Percepció‪n‬ Rafael Aldana

Cuando luchamos por tener la razón sin escuchar a las demás personas es cuando sales de amor y comienzas a alimentar el ego. No ganas nada luchando por imponer tus ideas a las personas, escucha y aprende de los demás.

La comparación conmigo mismo, mejora, la comparación con los demás trae descontento. Nos colocamos mentalmente en una tabla que nos indica en dónde nos encontramos cuando nos comparamos con otros. 

Ser conscientes de que nuestra felicidad solo depende de nosotros mismos es el primer paso para tener una relación sana. Una relación en que no le pides al otro que llene tu vacío, ni en la que le reprochas todo lo que te falta. La gran noticia es que todo lo que necesitas puede ser dado por la única persona con la que estarás toda tu vida: tú mismo.

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Sientes la necesidad de ayudar al otro, de solucionar sus problemas incluso cuando no te lo piden. Te metes tanto en los problemas de las personas que te olvidas de los tuyos.

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Si echamos una rana en una olla con agua hirviendo (a veces dicen agua muy caliente), esta salta inmediatamente hacia fuera y consigue escapar. En cambio si ponemos una olla con agua fría (a veces dicen temperatura ambiente) y echamos una rana esta se queda tan tranquila. Y si a continuación empezamos a calentar el agua poco a poco, la rana no reacciona sino que se va acomodando a la temperatura hasta que pierde el sentido y, finalmente, muere achicharrada.

A veces, nos encontramos con personas que siempre se sienten mal, tristes, ansiosos y sufren mucho pero sin problemas graves aparentemente. ¿Por qué ocurre esto? Carl Rogers, psicólogo estadounidense considerado como uno de los más influyentes, nos habla de que muchas veces sufrimos porque se origina un desajuste entre lo que deseamos y la realidad.