4 episodi

Prepárate y abraza con fuerza tu almohada, porque estás a punto de escuchar historias espeluznantes, leyendas urbanas que jamás escuchaste
y anécdotas siniestras que tranquilamente puede pasarte a ti, ahí en tu habitación.

Paranoid Terror Jonatan Carrasco

    • Cronaca nera

Prepárate y abraza con fuerza tu almohada, porque estás a punto de escuchar historias espeluznantes, leyendas urbanas que jamás escuchaste
y anécdotas siniestras que tranquilamente puede pasarte a ti, ahí en tu habitación.

    A las 10 horas

    A las 10 horas

    Hace un par de meses conocí a una chica por Facebook. La recuerdo muy bien, bella por dentro y por fuera, muy alegre, con un carisma único, una locura exquisita y una inteligencia encantadora; extrovertida en su perfil, de las que le toman foto a todo y publican parte de lo que hacen en el día; en dónde se encontraba, a dónde iba, cuál era su estado de ánimo, una selfie, qué comía, sus tristezas, sus alegrías. En fin, de verdad daba gusto leerla, disfrutar de sus publicaciones, de sus locuras y ocurrencias y, a la distancia, ser parte de su vida.

    Todo empezó con un comentario en un grupo, luego una charla, luego otra, una solicitud de amistad, empezamos a saber más de cada uno, compartir historias, nuestro tiempo, anécdotas, confesiones, más temprano que tarde nos volvimos muy amigos. Forjamos una amistad muy bonita, éramos inseparables a pesar de la distancia; nos contábamos y reíamos de todo, llorábamos y nos apoyábamos juntos, había una conexión muy especial y teníamos la esperanza de algún día poder conocernos.

    Como ya dije, conversábamos todos los días, además, teníamos una promesa bajo juramento. Prometimos que pasara lo que pasara, siempre nos saludaríamos por la mañana, sin importar nada. Con el paso del tiempo, las cosas cambiaron. Ya no conversábamos tanto, ella solía estar ocupada con sus cosas y yo con mi trabajo, pero no perdimos esos detalles que indiquen que estábamos presentes el uno para el otro. Hasta el día de hoy nadie ha incumplió la promesa, los saludos matutinos ahí se encontraban, cada vez más cortos, sólo un simple saludo y no más.

    Desde hace nueve días, su perfil se ha vuelto triste y abandonado, ya no publica sus estados de ánimo, ya no había fotos, ni sus ocurrencias. 

    Le he preguntado a diario, por mensaje, el por qué de este cambio, el por qué de su ausencia sin obtener ninguna respuesta, sólo ese mensaje a manera de saludo que siempre llega por las mañanas, a la misma hora, con las mismas palabras, a las diez de la mañana. Esto me inquieta bastante, ella no es así, algo está pasando y se vuelve cada vez más desesperante, recibir el mismo mensaje sin rastros de ella.

    Hoy por la mañana leí algo que me dejó petrificado. Su madre publicó, en el perfil de mi amiga, un mensaje en el que agradece a todos por las oraciones y muestras de cariño para con la familia, por la pérdida de la vida de su hija así como el anuncio de que esa cuenta desaparecería.

    Al cabo de unos minutos, una vez recuperado de mi shock y con un poco de valor, con las manos sudando y los dedos entorpecidos, mandé un mensaje a su madre como muestra de apoyo, más con tintes de investigación, de saber si no había sido alguna equivocación o una broma, una mala broma. Y en el fondo, así deseaba que fuera, una broma. Sin embargo, su madre lo ha confirmado, hace diez días que ella había muerto. Entonces, sólo entonces, mis músculos ceden y mi rostro se pierde, las lágrimas aparecen y mi corazón enmudece, mi cuerpo me abandona, se pierde en la nada sin poder regresar, se va lejos. el corazón late con fuerza mientras mis pensamientos se clavan en una idea, ¿cómo puede ser que esté muerta si he estado recibiendo sus mensajes estos nueve días?

    Caminé inquieto por la habitación, de un lado a otro, tomé el móvil y revisé la conversación por si había habido algún error, pero no, ahí estaban los mensajes de esos días. Levanté la vista y reflejado en el espejo miro el reloj colgado en la pared, son la diez de la mañana, en el bolso izquierdo del pantalón un pitido, acompañado de una vibración, hizo que salte asustado y con miedo saco el móvil del bolsillo para revisarlo, había un mensaje nuevo, el cual decía: “Buenos días, espero que te encuentres bien, lo prometido es deuda, te dejo mi saludo como cada mañana. Estoy esperando a que tú pierdas para que vengas a visitarme y al fin conocernos.»

    • 8 min
    A donde van los niños malos

    A donde van los niños malos

    Frank era un periodista nacido en el país de méxico. Cuando apenas era un niño, él y sus padres, tomaron un viaje rumbo al Líbano, un país ubicado en el medio oriente. Fue en ese pais donde pasó la mayor parte de su vida.

    Él recuerda que cuando tenia 6 o 7 años, el país estaba arrasado por la guerra y los asesinatos eran comunes y frecuentes. Tambien recuerda, que la mayor parte del tiempo se quedaba en casa frente a la televisión viendo un show... demasiado extraño.

    Se trataba de un programa para niños que duraba unos 30 minutos y contenía imágenes extrañas y siniestras. Hasta el día de hoy, él cree que era un intento de los medios de comunicación de usar tácticas de miedo para mantener a los niños adoctrinados, ya que la moraleja de cada episodio giraba en torno a las ideologías agresivas como ”los niños malos se acuestan tarde”, ”los niños malos desobedecen a sus padres” y ”los niños malos no desean estudiar”.

    Los episodios de la serie eran muy extraños, y para colmo, se emitían en árabe. Frank no entendía mucho, pero en su mayoría las imágenes que se presentaban eran muy gráficas y comprensivas. Sin embargo, lo que más me quedó grabado en su mente fue el final. Era el mismo en casi todos los episodios. La cámara se acercaría a una vieja, oxidada y cerrada puerta. A medida que se acercaba más a la puerta, unos gritos extraños e incluso agonizantes se harían más audibles. Era extremadamente espantoso, especialmente para una programación infantil. Entonces un texto árabe aparecería en la pantalla leyendo: ”Ahí es a donde van los niños malos.” Eventualmente la imagen y el sonido desaparecerían, y el episodio terminaba.

    Pasaron 15 años y Frank se convirtió en fotógrafo periodístico. Había pasado por muchas cosas para llegar a ese punto de su vida. Sin embargo, el show que veía en television cuando era niño siempre lo persiguió en sus recuerdos. Así que un día, harto de seguir así, decidió ponerle fin al asunto y se puso a investigar. Después de varios días de arduo trabajo, finalmente se las arregló para descubrir la ubicación del estudio donde se había llevado a cabo la grabación del show. Al llegar al lugar, descubríó que ahora estaba desolado y había sido abandonado después de que la guerra terminó.

    Con gran resolución, entró al edificio con su cámara. Estaba quemado por dentro. Quizás un incendio había ocurrido o alguien quiso incinerar todos los muebles de madera. Después de un par de horas de tomar algunas fotos y realizar una cautelosa inspección, encontró una sala ligeramente apartada del lugar principal. Después de romper algunos candados y abrir una pesada puerta, lleguó a un cuarto con apariencia lúgubre, el cual identificó como el lugar que aparecía al final de los episodios de la serie. Lo que Frank vió lo dejó paralizado por varios minutos. Habían trazas de sangre y pequeños fragmentos de huesos esparcidos en el suelo. Parecía una escena sacada de la más tenebrosa película de terror. Sin embargo, lo que veían sus ojos, era real.

    Además de huesos pequeños y sangre, tambien había rastros de cabello y dientes que (según dedujo) pertenecieron a niños pequeños. Era una escena de lo más tétrica. Sin embargo, lo que más me espantó y me hizo nunca más volver, fue el atornillado y enjaulado micrófono colgando de el techo en medio del cuarto

    • 7 min
    A todo el mundo le gusta los bebés gorditos

    A todo el mundo le gusta los bebés gorditos

    A todo el mundo le gustan los bebés gorditos. Es imposible resistirse a pellizcarles sus mejillas sonrosadas, hacerle cosquillas en su barriguita y mimarlos con cariño. Son los culpables de las sonrisas más alegres y contagiosas de todo el día.

    Mi bebé es muy delgado. He intentado de mil maneras que engorde, pero se resiste en cada intento. Se niega a beber los preparados que le doy y parece que su metabolismo no le permite digerir correctamente los alimentos. Nadie quiere pellizcarlo o jugar con sus pequeños pies. Cuando salgo a hacer las compras con él en brazos, la gente se aparta y actúa como si no existiera.

    A veces siento como si no engordara a propósito, sólo para robarme mis preciosos años de maternidad. Sé que es una locura. Luego me siento culpable y lloro por haberlo pensado. Lo único que quiero es que mi bebé sea saludable.

    Mi marido dice que tengo depresión post-parto. Pero es aún peor. Se encierra en el dormitorio y nunca quiere salir a ninguna parte conmigo o con el bebé. Sé que me mira de manera diferente, y me preocupa que ya no encuentre mi cuerpo atractivo.

    Ayer en el supermercado alguien llamó a la policía porque se piensa que estoy matando de hambre a mi bebé. No paro de repetir a los detectives que estoy haciendo todo lo posible para que él engorde, pero no quieren escucharme.

    Por eso mismo estoy escribiendo esta declaración a mi abogado. Cuando él me saque de aquí y lo recupere, quiero demandar a este departamento de policía por  difamación. No sólo dicen que no merezco a mi bebé, sino que me han llamado “Enferma mental”. Aunque lo que más me duele es que ellos se refieran a él como “Cadáver en putrefacción”.

    • 3 min
    Capítulo 0

    Capítulo 0

    Prepárate y abraza con fuerza tu almohada, porque estás a punto de esuchar historias espeluznantes, leyendas urbanas que jamás escuchaste 

    y anécdotas siniestras que tranquilamente puede pasarte a tí, ahí en tu habitación. 

    • 26 sec

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