446 épisodes

Reflejos de su gloria es un programa que tiene como objetivo compartir las enseñanzas de las Escrituras, celebrando la gloria de Dios, con el deseo de reflejar su carácter con cada enseñanza.

Reflejos de su gloria David y Maribel

    • Religion et spiritualité

Reflejos de su gloria es un programa que tiene como objetivo compartir las enseñanzas de las Escrituras, celebrando la gloria de Dios, con el deseo de reflejar su carácter con cada enseñanza.

    Corintios-109 La nueva vida

    Corintios-109 La nueva vida

    La vida nueva

    “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” 2 Corintios 5:17

    En Cristo, somos nuevas criaturas. Los beneficios finales y completos los veremos en el momento de glorificación, cuando nuestros cuerpos mortales den paso a los eternos, mas ya hemos sido declaradas nuevas criaturas.

    ¿Cómo sabemos que somos una nueva creación, que hemos nacido de nuevo, que la gracia y el don de la justificación son reales en nuestra vida?

    2ª a los Corintios 5:15-18 dice así:

    “y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.
    De modo que si alguno está en Cristo, NUEVA CRIATURA ES; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;”

    Este texto habla de una obra de Dios, no de logros humanos. Fíjate en los verbos: nos reconcilió, nos dio, nos encargó. Y dice el versículo 18, “todo esto proviene de Dios”.

    Osea, somos nuevas criaturas, habiendo confesado a Dios nuestro pecado y recibido la obra de Cristo, y se hace evidente en que hay un cambio en nuestra vida. Las cosas viejas han pasado, y lo que ahora hay en nuestra vida (1) es nuevo, (2) y es de DIos y no nuestro.

    Muchos piensan que uno es salvo de su pasada manera de vivir para intentar cada día hacer buenas obras. Sin embargo es más la idea de que al ser reconciliadas con Cristo (versículos 18 y 19), nos asombramos nosotros mismos de que aquello que antes nos dominaba ya no nos domina. No que seamos perfectas, pero vamos viendo que el pecado que antes nos atraía, ahora nos desagrada. Lo que parecía que no conseguíamos hacer en nuestras fuerzas sin Cristo, ahora en Cristo es posible. Las cosas son hechas nuevas, “y todo esto proviene de Dios.”

    El apóstol lo expresa así en Gálatas 2:20:

    “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”

    ¿Quién vive, tú o Cristo? ¿Quién manda en tu vida, tú misma, o eres una nueva criatura?

    Si eres una nueva creación, si has confesado tus pecados y la gracia y el don de la justificación te han hecho una nueva criatura, entonces nos enseña la Palabra que lo que vives ahora en la carne lo vives en la fe del Hijo de Dios. No estás sola ante la tentación; no estás sola en la prueba.

    Hoy mismo examina tu vida para ver si has sido reconciliada con Cristo. Si es así, eres una nueva criatura, ya no vives tú; ahora es el momento de que Cristo sea reflejado en tu andar diario.

    Quizás hace tiempo que confesaste tu pecado y abrazaste la salvación de Cristo, pero luchas con dejarle a Cristo llevar las riendas de tu vida. ¡Cuidado! Eso no es el plan de Dios. Según estos versículos, rendimos nuestra vida en el momento de la salvación, pero debemos seguir rindiéndola cada día.

    Leemos en los evangelios que Jesús “decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.” Lucas 9:23

    Nueva criatura en el Señor, toma tu cruz cada día, dale las riendas de tu vida al Señor, “el cual te amó y se entregó a sí mismo por ti,” y síguelo.

    • 5 min
    Corintios-108 Vasos de barro

    Corintios-108 Vasos de barro

    Vasos de barro

    Si tuvieras que guardar algún tesoro, ¿dónde lo guardarías?

    En el capítulo 4 de 2 Corintios leemos que el tesoro de la gloria de Dios, la misma imagen de Dios, no se encuentra guardada en preciosos jarrones de cristal, ni vasijas de metales preciosos, sino en vasos de barro. No es la primera vez que Dios utiliza la imagen del alfarero para ilustrar que somos creación suya. Vasos de barro, frágiles, rudos, de más valor sentimental que material; eso somos nosotros. Nuestro valor lo llevamos en el interior, en el valor que Dios mismo nos ha dado al soplar su imagen en nosotros, al entregarnos su Espíritu en el momento de la salvación.

    Estos vasos de barro, nuestros cuerpos, sufren los achaques de la vida, mientras el Espíritu nos sigue dando aliento. Pablo lo expresa en estas palabras:

    “estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.” (2 Corintios 4:8-10)


    Si ya vimos que en el sufrimiento podemos experimentar consolación, veamos ahora cómo el sufrimiento nos recuerda que tenemos una esperanza futura que vale la pena.

    Todos estamos dispuestos a padecer un poco cuando los resultados de nuestro padecimiento valen la pena. Podemos pasar un poco de hambre o sudar la gota gorda, siempre y cuando al final notemos los resultados. Podemos estudiar arduamente si sabemos que al final del esfuerzo nos espera una titulación o un trabajo seguro. Con la meta deseada en el horizonte, podemos esforzarnos y sufrir sin desmayar, anticipando con esperanza aquello que deseamos.

    Así podemos resistir en los momentos de prueba “sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros. (dice el apóstol)
    Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios.”

    Pablo lo expresa así en 2 Corintios 4 y 5:

    “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.”

    Vasos de barro que con el tiempo y el uso se van desgastando. Nos agrietamos; la vida nos da golpes y nos dañamos. Mas un día pasaremos a tener cuerpos nuevos y duraderos. Moradas terrestres, tiendas perecederas donde habitamos temporalmente, pero que se transformarán un día en un edificio eterno, no hecho de manos. Esta esperanza cierta nos permite sobrellevar los momentos difíciles que enfrentamos en la vida. Cuando pases por momentos difíciles, recuerda tres cosas que Dios quiere: (1) Dios quiere que renovemos nuestro ser interior día a día a la luz de la Palabra. (2) Dios quiere que tengamos una visión correcta de este mundo, recordando que esto que aquí nos parece tan importante, es tan solo la antesala de lo que está por venir, y por lo tanto, (3) Dios quiere que mantengamos una visión correcta de la gloria venidera.


    Tenemos el consuelo que Dios ofrece en el momento de la prueba, y además, tenemos la esperanza de la morada eterna con nuestro Salvador. Nos encantaría no tener que sufrir el desgaste. Como Pablo expresa en el capítulo 5 versículo 4, no tener que desvestirnos de este cuerpo para vestirnos del nuevo.

    Pero el proceso...

    • 7 min
    Corintios-107 Cartas de Dios

    Corintios-107 Cartas de Dios

    Cartas de Dios

    En el capítulo 3 de 2 Corintios, cuando Pablo está defendiendo su apostolado, comenta que no necesitaba cartas de recomendación, porque los propios cristianos de Corinto eran sus cartas. Dice en los versículos 2 y 3:

    “Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.”

    ¿Cómo somos nosotros los creyentes cartas ante otros?


    Pablo hace referencia a la gloria que Dios mostró en el monte Sinaí, cuando entregó las tablas de la ley por medio de Moisés. Cuando Dios se le manifestó en el monte Sinaí, Moisés volvió con tal resplandor en su cara que el pueblo no podía mirarlo. Este se colocó un velo que lo cubría hasta que el reflejo de la gloria de Dios se desvaneciera. Este reflejo de gloria era pasajero, nos dice Pablo en el versículo 7.

    Esta gloria pasajera de la que leemos en los libros de Moisés es un mero destello de la gloria que produce la transformación del Espíritu Santo en nuestras vidas. La entrega de la ley mostraba al pueblo la condenación, dejando claro que nadie podría alcanzar la gloria por el cumplimiento de la ley, ya que ninguno puede cumplir la ley enteramente. Así que Dios en su bondad ha provisto acceso a Dios por el ministerio de la justificación, llevado a cabo por nuestro Salvador Jesucristo. Este produce una gloria eterna, a diferencia de aquella primera gloria que el pueblo de Dios pudo contemplar. Dice así Pablo:


    “Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece.”

    Moisés cubría su rostro hasta que la gloria de Dios pasara, mas Pablo dice a sus oidores que incluso aún el pueblo seguía con el velo puesto, incapaces de comprender el misterio de la justificación por fe. Pablo se lamenta en los versículos 14-16, “Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.” Dice Pablo

    Ocurre incluso hoy en día. Existe un velo que hace que muchos judíos no vean la justificación en Cristo. Y esto no sólo ocurre a los judíos. Ese mismo velo hace que muchos no entiendan que la justificación de Cristo es únicamente accesible a través de la fe, y no por obras. Cristo es el único acceso a la gloria de Dios.

    Los propios creyentes de Corinto eran ante el pueblo cartas de Dios, que mostraban este ministerio de justificación, predicado por los apóstoles, pero hecho posible únicamente por Cristo. Las vidas de cada uno de los cristianos debían ser cartas que cualquiera pudiera leer y volverse al Señor. En la conversión al Señor, el velo es quitado, permitiendo al creyente ver la gloria de Dios incluso en esta vida. El apóstol acaba el capítulo dándonos la preciosa imagen de este proceso en nuestras vidas:

    “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”

    Cartas abiertas, que llevan al lector a desear y disfrutar la gloria de Dios.

    • 5 min
    Corintios-106 El perdón

    Corintios-106 El perdón

    El perdón

    En el segundo capítulo de la segunda epístola, Pablo habla de una visita a Corinto que no había sido muy agradable. No estamos seguros de cuándo fue exactamente, pero sabemos por el texto que tras enviar la primera carta, Pablo los había visitado, ya que la reacción de algunos no había sido como se pudiera haber esperado. Por pasajes en la carta entendemos que algunos habían tratado de forma punitiva a personas que habían pecado, sin intentar hacerlo como Dios desea, buscando la restauración.

    Había algunos que habían hablado mal de Pablo, menospreciándolo y acusándole de querer tener el protagonismo para él. Pablo contesta a esto en el capítulo 3, asegurándoles que entendía bien que la única autoridad que él tenía sobre la iglesia era la establecida por Dios. Cuando enseñamos lo que Dios dice, la autoridad de nuestro mensaje no es nuestra, sino que es la autoridad del emisor original del mensaje.

    En respuesta a las acusaciones, Pablo reacciona con una disposición a perdonar. Le habían causado tristeza, como dice en el versículo 5, pero Pablo pide que se perdone al que le había ofendido. Me encanta ver la bondad del apóstol reflejada en el versículo 7 cuando les dice: “más bien deberían perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza.” Su deseo era que mostraran perdón y amor hacia el que lo había atacado. Este perdón y amor sería prueba de la obra de Dios en sus vidas. Pablo les recuerda que él ya los había perdonado, y curiosamente les dice que lo ha hecho “para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros (dice); pues no ignoramos sus maquinaciones.”

    Es importante notar que cuando no perdonamos, estamos dando rienda suelta a Satanás para estropear nuestra existencia. Él desearía vernos amargadas, guardando rencores por daños pasados, llegando a amargarnos. ¿Pero quién querría vivir así cuando podemos escoger el perdón?

    Pablo podía perdonar porque tenía la vista puesta en Cristo. Lo que otros pudieran hacerle a él no era tan importante. Su deseo era que el nombre de Cristo fuera manifestado.
    En el 2:14 Pablo dice: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento.”

    Si practicamos el perdón, desprenderemos un grato olor, el olor de su conocimiento. La falta de perdón también desprende un olor, pero es un olor amargo, desagradable. Pidamos a Dios que nos de la capacidad de perdonar, para que de nuestra vida se desprenda una fragancia que otros puedan notar, y les lleve a desear a Cristo, el que produce la dulce fragancia del perdón.

    • 4 min
    Corintios-105 La consolación

    Corintios-105 La consolación

    La consolación

    En el primer capítulo de la epístola a los Corintios, Dios nos muestra una bendición detrás del sufrimiento. No nos gusta sufrir, y sin embargo, el sufrimiento es común a cada uno de nosotros. Pero podemos preguntarnos: ¿Por qué permite Dios que suframos?

    Entendemos que el pecado entró en el mundo a causa de la decisión del hombre. Y por el pecado vino la maldición. En este sentido entendemos que hay sufrimiento y muerte en este mundo a pesar de la bondad de Dios. Pero ¿por qué permitiría Dios que los que vivimos la vida cristiana suframos? A veces incluso tenemos la sensación de que sufrimos más que los demás.

    ¿Qué bendición secreta puede estár escondida en situaciones de sufrimiento? Pablo escribe esto a los corintios: 2 Cor. 1.3-6

    “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.
    Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación.
    Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos.

    Este texto nos asegura que cuando sufrimos, Dios está con nosotros. Nos lleva a entender que Dios permite que suframos para que podamos experimentar su consolación. Así, cuando alguien a nuestro alcance pase por una situación similar, podremos consolarlos con la misma consolación con la que Dios nos ha consolado a nosotros.

    Pablo había sufrido (y había causado sufrimiento); podríamos decir que era un experto en la materia. En cada aflicción, había experimentado la consolación de Dios, y aquí está animando a los corintios a practicar una dinámica de consuelo, experimentando la consolación y consolando. Así como Dios nos consuela en la aflicción, Dios espera que consolemos a otros en su aflicción.

    En el momento de la aflicción, es difícil parar a analizar en qué manera estamos siendo consolados por Dios directamente y por otros. En la Biblia se nos presenta al Espíritu Santo como El Consolador. Si podemos ser capaces de parar y notar la consolación que experimentamos en los momentos difíciles, comenzaremos a experimentar el ciclo de la consolación. El primer paso es apreciar conscientemente cómo somos consolados. Luego, cuando llegue el momento en que otro esté pasando por un momento difícil, podremos pedir a Dios que seamos sabios y sensibles a la situación, para comportarnos de forma que la otra persona pueda sentir el apoyo y consolación. Notemos que no se trata de irrumpir para contar nuestra situación personal. Muchas veces hacemos esto, y sin darnos cuenta, estamos desviando la atención hacia nosotros. Esta no es la idea de consolación que Dios quiere comunicar, pero es lo que más fácil nos resulta. Dios ve, escucha, y en sabiduría conforta. Nosotros, imitando a Dios, podemos practicar lo mismo: observar, escuchar y ofrecer la sabiduría de la Palabra de Dios.

    ¿En qué situaciones difíciles te has visto involucrada? A veces queremos olvidarlas, pero es de provecho recordarlas. Haz un esfuerzo que vale la pena; analiza tus situaciones de aflicción o sufrimiento para notar las maneras en las que el Señor te ha mostrado Su presencia y la forma en que otros te han sido de consuelo. ¿Recuerdas cómo te consoló el Señor? ¿Recuerdas de qué modo te sentiste animada o consolada? Te animo a comenzar ese ciclo y practicar la consolación en tu vida diaria, y verás lo que Dios hace en ti y a través de ti.

    • 5 min
    Corintios-104 La segunda carta

    Corintios-104 La segunda carta

    La segunda carta

    Cuando Pablo escribe la segunda carta a la iglesia de Corinto, vemos que Timoteo, el joven predicador, estaba con él. Se cree que esta segunda carta fue escrita desde Macedonia durante el tercer viaje misionero del apóstol. Tito llevó la carta a la iglesia en Corinto y después volvió con buenas noticias del buen espíritu que había encontrado en la iglesia (7:5-16).

    En esta carta, Pablo dedica varios capítulos a la defensa de su ministerio de apostolado, explicando cómo Dios lo llamó para que compartiera el mensaje del evangelio a judíos y a gentiles. Esto lo leemos en 2 Corintios 4:5, donde dice: ”Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.”

    Pablo declara que aunque hay momentos difíciles en la vida del cristiano, por la gracia de Dios, podemos permanecer firmes, confiando en la esperanza venidera. Pablo incluso comparte su propia experiencia personal, cómo él sufría con algo que Dios había permitido en su vida, y cómo pudo glorificar a Dios incluso a través de este aguijón, como él mismo lo denomina.

    En los capítulos 8 y 9, Pablo anima a los cristianos de Corinto a ayudar a los de Jerusalén que estaban pasando dificultad, porque si Cristo dió hasta su propia vida por nosotros, nosotros podemos al menos dar de lo que tenemos para atender a las necesidades especiales de otros.

    Pablo pide en la última parte de la carta que cada uno se examine a sí mismo, para comprobar que en verdad estamos en la fe.

    Veremos con algo más de detalle algunos de los temas que nos presenta esta carta, pero por ahora, te animo a que tomes un ratito para leer los 13 capítulos deseando que Dios te hable a través de Su Palabra.

    Acabo con el último versículo de la carta, deseando que “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.”

    • 3 min

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