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Prejuicios. Reflexiones que invitan a la revisión de conceptos Lecturas Logosóficas

    • Educación

Es de suma importancia prevenir a quien llevado por sus inquietudes y espontáneo impulso resuelve internarse en nuestros estudios, que una de las más obstinadas dificultades en demorar la comprensión plena de las enseñanzas de Logosofía la ocasionan los prejuicios. En efecto, ¿qué facultad de la inteligencia puede cumplir su cometido, netamente selectivo y analítico, si está trabada por uno o más prejuicios? Nadie podría contestar afirmativamente, por cuanto hay pruebas a montones que al punto la invalidan. El prejuicioso sufre una especie de embrujo que suele durarle toda la vida. Lo aterra el solo hecho de pensar que se podría contradecir lo que le ha sido inculcado o lo que admitió en su ingenuidad.

Lo cierto es que con esas personas la Logosofía debe realizar una dinámica y profunda labor depuratoria para desarraigar los prejuicios enquistados en sus mentes. Es, si se quiere, algo así como una operación quirúrgica de orden psicológico, necesaria de ser practicada para librar al paciente normal de ese genero de perturbaciones que tanto suelen afectar el curso de su vida.

Si no tuviéramos en nuestras manos el testimonio de centenares de casos, no hablaríamos con la convicción y seguridad con que lo hacemos. Hemos visto a muchos, libres ya de sus prejuicios, gustar las delicias de un bienestar que jamás habían tenido, y hemos escuchado sus confesiones sobre lo mucho que les abrumaba la opresión de tan paralizante deficiencia. ¡Cuánto lucha el hombre por su libertad! Y pensar que por dentro es tan esclavo...

Lo curioso es que muchos prejuicios provienen de fuentes dudosas, las más veces por haber "creído", el hombre en meros supuestos. Creído de buena fe, sin pensar que en ciertos casos su propia imaginación lo engañaba, y en otros, la imaginación de los demás. De ahí el origen de muchos prejuicios. Sin embargo —he aquí lo paradójico—, el que soporta el engaño es también el más desconfiado cuando a los ojos de su entendimiento y de su razón se le aproxima la verdad misma para que la examine, la estudie y ejercite sobre ella su criterio. Afortunadamente para él nuestra ciencia constituye la panacea ideal del desconfiado, ya que en uno de sus principios declara que nadie debe aceptar a ciegas lo nuevo, sino tras haber comprobado que es mejor que lo que tiene. La comprobación previa de una verdad es, pues, ley en el proceso de evolución consciente.

Sin extendernos sobre el particular, mencionaremos al paso los prejuicios religiosos y los de carácter intelectual, que son los que más endurecen la mente y el corazón de las personas atrapadas por ellos. La Logosofía, no obstante, ha conseguido desarraigar por completo en muchos casos ese mal psicológico que tanto daña al individuo sin que lo advierta.

Puede apreciarse, a través de lo expuesto, que es imperiosamente necesario despojarse de prejuicios, porque perturban el buen funcionamiento de las facultades de la inteligencia y dificultan, como ya hemos especificado, el normal desarrollo de las aptitudes superiores. Un saneamiento de prejuicios es, pues, indispensable para todo ser humano que quiera encarar con éxito el proceso de evolución consciente; mucho depende de ello el que pueda disfrutar desde un comienzo de las prerrogativas que le brinda el saber logosófico.

Es de suma importancia prevenir a quien llevado por sus inquietudes y espontáneo impulso resuelve internarse en nuestros estudios, que una de las más obstinadas dificultades en demorar la comprensión plena de las enseñanzas de Logosofía la ocasionan los prejuicios. En efecto, ¿qué facultad de la inteligencia puede cumplir su cometido, netamente selectivo y analítico, si está trabada por uno o más prejuicios? Nadie podría contestar afirmativamente, por cuanto hay pruebas a montones que al punto la invalidan. El prejuicioso sufre una especie de embrujo que suele durarle toda la vida. Lo aterra el solo hecho de pensar que se podría contradecir lo que le ha sido inculcado o lo que admitió en su ingenuidad.

Lo cierto es que con esas personas la Logosofía debe realizar una dinámica y profunda labor depuratoria para desarraigar los prejuicios enquistados en sus mentes. Es, si se quiere, algo así como una operación quirúrgica de orden psicológico, necesaria de ser practicada para librar al paciente normal de ese genero de perturbaciones que tanto suelen afectar el curso de su vida.

Si no tuviéramos en nuestras manos el testimonio de centenares de casos, no hablaríamos con la convicción y seguridad con que lo hacemos. Hemos visto a muchos, libres ya de sus prejuicios, gustar las delicias de un bienestar que jamás habían tenido, y hemos escuchado sus confesiones sobre lo mucho que les abrumaba la opresión de tan paralizante deficiencia. ¡Cuánto lucha el hombre por su libertad! Y pensar que por dentro es tan esclavo...

Lo curioso es que muchos prejuicios provienen de fuentes dudosas, las más veces por haber "creído", el hombre en meros supuestos. Creído de buena fe, sin pensar que en ciertos casos su propia imaginación lo engañaba, y en otros, la imaginación de los demás. De ahí el origen de muchos prejuicios. Sin embargo —he aquí lo paradójico—, el que soporta el engaño es también el más desconfiado cuando a los ojos de su entendimiento y de su razón se le aproxima la verdad misma para que la examine, la estudie y ejercite sobre ella su criterio. Afortunadamente para él nuestra ciencia constituye la panacea ideal del desconfiado, ya que en uno de sus principios declara que nadie debe aceptar a ciegas lo nuevo, sino tras haber comprobado que es mejor que lo que tiene. La comprobación previa de una verdad es, pues, ley en el proceso de evolución consciente.

Sin extendernos sobre el particular, mencionaremos al paso los prejuicios religiosos y los de carácter intelectual, que son los que más endurecen la mente y el corazón de las personas atrapadas por ellos. La Logosofía, no obstante, ha conseguido desarraigar por completo en muchos casos ese mal psicológico que tanto daña al individuo sin que lo advierta.

Puede apreciarse, a través de lo expuesto, que es imperiosamente necesario despojarse de prejuicios, porque perturban el buen funcionamiento de las facultades de la inteligencia y dificultan, como ya hemos especificado, el normal desarrollo de las aptitudes superiores. Un saneamiento de prejuicios es, pues, indispensable para todo ser humano que quiera encarar con éxito el proceso de evolución consciente; mucho depende de ello el que pueda disfrutar desde un comienzo de las prerrogativas que le brinda el saber logosófico.

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