Los últimos días del Imperio Otomano La ContraHistoria

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En 1914 el Imperio Otomano se encontraba en la fase final de su prolongada decadencia, pero seguía siendo una potencia digna de tener en cuenta en tanto que ocupaba una gran extensión geográfica de 2,5 millones de kilómetros cuadrados y tenía unos 25 millones de habitantes. En la segunda mitad del siglo XIX y los primeros años del siglo XX había perdido prácticamente todos sus territorios europeos, pero aún controlaba los estrechos del Bósforo y los Dardanelos y se extendía por todo Oriente Próximo y parte de Oriente Medio. Los actuales Turquía, Siria, Líbano, Israel, Jordania, Irak y parte de Arabia Saudita y Yemen integraban el imperio. Era económicamente débil y padecía una gran agitación política tras la revolución de los jóvenes turcos de 1908. Las potencias occidentales no esperaban gran cosa de los otomanos más allá de perseverar en su lento pero imparable ocaso, aun así, era un aliado interesante en tanto que controlaba el acceso al mar Negro y la encrucijada del levante mediterráneo.

Con el estallido de la guerra en agosto de aquel año el Gobierno otomano se mantuvo al principio a la expectativa, pero pronto tomó partido. Escogió el bando de las potencias centrales acaudillado por la Alemania imperial. A finales de octubre atacó junto a los alemanes el puerto de Odesa, en la costa ucraniana del mar Negro ocasionando que el imperio británico y Francia le declarasen la guerra. Los otomanos poco podían decidir en el frente occidental, pero sí que podían hacer daño al comercio británico en el Mediterráneo oriental y presionar a Rusia desde el sur. Unos meses más tarde los británicos concibieron un plan para sacarles de la guerra desembarcando tropas en los Dardanelos para que ocupasen Constantinopla. Ese plan salió mal, pero no otros que se habían trazado en Londres para neutralizar al imperio otomano. En 1916 estalló la revuelta árabe instigada por los británicos que llegaron a un acuerdo secreto con los franceses para repartirse los restos del imperio.

En ese acuerdo, conocido como tratado Sykes-Picot, se preveía el reparto de los restos del imperio en medio oriente dejando para el tratado posterior al final de la guerra el destino de Anatolia. Ese tratado se negoció en Sèvres y fue ratificado por los delegados del sultán en agosto de 1920. Sèvres no marcaba el fin del imperio otomano, pero si su renuncia a todo territorio que no estuviese poblado por comunidades de etnia turca. Todo lo demás quedaría bajo administración de las potencias vencedoras o se conformarían nuevos Estados. Siria y el Líbano pasarían a control francés, Mesopotamia, Jordania y Palestina al del Reino Unido. En la península arábiga surgieron dos reinos que darían lugar años más tarde a Arabia Saudita. La actual Turquía quedaba dividida entre Francia, el Reino Unido, Grecia e Italia con un imperio otomano muy reducido en el centro de la península de Anatolia.

Pero el tratado nunca llegó a entrar en vigor. Los nacionalistas turcos capitaneados por Mustafá Kemal se rebelaron contra sus disposiciones y declararon la guerra a los aliados y al Gobierno del sultán. Esa guerra duró más de cuatro años y dio lugar a la República de Turquía que consiguió establecerse sobre la península. En 1923 se firmó la paz en Lausana y quedó abolido el sultanato, ultimo resto de un imperio que había durado más de 600 años y que en su momento álgido a mediados del siglo XVII se extendía por tres continentes desde el Danubio a las costas del océano Índico.

En El ContraSello:
01:05:03- Los enigmas de Colón y los misterios en la historia
01:11:41 - Grandes hombres de Roma y Bizancio

Bibliografía:
- "Los últimos días del Imperio otomano" de Ryan Gingeras - https://amzn.to/4bbYG5i
- "Breve historia del Imperio otomano" de Eladio Romero García - https://amzn.to/4d7L2lr
- "La caída de los otomanos" de Eugene Rogan - https://amzn.to/4bbSCJI

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En 1914 el Imperio Otomano se encontraba en la fase final de su prolongada decadencia, pero seguía siendo una potencia digna de tener en cuenta en tanto que ocupaba una gran extensión geográfica de 2,5 millones de kilómetros cuadrados y tenía unos 25 millones de habitantes. En la segunda mitad del siglo XIX y los primeros años del siglo XX había perdido prácticamente todos sus territorios europeos, pero aún controlaba los estrechos del Bósforo y los Dardanelos y se extendía por todo Oriente Próximo y parte de Oriente Medio. Los actuales Turquía, Siria, Líbano, Israel, Jordania, Irak y parte de Arabia Saudita y Yemen integraban el imperio. Era económicamente débil y padecía una gran agitación política tras la revolución de los jóvenes turcos de 1908. Las potencias occidentales no esperaban gran cosa de los otomanos más allá de perseverar en su lento pero imparable ocaso, aun así, era un aliado interesante en tanto que controlaba el acceso al mar Negro y la encrucijada del levante mediterráneo.

Con el estallido de la guerra en agosto de aquel año el Gobierno otomano se mantuvo al principio a la expectativa, pero pronto tomó partido. Escogió el bando de las potencias centrales acaudillado por la Alemania imperial. A finales de octubre atacó junto a los alemanes el puerto de Odesa, en la costa ucraniana del mar Negro ocasionando que el imperio británico y Francia le declarasen la guerra. Los otomanos poco podían decidir en el frente occidental, pero sí que podían hacer daño al comercio británico en el Mediterráneo oriental y presionar a Rusia desde el sur. Unos meses más tarde los británicos concibieron un plan para sacarles de la guerra desembarcando tropas en los Dardanelos para que ocupasen Constantinopla. Ese plan salió mal, pero no otros que se habían trazado en Londres para neutralizar al imperio otomano. En 1916 estalló la revuelta árabe instigada por los británicos que llegaron a un acuerdo secreto con los franceses para repartirse los restos del imperio.

En ese acuerdo, conocido como tratado Sykes-Picot, se preveía el reparto de los restos del imperio en medio oriente dejando para el tratado posterior al final de la guerra el destino de Anatolia. Ese tratado se negoció en Sèvres y fue ratificado por los delegados del sultán en agosto de 1920. Sèvres no marcaba el fin del imperio otomano, pero si su renuncia a todo territorio que no estuviese poblado por comunidades de etnia turca. Todo lo demás quedaría bajo administración de las potencias vencedoras o se conformarían nuevos Estados. Siria y el Líbano pasarían a control francés, Mesopotamia, Jordania y Palestina al del Reino Unido. En la península arábiga surgieron dos reinos que darían lugar años más tarde a Arabia Saudita. La actual Turquía quedaba dividida entre Francia, el Reino Unido, Grecia e Italia con un imperio otomano muy reducido en el centro de la península de Anatolia.

Pero el tratado nunca llegó a entrar en vigor. Los nacionalistas turcos capitaneados por Mustafá Kemal se rebelaron contra sus disposiciones y declararon la guerra a los aliados y al Gobierno del sultán. Esa guerra duró más de cuatro años y dio lugar a la República de Turquía que consiguió establecerse sobre la península. En 1923 se firmó la paz en Lausana y quedó abolido el sultanato, ultimo resto de un imperio que había durado más de 600 años y que en su momento álgido a mediados del siglo XVII se extendía por tres continentes desde el Danubio a las costas del océano Índico.

En El ContraSello:
01:05:03- Los enigmas de Colón y los misterios en la historia
01:11:41 - Grandes hombres de Roma y Bizancio

Bibliografía:
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