Liderando Tu Vida Matti Hemmi

Cuando tu realidad cambia más deprisa de lo que esperas, y sobre todo cuando lo hace de forma inesperada, es más que probable que la situación te descoloque y te deje "fuera de juego".

Pasado el momento inicial, lo ideal es que leas la situación de la forma más objetiva posible.

Una de las razones por las que la mayoría de los nuevos proyectos empresariales, e individuales (como las resoluciones de año nuevo), no salen adelante es por el tipo de motivación que tienen sus líderes y/o los que les deben apoyar.

Cuando las circunstancias se vuelven complicadas, especialmente para una persona o un colectivo, lo normal es que esa persona o personas se sientan vulnerables.

La persona etiquetará la situación como complicada dependiendo sobre todo de la percepción de peligro y de sus riesgos. Si es el caso, es muy posible que los miedos aumenten.

Ante esta sensación de vulnerabilidad pueden aparecer otras emociones aún más paralizantes que el miedo como p.e., la vergüenza, la culpa.

Y aunque estas reacciones pueden parecer normales e inevitables, en realidad no tiene porque ser así.

Ante esta situación, la pregunta es: ¿mostrarte vulnerable es un síntoma de debilidad, o es una fortaleza?

A menudo pensamos que la realidad es tal y como la vemos.

Y lo que a muchos se nos olvida, es que lo que en realidad estamos gestionando -en nuestras mentes- es la percepción que estamos teniendo de esa realidad.

O dicho de otra manera, en esos momentos no estamos siendo conscientes de cómo funciona nuestra mente a la hora de leer la realidad. Y me refiero al hecho de que nos “despistamos” y no nos percatamos de que estamos accediendo a una pequeñísima parte de toda la información disponible en un momento dado.

Como consecuencia no nos damos cuenta de cómo estamos elaborando pensamientos y emociones a partir de esa cantidad limitada de información.

En un mundo que cada día está más enfocado en la inmediatez, y a la gratificación instantánea, nos gusta ver gente que hace cosas increíbles, pero nos cuesta apreciar o siquiera entender qué es lo que habrá hecho el protagonista del logro para conseguirlo.

Claramente somos una sociedad en la que cuando hablábamos de hábitos solíamos conectar con el concepto de o bien costumbres poco sanas como fumar, beber, etc, o por el contrario con el de costumbres que benefician la salud física (dormir, hacer ejercicio, alimentarse correctamente).

Pero claramente este enfoque se queda corto, y deja de lado muchos otros hábitos como podrían ser los de leer, estudiar, aprender, decidir, escuchar, apreciar, agradecer, o incluso otros aún quizás más sorprendentes como negociar, gestionar el tiempo, invertir, etc.

En definitiva, comportamientos, habilidades, formas de hacer, susceptibles de convertirse en hábitos.

En los momentos de pérdida es cuando es más fácil que sientas que no cuentas con los recursos para gestionar esa situación.

La incapacidad para hacer frente a la realidad se transforma en altos niveles de estrés, y se ponen en marcha diferentes mecanismos de defensa.

Nuestros pensamientos se agolpan, y ninguno parece ayudarnos a gestionar lo que está ocurriendo. Lo que toca es sentir, pero eso a menudo resulta doloroso.

Ser consciente de lo que ocurre y contar con herramientas para entenderlo, te ayuda a sobrellevar la situación lo mejor posible. El dolor sigue estando, pero es posible transformar el sufrimiento en emociones más elevadas que te ayuden a asimilar lo ocurrido.