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T01XE34 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco @latanace - Carne joven - Episodio exclusivo para mecenas Diario de una Amazona (con Celia Blanco @latanace)

    • Sexualidad

Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE34 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Carne Joven

Me entró por MetaverxApp, donde entran todas las personas que quieran. Al principio, lo hizo dedicándome palabras preciosas, intenciones sexuales y ganas de saber más de mí. “Tengo 23 años y me mide 23 centímetros”, me escribió. Yo le expliqué que no funcionaban así las cosas, que yo no mantenía contacto con cualquiera y que, el tamaño de su verga me era absolutamente indiferente.

Entonces me contó que estaba acostumbrado a las señoras de mucha más edad porque a él quien más lo excitaba era su madre. Este es uno de los grandes temas que trato. En los acompañamientos trato a un joven de 25 años que lleva dos acostándose con su madre y a las sesiones viene hasta la madre porque se sienten tan culpables que es imposible que lleguen a disfrutar de los encuentros.

“El pecado es demasiado grande”, dice ella. Y yo le digo que ningún Dios puede meterse en su placer, sea el que sea.

Jarkin aspiraba a eso. A follarse a su madre. En su caso, la espiaba cuando iba al baño o a su cuarto a desnudarse. Cogía sus bragas del cesto de la ropa sucia y las olía, escuchaba cuando ella se masturbaba y lo hacía al tiempo imaginando que estaban juntos. Jarkin estaba loco por su madre, un pedazo de señora de 52 años, preciosa, que se desvivía por su único hijo. Del padre no comentó nada, así que di por hecho que no participaba en la ecuación. Jarkin quería saber cómo acostarse con su madre y si, de hacerlo, estaría haciendo algo prohibido.

Prohibido. Pecado. Mal visto. El incesto es una de las sexualidades más vilipendiada porque siempre pensamos en el abuso de menores pero, ¿qué ocurre cuándo ambos son ya adultos? ¿Puede un padre acostarse con su hija de 25 años? ¿Y una madre con su hijo de 23? Sobra decir que el tema me parece apasionante y, como investigadora sexual que soy, quise seguir hablando con Jarkin.

Me contó que sabía muy bien cuándo su madre se masturbaba porque la oía gemir en su cuarto. Él deseaba ser el que estuviera con ella e imaginaba meterse en esa cama y tener todo el sexo que imaginaba con su propia madre.

—Tiene el cuerpo más bonito del mundo, es guapa, divertida, la pena es que yo sea su hijo y no pueda ser su pareja. Pero si ella quisiera… Si ella quisiera lo sería todo.

Una mañana me sorprendió tener un mensaje suyo tan temprano. Lo había mandado a las 3 de la mañana, pero yo lo leí a las 7.

“Anoche mi madre me dejó que le metiera los dedos”— Apareció en mi móvil.

Aquello me descolocó. Hasta entonces, creía estar tratando a un joven que sentía atracción sexual por su madre, pero, en realidad, era un chaval que mantenía sexo con ella. El epicentro de la cuestión era otro.

Estuvimos hablando más de una hora. Yo le pregunté cómo se sentía, él estaba pletórico. Aseguraba que le había encantado notar la humedad de su madre, escuchar sus gemidos al ritmo de sus dedos y hacerlo como ella le indicaba hasta conseguir que se corriera en sus manos. Jarkin se sentía muy poderoso después de aquello.

—NO ha querido que durmiéramos juntos, pero para mí es como si ya formara parte de su ser.

Jarkin se había eregido ya en amante y aspiraba a que lo que había sucedido se repitiera muchas más veces. Pero la madre no pensaba lo mismo. Para la madre, parecía que había sido un error fruto de un calentón mal apaciguado. Lo cierto es que su hijo la había masturbado y ella se había corrido.

Jarkin estaba tan emocionado que no dejaba de contármelo:

— Yo solo hice ruido para que ella supusiera que la estaba oyendo, entonces, me llamó. Me explicó que necesitaba darse placer porque estaba sola y es demasiado joven como para conformarse. Y yo le dije que siguiera. Que me gustaba que lo hiciera. Entonc

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Me entró por MetaverxApp, donde entran todas las personas que quieran. Al principio, lo hizo dedicándome palabras preciosas, intenciones sexuales y ganas de saber más de mí. “Tengo 23 años y me mide 23 centímetros”, me escribió. Yo le expliqué que no funcionaban así las cosas, que yo no mantenía contacto con cualquiera y que, el tamaño de su verga me era absolutamente indiferente.

Entonces me contó que estaba acostumbrado a las señoras de mucha más edad porque a él quien más lo excitaba era su madre. Este es uno de los grandes temas que trato. En los acompañamientos trato a un joven de 25 años que lleva dos acostándose con su madre y a las sesiones viene hasta la madre porque se sienten tan culpables que es imposible que lleguen a disfrutar de los encuentros.

“El pecado es demasiado grande”, dice ella. Y yo le digo que ningún Dios puede meterse en su placer, sea el que sea.

Jarkin aspiraba a eso. A follarse a su madre. En su caso, la espiaba cuando iba al baño o a su cuarto a desnudarse. Cogía sus bragas del cesto de la ropa sucia y las olía, escuchaba cuando ella se masturbaba y lo hacía al tiempo imaginando que estaban juntos. Jarkin estaba loco por su madre, un pedazo de señora de 52 años, preciosa, que se desvivía por su único hijo. Del padre no comentó nada, así que di por hecho que no participaba en la ecuación. Jarkin quería saber cómo acostarse con su madre y si, de hacerlo, estaría haciendo algo prohibido.

Prohibido. Pecado. Mal visto. El incesto es una de las sexualidades más vilipendiada porque siempre pensamos en el abuso de menores pero, ¿qué ocurre cuándo ambos son ya adultos? ¿Puede un padre acostarse con su hija de 25 años? ¿Y una madre con su hijo de 23? Sobra decir que el tema me parece apasionante y, como investigadora sexual que soy, quise seguir hablando con Jarkin.

Me contó que sabía muy bien cuándo su madre se masturbaba porque la oía gemir en su cuarto. Él deseaba ser el que estuviera con ella e imaginaba meterse en esa cama y tener todo el sexo que imaginaba con su propia madre.

—Tiene el cuerpo más bonito del mundo, es guapa, divertida, la pena es que yo sea su hijo y no pueda ser su pareja. Pero si ella quisiera… Si ella quisiera lo sería todo.

Una mañana me sorprendió tener un mensaje suyo tan temprano. Lo había mandado a las 3 de la mañana, pero yo lo leí a las 7.

“Anoche mi madre me dejó que le metiera los dedos”— Apareció en mi móvil.

Aquello me descolocó. Hasta entonces, creía estar tratando a un joven que sentía atracción sexual por su madre, pero, en realidad, era un chaval que mantenía sexo con ella. El epicentro de la cuestión era otro.

Estuvimos hablando más de una hora. Yo le pregunté cómo se sentía, él estaba pletórico. Aseguraba que le había encantado notar la humedad de su madre, escuchar sus gemidos al ritmo de sus dedos y hacerlo como ella le indicaba hasta conseguir que se corriera en sus manos. Jarkin se sentía muy poderoso después de aquello.

—NO ha querido que durmiéramos juntos, pero para mí es como si ya formara parte de su ser.

Jarkin se había eregido ya en amante y aspiraba a que lo que había sucedido se repitiera muchas más veces. Pero la madre no pensaba lo mismo. Para la madre, parecía que había sido un error fruto de un calentón mal apaciguado. Lo cierto es que su hijo la había masturbado y ella se había corrido.

Jarkin estaba tan emocionado que no dejaba de contármelo:

— Yo solo hice ruido para que ella supusiera que la estaba oyendo, entonces, me llamó. Me explicó que necesitaba darse placer porque estaba sola y es demasiado joven como para conformarse. Y yo le dije que siguiera. Que me gustaba que lo hiciera. Entonc

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