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Alvaro Meoño: Requiem para Nando (2024‪)‬ MAP RADIO / RADIO PACHUKO

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En los recónditos anales de la vida cotidiana, entre las estelas efímeras que trazan las criaturas de la existencia, yace una narración de destinos entrelazados, una crónica que amalgama la esencia misma del humano y lo felino. Permitidme, apreciados oyentes electricos, sumergiros en el relato del Gato Nando, cuya historia, tejida con los hilos de la compasión y la fatalidad, emerge como un monumento a la fugacidad de los vínculos y la profundidad de los lazos que nos atan a los seres que amamos.

Nando, en su origen, nació en los confines de una escuela pública, en el seno de una camada numerosa, en la que la vida luchaba por abrirse paso entre los ecos tumultuosos del aprendizaje humano. Su infancia, si puede llamarse así, transcurrió entre los murmullos de los niños y la indiferencia de los pasillos, pues, aunque rodeado de almas juveniles, el cariño escaseaba para él. Flaco, desamparado, Nando deambulaba por los rincones de la institución, su pelaje testigo mudo de la soledad que lo envolvía.

Fue entonces cuando la benevolencia tocó su puerta en la figura de la hermana de Alvaro Meoño, cuya mirada compasiva reconoció en aquel minino desvalido la necesidad de un hogar, de un cobijo donde el amor pudiera albergarse. Así, mediante los designios del destino, Nando encontró refugio en el regazo cálido de Alvaro, quien, con el altruismo que solo emana del corazón generoso, acogió al felino en su seno, prometiendo velar por su bienestar con la misma devoción con la que custodiaba sus propios sueños y los de su amada familia.

Mas la vida, con su devenir imprevisible, trajo consigo un giro inesperado en el destino de Nando. Inmerso en su curiosidad felina, el gato se aventuró más allá de los confines de su hogar, explorando los intrincados senderos del vecindario. Fue entonces, en un instante efímero, que la tragedia se alzó como un espectro implacable: una estaca de bamboo, erguida como centinela en el curso de un riachuelo, se erigió como el fatídico obstáculo que truncó los sueños de Nando, clavando su fría punta en el cuerpo vulnerable del inocente animal.

Apenas tuvieron tiempo de llevarlo al amparo de un sanador de las heridas, pero la sombra de la muerte, insidiosa, había reclamado ya su tributo. Así, en un susurro final, Nando cerró los ojos a este mundo, dejando tras de sí el eco de su paso fugaz y la estela del dolor en el corazón de aquel que lo amó.

Fueron dos años, breves como un parpadeo en el vasto lienzo del tiempo, pero su recuerdo perdura, inmortalizado en los anales de la memoria de Alvaro. Porque en la fugacidad de la existencia, en la efímera danza de la vida y la muerte, Nando encontró su lugar, dejando tras de sí un legado de amor y compañía que trasciende los límites de lo efímero para perdurar en la eternidad de los afectos.



MUSICA

Caña Dulce : Arr para guitarra Aarón Retana.

https://www.youtube.com/watch?v=SxYyUTvw37k


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En los recónditos anales de la vida cotidiana, entre las estelas efímeras que trazan las criaturas de la existencia, yace una narración de destinos entrelazados, una crónica que amalgama la esencia misma del humano y lo felino. Permitidme, apreciados oyentes electricos, sumergiros en el relato del Gato Nando, cuya historia, tejida con los hilos de la compasión y la fatalidad, emerge como un monumento a la fugacidad de los vínculos y la profundidad de los lazos que nos atan a los seres que amamos.

Nando, en su origen, nació en los confines de una escuela pública, en el seno de una camada numerosa, en la que la vida luchaba por abrirse paso entre los ecos tumultuosos del aprendizaje humano. Su infancia, si puede llamarse así, transcurrió entre los murmullos de los niños y la indiferencia de los pasillos, pues, aunque rodeado de almas juveniles, el cariño escaseaba para él. Flaco, desamparado, Nando deambulaba por los rincones de la institución, su pelaje testigo mudo de la soledad que lo envolvía.

Fue entonces cuando la benevolencia tocó su puerta en la figura de la hermana de Alvaro Meoño, cuya mirada compasiva reconoció en aquel minino desvalido la necesidad de un hogar, de un cobijo donde el amor pudiera albergarse. Así, mediante los designios del destino, Nando encontró refugio en el regazo cálido de Alvaro, quien, con el altruismo que solo emana del corazón generoso, acogió al felino en su seno, prometiendo velar por su bienestar con la misma devoción con la que custodiaba sus propios sueños y los de su amada familia.

Mas la vida, con su devenir imprevisible, trajo consigo un giro inesperado en el destino de Nando. Inmerso en su curiosidad felina, el gato se aventuró más allá de los confines de su hogar, explorando los intrincados senderos del vecindario. Fue entonces, en un instante efímero, que la tragedia se alzó como un espectro implacable: una estaca de bamboo, erguida como centinela en el curso de un riachuelo, se erigió como el fatídico obstáculo que truncó los sueños de Nando, clavando su fría punta en el cuerpo vulnerable del inocente animal.

Apenas tuvieron tiempo de llevarlo al amparo de un sanador de las heridas, pero la sombra de la muerte, insidiosa, había reclamado ya su tributo. Así, en un susurro final, Nando cerró los ojos a este mundo, dejando tras de sí el eco de su paso fugaz y la estela del dolor en el corazón de aquel que lo amó.

Fueron dos años, breves como un parpadeo en el vasto lienzo del tiempo, pero su recuerdo perdura, inmortalizado en los anales de la memoria de Alvaro. Porque en la fugacidad de la existencia, en la efímera danza de la vida y la muerte, Nando encontró su lugar, dejando tras de sí un legado de amor y compañía que trasciende los límites de lo efímero para perdurar en la eternidad de los afectos.



MUSICA

Caña Dulce : Arr para guitarra Aarón Retana.

https://www.youtube.com/watch?v=SxYyUTvw37k


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