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Zaragoza te habla - La Plaza de España ZARAGOZA TE HABLA

    • History

En el programa de hoy, noveno y último de la presente temporada, vamos a centrarnos en una breve aproximación a la historia de la actual plaza de España. Para los habituales del programa, seguro que os acordáis que hace un par de temporadas dedicamos un programa a las dos plazas de España que llegó a tener casi al mismo tiempo Zaragoza en 1937 y cómo se solucionó esa duplicidad. En esta ocasión, vamos a recordar la no muy larga pero intensa vida de este singular y moderno espacio ciudadano, tan cambiante como la historia de la que ha sido testigo desde hace poco más de doscientos años.
Desde la Edad Media y hasta 1808 el espacio de la plaza era muchísimo más reducido, pues desde mediados del siglo XV estaba constreñida por el enorme hospital de Gracia y desde finales del siglo XIII por la iglesia y huerta del gran convento de San Francisco, que precisamente le daba nombre al pequeño espacio comprendido entre el Coso de Carabaceros y el de los Pelliceros, junto a la Puerta Cineja. En esta diminuta plaza de San Francisco destacaba al este y desde el siglo XV el monumento votivo denominado “Cruz del Coso”, que fue reedificado en 1632 y remodelado en su ornato en 1761. La plaza se abría hacia el sur a la estrecha calleja de Santa Engracia, que conducía a ese monasterio y a la puerta del mismo nombre, que por la escasa anchura y categoría de la citada calleja no era entrada principal a la ciudad desde el suroeste, en beneficio de la Puerta del Carmen.
Todo cambió con los asedios franceses de principios del siglo XIX, que transformaron radicalmente esta zona de la ciudad por el impacto destructivo tanto en el hospital de Gracia como en el convento de San Francisco, de tal forma que la nueva administración ocupante proyectó aquí el primer ensanche contemporáneo mediante un nuevo paseo Imperial que abría la ciudad hacia el sur entre las ruinas de la antigua plaza de San Francisco y el monasterio de Santa Engracia. Desde entonces la ligazón de la plaza con el nuevo paseo fue absoluta, convirtiéndose desde entonces y de esta forma en el nuevo centro urbano. La salida francesa de la ciudad en 1813 supuso que la plaza conoció el primer cambio de nombre, al recibir el del “Deseado” monarca absoluto Fernando VII. La época isabelina le otorgó el nombre con el que desde 1837 sería conocida durante una centuria: plaza de la Constitución, y además conoció el lento despeje de las ruinas de la guerra y la progresiva urbanización de la nueva plaza, con algunos de sus referentes visuales que desde entonces la caracterizarían, destacando entre ellos la Fuente de la Princesa desde 1845, el palacio de la Diputación Provincial desde 1858 y el Gran Hotel de Europa desde 1861. El creciente prestigio social de la plaza fue creciendo en paralelo a la ubicación en ella y en sus aledaños de algunos de los mejores comercios y hoteles de la ciudad, amén de algunos de los más importantes cafés como el Suizo, el Gambrinus, la Perla, el Oriental y el Royalty. Esta plaza fue además epicentro de las líneas de tranvías que desde 1885 y con tracción a sangre vertebraron el transporte urbano: Bajo Aragón, Torrero, Arrabal, Madrid y Circunvalación. Desde 1902 los modernos tranvías eléctricos continuaron este hecho.
La llegada del siglo XX trajo la primera gran transformación de la plaza, cuando la Fuente de la Princesa fue desmantelada en 1902 y sustituida por el monumento a los Mártires de la Religión y la Patria, de la misma forma que el monumento a Pignatelli era removido de la plaza de Aragón y sustituido por el del Justiciazgo. Este cambio se llevó por delante los tradicionales aguadores de la plaza e incluyó también la primera de las numerosas reformas de la isleta central que la rodeaba primero la fuente y luego el monumento, desde entonces cada vez más supeditada al creciente tráfico rodado conforme avanzaban las décadas del siglo. En los años veinte tuvo lugar otra reforma de la isleta ce

En el programa de hoy, noveno y último de la presente temporada, vamos a centrarnos en una breve aproximación a la historia de la actual plaza de España. Para los habituales del programa, seguro que os acordáis que hace un par de temporadas dedicamos un programa a las dos plazas de España que llegó a tener casi al mismo tiempo Zaragoza en 1937 y cómo se solucionó esa duplicidad. En esta ocasión, vamos a recordar la no muy larga pero intensa vida de este singular y moderno espacio ciudadano, tan cambiante como la historia de la que ha sido testigo desde hace poco más de doscientos años.
Desde la Edad Media y hasta 1808 el espacio de la plaza era muchísimo más reducido, pues desde mediados del siglo XV estaba constreñida por el enorme hospital de Gracia y desde finales del siglo XIII por la iglesia y huerta del gran convento de San Francisco, que precisamente le daba nombre al pequeño espacio comprendido entre el Coso de Carabaceros y el de los Pelliceros, junto a la Puerta Cineja. En esta diminuta plaza de San Francisco destacaba al este y desde el siglo XV el monumento votivo denominado “Cruz del Coso”, que fue reedificado en 1632 y remodelado en su ornato en 1761. La plaza se abría hacia el sur a la estrecha calleja de Santa Engracia, que conducía a ese monasterio y a la puerta del mismo nombre, que por la escasa anchura y categoría de la citada calleja no era entrada principal a la ciudad desde el suroeste, en beneficio de la Puerta del Carmen.
Todo cambió con los asedios franceses de principios del siglo XIX, que transformaron radicalmente esta zona de la ciudad por el impacto destructivo tanto en el hospital de Gracia como en el convento de San Francisco, de tal forma que la nueva administración ocupante proyectó aquí el primer ensanche contemporáneo mediante un nuevo paseo Imperial que abría la ciudad hacia el sur entre las ruinas de la antigua plaza de San Francisco y el monasterio de Santa Engracia. Desde entonces la ligazón de la plaza con el nuevo paseo fue absoluta, convirtiéndose desde entonces y de esta forma en el nuevo centro urbano. La salida francesa de la ciudad en 1813 supuso que la plaza conoció el primer cambio de nombre, al recibir el del “Deseado” monarca absoluto Fernando VII. La época isabelina le otorgó el nombre con el que desde 1837 sería conocida durante una centuria: plaza de la Constitución, y además conoció el lento despeje de las ruinas de la guerra y la progresiva urbanización de la nueva plaza, con algunos de sus referentes visuales que desde entonces la caracterizarían, destacando entre ellos la Fuente de la Princesa desde 1845, el palacio de la Diputación Provincial desde 1858 y el Gran Hotel de Europa desde 1861. El creciente prestigio social de la plaza fue creciendo en paralelo a la ubicación en ella y en sus aledaños de algunos de los mejores comercios y hoteles de la ciudad, amén de algunos de los más importantes cafés como el Suizo, el Gambrinus, la Perla, el Oriental y el Royalty. Esta plaza fue además epicentro de las líneas de tranvías que desde 1885 y con tracción a sangre vertebraron el transporte urbano: Bajo Aragón, Torrero, Arrabal, Madrid y Circunvalación. Desde 1902 los modernos tranvías eléctricos continuaron este hecho.
La llegada del siglo XX trajo la primera gran transformación de la plaza, cuando la Fuente de la Princesa fue desmantelada en 1902 y sustituida por el monumento a los Mártires de la Religión y la Patria, de la misma forma que el monumento a Pignatelli era removido de la plaza de Aragón y sustituido por el del Justiciazgo. Este cambio se llevó por delante los tradicionales aguadores de la plaza e incluyó también la primera de las numerosas reformas de la isleta central que la rodeaba primero la fuente y luego el monumento, desde entonces cada vez más supeditada al creciente tráfico rodado conforme avanzaban las décadas del siglo. En los años veinte tuvo lugar otra reforma de la isleta ce

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