36 min.

Vida de perros - Violeta Barrientos Poetas Ruculistas

    • Boeken

Entonces eres un perro que se rasca y otro que se lame. Mueves la cola al llegar a casa, ladras después de que te dan de comer y celebrar los errores. ¿Cuánto vale tu fidelidad canina perrit@ ruculista?

Esta semana nos visita desde Lima la más perruana de todas, la destacada poeta y académica Violeta Barrientos. Violeta nos habla de un país que ha entendido su avance en el desarrollismo como su profunda capacidad de odiar. El odio histórico, antropológico y coyuntural pareciera un laboratorio para quien quiera adentrarse en la calidad de odiar de verdad.

Y el odio es la sonrisa de los perros quiltros y también su miseria. Cuando un perrito quiltro odia parece que sonríe y cuando sonrie parece que tiene rabia.

En el ruculismo la rabia solo te lleva a generar una solución sanadora. Violeta nos habla de toda aquella calma que le heredó París y su ecumenismo y nos lee un poema brillante de perros y nos termina ladrando.

El Dato Rosa nos devuelve una idea tendenciosa. No eres el perro que creías que eras sino el que te mereces. La perrobarbi Espinoza nos enseña a manipular el lenguaje a punta de tergiversar la 'rr' con delicadeza y destierro.

No eres genial, no eres fiel, no eres moral. Eres apenas un rescate ancestral , un artículo odiable de aeropuerto. Eres el whisky que uno no aprende nunca a tomar.

En el poema no hay movimiento sino sentido.

La risa abunda en la boca de los tontos , dijo mi tía Susana y hasta ahora ha sido la única verdad.

En poesía sinvergüenza , la entropía tutelar reaparece con nada más y nada menos que con un libro entero que nos manda Álvaro Paredes Oyarce que se expone al desasosiego crítico de nuestra hacha mordaz.

En la bitácora ruculista nos apreciamos la estética indomable de ser perritos chuscos, callejeros y salvajes pero también, falderos y de pura sangre , defendemos la patada furiosa que de vez en cuando nos regala la vida y, sobre todo, defendemos la mordedura indefendible de la domesticación y el salvajismo.

Ruculista, perrito de las praderas, obedece como si estuvieses domesticado y falta como si fueses imprescindible.

Mientras más poeta crees que eres, menos sueltas el hueso.

Entonces eres un perro que se rasca y otro que se lame. Mueves la cola al llegar a casa, ladras después de que te dan de comer y celebrar los errores. ¿Cuánto vale tu fidelidad canina perrit@ ruculista?

Esta semana nos visita desde Lima la más perruana de todas, la destacada poeta y académica Violeta Barrientos. Violeta nos habla de un país que ha entendido su avance en el desarrollismo como su profunda capacidad de odiar. El odio histórico, antropológico y coyuntural pareciera un laboratorio para quien quiera adentrarse en la calidad de odiar de verdad.

Y el odio es la sonrisa de los perros quiltros y también su miseria. Cuando un perrito quiltro odia parece que sonríe y cuando sonrie parece que tiene rabia.

En el ruculismo la rabia solo te lleva a generar una solución sanadora. Violeta nos habla de toda aquella calma que le heredó París y su ecumenismo y nos lee un poema brillante de perros y nos termina ladrando.

El Dato Rosa nos devuelve una idea tendenciosa. No eres el perro que creías que eras sino el que te mereces. La perrobarbi Espinoza nos enseña a manipular el lenguaje a punta de tergiversar la 'rr' con delicadeza y destierro.

No eres genial, no eres fiel, no eres moral. Eres apenas un rescate ancestral , un artículo odiable de aeropuerto. Eres el whisky que uno no aprende nunca a tomar.

En el poema no hay movimiento sino sentido.

La risa abunda en la boca de los tontos , dijo mi tía Susana y hasta ahora ha sido la única verdad.

En poesía sinvergüenza , la entropía tutelar reaparece con nada más y nada menos que con un libro entero que nos manda Álvaro Paredes Oyarce que se expone al desasosiego crítico de nuestra hacha mordaz.

En la bitácora ruculista nos apreciamos la estética indomable de ser perritos chuscos, callejeros y salvajes pero también, falderos y de pura sangre , defendemos la patada furiosa que de vez en cuando nos regala la vida y, sobre todo, defendemos la mordedura indefendible de la domesticación y el salvajismo.

Ruculista, perrito de las praderas, obedece como si estuvieses domesticado y falta como si fueses imprescindible.

Mientras más poeta crees que eres, menos sueltas el hueso.

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