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San Vicente de Paúl, Presbítero Homilía Diaria en FormacionCatolica.org

    • Cristianesimo

Evangelio según san Mateo 9, 35-38







Y Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, enseñando en sus sinagogas y proclamando la Buena Nueva del Reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y viendo a las muchedumbres, tuvo compasión de ellas, porque estaban como ovejas que no tienen pastor, esquilmadas y abatidas. Entonces dijo a sus discípulos: “La mies es grande, mas los obreros son pocos. Rogad pues al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”.















***















San Vicente Paúl







Memoria de san Vicente Paúl, presbítero, que lleno de espíritu sacerdotal y entregado en París al servicio de los pobres, veía el rostro del Señor en cada persona doliente. Fundó la Congregación de la Misión (Paúles), al modo de la primitiva Iglesia, para formar santamente al clero y subvenir a los necesitados, y con la cooperación de santa Luisa de Marillac, fundó también la Congregación de Hijas de la Caridad.







San Vicente de Paúl nació en Dax, cerca de los Pirineos. Sus padres eran labriegos y pasaban apuros para alimentar a sus seis hijos. Vicente colaboró en la economía familiar, cuidando un pequeño hato de ovejas.







Lo pusieron a estudiar con los franciscanos. Un señor de la tierra, al ver sus buenas cualidades, lo tuvo como preceptor de sus hijos y lo mandó a estudiar a Zaragoza y a Toulouse. A los 19 años recibió el sacerdocio.







Yendo en barco de Marsella a Narbona fueron atacados por tres bergantines turcos y tuvieron que rendirse. Los llevaron a Túnez y los expulsieron a la venta en la plaza. Los probaron como a los caballos: les miraron los dientes, les hicieron correr y levantar pesos para ver sus fuerzas.







Vicente pasó por varias manos: un pescador, un alquimista y un cristiano renegado al que Vicente volvió al cristianismo. Con él llegó hasta Roma. Entró en contacto con la Curia que le confió un despacho para Enrique IV. Con este motivo llegó Vicente a París el 1609.







Buen entrenamiento había tenido para su misión apostólica. Además, su bondad, su inteligencia, su delicadeza, se imponían siempre. " ¡Qué bueno debe ser Dios, exclamaba Bossuet, cuando ha hecho tan bueno a Vicente de Paúl!" Se pone en contacto con el maestro espiritual Berulle. Desde ahora, muchas personas de la aristocracia se dirigen con él y le ayudarán.







Un día desapareció. Quería una vida más sencilla. La parroquia de Chatillón se transformó. De París le urgían que volviera. No lo consiguieron hasta que la jerarquía se lo mandó. En Chatillon lo lloraron.







En París continúa las prodigiosas obras de caridad que empezó en Chatillon. Organiza cofradías, atiende y defiende a los condenados a las galeras. Conoce su vida lastimosa: expuestos a toda inclemencia, reciben azotes e insultos, sin esperanza alguna. Un día reemplaza a un pobre remero para conocer así su amarga vida. Recorrió galeras y cárceles. Así consiguió cambiar la legislación y un trato más humano para ellos.







Su celo apostólico lo lanza a todas partes. Funda la Congregación de los Sacerdotes de la Misión, para reformar el clero, dirigir seminarios y dar misiones. El centro es San Lázaro, por lo que se llaman Lazaristas.







Su trato con Luis XIII y con la regente Ana de Austria le será muy útil para sus obras de caridad. Reúne damas y caballeros, forma asociaciones para atender a tantas necesidades creadas por la guerra: pobres, hambrientos, golfilios, enfermos. Donde hay una necesidad, allí está Vicente.







"No es lícito perderse en teorías, escribía,

Evangelio según san Mateo 9, 35-38







Y Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, enseñando en sus sinagogas y proclamando la Buena Nueva del Reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y viendo a las muchedumbres, tuvo compasión de ellas, porque estaban como ovejas que no tienen pastor, esquilmadas y abatidas. Entonces dijo a sus discípulos: “La mies es grande, mas los obreros son pocos. Rogad pues al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”.















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San Vicente Paúl







Memoria de san Vicente Paúl, presbítero, que lleno de espíritu sacerdotal y entregado en París al servicio de los pobres, veía el rostro del Señor en cada persona doliente. Fundó la Congregación de la Misión (Paúles), al modo de la primitiva Iglesia, para formar santamente al clero y subvenir a los necesitados, y con la cooperación de santa Luisa de Marillac, fundó también la Congregación de Hijas de la Caridad.







San Vicente de Paúl nació en Dax, cerca de los Pirineos. Sus padres eran labriegos y pasaban apuros para alimentar a sus seis hijos. Vicente colaboró en la economía familiar, cuidando un pequeño hato de ovejas.







Lo pusieron a estudiar con los franciscanos. Un señor de la tierra, al ver sus buenas cualidades, lo tuvo como preceptor de sus hijos y lo mandó a estudiar a Zaragoza y a Toulouse. A los 19 años recibió el sacerdocio.







Yendo en barco de Marsella a Narbona fueron atacados por tres bergantines turcos y tuvieron que rendirse. Los llevaron a Túnez y los expulsieron a la venta en la plaza. Los probaron como a los caballos: les miraron los dientes, les hicieron correr y levantar pesos para ver sus fuerzas.







Vicente pasó por varias manos: un pescador, un alquimista y un cristiano renegado al que Vicente volvió al cristianismo. Con él llegó hasta Roma. Entró en contacto con la Curia que le confió un despacho para Enrique IV. Con este motivo llegó Vicente a París el 1609.







Buen entrenamiento había tenido para su misión apostólica. Además, su bondad, su inteligencia, su delicadeza, se imponían siempre. " ¡Qué bueno debe ser Dios, exclamaba Bossuet, cuando ha hecho tan bueno a Vicente de Paúl!" Se pone en contacto con el maestro espiritual Berulle. Desde ahora, muchas personas de la aristocracia se dirigen con él y le ayudarán.







Un día desapareció. Quería una vida más sencilla. La parroquia de Chatillón se transformó. De París le urgían que volviera. No lo consiguieron hasta que la jerarquía se lo mandó. En Chatillon lo lloraron.







En París continúa las prodigiosas obras de caridad que empezó en Chatillon. Organiza cofradías, atiende y defiende a los condenados a las galeras. Conoce su vida lastimosa: expuestos a toda inclemencia, reciben azotes e insultos, sin esperanza alguna. Un día reemplaza a un pobre remero para conocer así su amarga vida. Recorrió galeras y cárceles. Así consiguió cambiar la legislación y un trato más humano para ellos.







Su celo apostólico lo lanza a todas partes. Funda la Congregación de los Sacerdotes de la Misión, para reformar el clero, dirigir seminarios y dar misiones. El centro es San Lázaro, por lo que se llaman Lazaristas.







Su trato con Luis XIII y con la regente Ana de Austria le será muy útil para sus obras de caridad. Reúne damas y caballeros, forma asociaciones para atender a tantas necesidades creadas por la guerra: pobres, hambrientos, golfilios, enfermos. Donde hay una necesidad, allí está Vicente.







"No es lícito perderse en teorías, escribía,

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