento para la poesía. Y hasta la fecha sigue sin tenerlo.

Poco a poco se fue dando cuenta de que no todo es poesía en esta vida, y cuando le solicitaron un texto suyo, se puso a escribir un cuento llamado "El milagroso alacrán", el cual fue publicado y marcó el inicio de su faceta de cuentista.

Cuando completó 22 cuentos, una editorial publicó su libro "Un clon llamado Chon y otros cuentos" que lo convirtió en el primero de todos los colaboradores de la revista en publicar un libro .

Ya tiene terminado otro libro de cuentos, pero como miles de escritores, no tiene editorial que esté interesada en él.

Ni modo. Nadie se va a morir por eso...