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En mayo del año 2000 un científico australiano estaba trabajando en una de las bases cuando empezó a sentirse mareado. A los minutos murió. Durante meses se guardó su cuerpo congelado hasta que se le realizó una autopsia. Los resultados fueron concluyentes: la causa de la muerte había sido envenenamiento, alguien lo había asesinado.

Las mujeres siempre tuvieron un lugar secundario en las narraciones sobre la Antártida. Pero hay más para decir que lo que contaron los libros de historia: en la primera mitad del siglo XX la estadounidense Edith Jackie Ronne se sumó a una arriesgada expedición y se convirtió en la primera mujer en pasar el invierno en la Antártida.

En 2002 uno de los miembros de la base McMurdo anunció que serían visitados por extraterrestres. Sus compañeros vieron que el hombre había preparado en secreto una recepción para los inesperados visitantes. Lo que no sabían era que, si no lo detenían, la fiesta de bienvenida podía poner en riesgo la vida de todos.

En enero de 1939 un grupo de expedicionarios viajó hasta los confines del mundo con una misión que les habían encomendado: la Antártida debía ser territorio nazi. Los únicos testigos de su llegada fueron unos pingüinos, que se sobresaltaron al escuchar el grito de “Heil Hitler!”.

Entre 1911 y 1912 tuvo lugar una dramática lucha entre expedicionarios noruegos y británicos que querían llegar por primera vez al punto más austral del planeta. No faltaron peleas, decepciones y muerte en medio de las temperaturas heladas a las que se enfrentaron.

En 1961, durante una expedición a la Antártida, el cirujano ruso Leonid Rógozov se enfermó gravemente. Necesitaba una cirugía y, al ser el único médico en el equipo, se dio cuenta de que en esas circunstancias extremas y alejado de todo tendría que hacerla él mismo.