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Pablo Iglesias: la camisa del Alcampo, el patinazo en Zara En altavoz

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Érase una vez, no hace mucho tiempo, un partido que se decía que había surgido del espíritu del 15M y que encarnaba los valores de la igualdad y el civismo. Que pretendía incluso mejorar el sistema democrático. Acabar con el bipartidismo. Por entonces tocaba techo y conseguía en 2014 cinco eurodiputados, cuarta fuerza del país habiéndose registrado apenas unos meses antes.
Mayo de 2019. Cinco años después. Su líder Pablo Iglesias da significado a la expresión «mezclar churras con merinas» y arremete contra Amancio Ortega por sus donaciones a la sanidad pública en equipos contra el cáncer. Faltan solo unos días para las siguientes elecciones europeas: «no se puede permitir que la salud de nuestro hijos dependa de las limosnas de un multimillonario».
No ha sido ni la Cope, ni 13TV, ni Jiménez Losantos, ni siquiera Eduardo Inda el que le ha dicho a Iglesias que el error fue mayúsculo.
Que ni la sanidad depende de la fortuna del fundador de Inditex, ni Ortega paga menos impuestos de los que está obligado por ley. Álex Rodenkirchen, de Podemos Dénia, se quedó sin entrar en el pleno de su municipio alicantino y culpa al líder de la formación morada: «Coletas, en Dénia íbamos muy bien, no se te ocurre otra genial idea que hacer un mítin y hablar de Amancio Ortega».
Rodenkirchen está tras el 26M más tocado que los concejales de Vox en Galicia. Bueno, ni siquiera, porque no existen.
Añade también, sin pelos en la lengua, lo que le supusieron las palabras de Iglesias: «antes de ese comentario me animaban por la calle, después de ese comentario me decían 'ojalá nunca tengas cáncer'».
Pablo Iglesias quizás ya haya escuchado todo ésto en el chalet de Galapagar, cuya hipoteca paga gracias a los impuestos -pocos o muchos- que clase baja, media, alta o estratosférica aporta para sueldos de diputados y parlamentos diversos. Claro que señalar que la clase política depende de las «limosnas de un multimillonario» (y de los que no lo son) no quedaba muy guay decirlo.

Érase una vez, no hace mucho tiempo, un partido que se decía que había surgido del espíritu del 15M y que encarnaba los valores de la igualdad y el civismo. Que pretendía incluso mejorar el sistema democrático. Acabar con el bipartidismo. Por entonces tocaba techo y conseguía en 2014 cinco eurodiputados, cuarta fuerza del país habiéndose registrado apenas unos meses antes.
Mayo de 2019. Cinco años después. Su líder Pablo Iglesias da significado a la expresión «mezclar churras con merinas» y arremete contra Amancio Ortega por sus donaciones a la sanidad pública en equipos contra el cáncer. Faltan solo unos días para las siguientes elecciones europeas: «no se puede permitir que la salud de nuestro hijos dependa de las limosnas de un multimillonario».
No ha sido ni la Cope, ni 13TV, ni Jiménez Losantos, ni siquiera Eduardo Inda el que le ha dicho a Iglesias que el error fue mayúsculo.
Que ni la sanidad depende de la fortuna del fundador de Inditex, ni Ortega paga menos impuestos de los que está obligado por ley. Álex Rodenkirchen, de Podemos Dénia, se quedó sin entrar en el pleno de su municipio alicantino y culpa al líder de la formación morada: «Coletas, en Dénia íbamos muy bien, no se te ocurre otra genial idea que hacer un mítin y hablar de Amancio Ortega».
Rodenkirchen está tras el 26M más tocado que los concejales de Vox en Galicia. Bueno, ni siquiera, porque no existen.
Añade también, sin pelos en la lengua, lo que le supusieron las palabras de Iglesias: «antes de ese comentario me animaban por la calle, después de ese comentario me decían 'ojalá nunca tengas cáncer'».
Pablo Iglesias quizás ya haya escuchado todo ésto en el chalet de Galapagar, cuya hipoteca paga gracias a los impuestos -pocos o muchos- que clase baja, media, alta o estratosférica aporta para sueldos de diputados y parlamentos diversos. Claro que señalar que la clase política depende de las «limosnas de un multimillonario» (y de los que no lo son) no quedaba muy guay decirlo.

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