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Un programa que empieza donde otros acaban. Política, economía, análisis y opinión con Fernando Díaz Villanueva.

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    El Maidan georgiano

    El Maidan georgiano

    El anuncio de una nueva y restrictiva ley de financiación política ha desatado una tormenta en Georgia. Son ya varios días los que las calles de las principales ciudades, especialmente la capital, Tiflis, ha reunido a numerosos manifestantes que se oponen a ella. El punto álgido se alcanzó entre el miércoles y el jueves, cuando el parlamento se reunió para discutir el proyecto de ley que exige que los partidos políticos, ONGs y asociaciones que reciban como mínimo una quinta parte de sus fondos del extranjero pasen a ser calificados como agentes extranjeros. El miércoles las protestas frente al parlamento obligaron a la policía a intervenir empleando gases lacrimógenos y cañones de agua. El jueves ya no hubo sesión parlamentaria porque el edificio había resultado dañado la noche anterior.

    Los manifestantes exhibían banderas de Georgia y la Unión Europea al tiempo que coreaban gritos contra Rusia. Sueño Georgiano, nombre del partido gobernante, disfruta de una gran mayoría parlamentaria gracias al sistema electoral del país. Con ella quiere pasar el rodillo y aprobar la ley. Pero, aunque tenga 115 de los 150 escaños del parlamento (el 76%), lo cierto es que en las elecciones de 2021 sólo obtuvo el 48% de los votos. La oposición es abiertamente pro europea y anti Putin, a quien culpan de estar detrás de esta ley que pondría en apuros a muchas organizaciones georgianas y terminaría convirtiendo al país en un satélite del Kremlin.

    Esta manera de proceder, es decir, promulgar una ley que limite la influencia occidental en la política local es uno de los recursos más habituales del régimen de Putin en los países de su entorno. En la misma Rusia existe una ley similar que margina y estigmatiza a los grupos de oposición y asociaciones de la sociedad civil. El proyecto de ley georgiano inspirado en la ley en vigor en Rusia desde hace años prevé elevadas multas para los infractores, lo que haría muy difícil que ciertas organizaciones reformistas puedan seguir funcionando en el país. Ese espacio lo ocuparía Sueño Georgiano y sus organismos afines, muchos de cuyos cuadros están alineados con los intereses del Kremlin.

    Aunque Sueño Georgiano, un partido de corte socialdemócrata haya ido basculando hacia posiciones prorrusas, la sociedad georgiana es eminentemente europeísta. Según los sondeos de opinión una consistente mayoría de georgianos (en torno al 80%) quiere que el país ingrese en la Unión Europea y se aleje de Rusia, de quien desconfían y a quien temen. Hace 16 años Georgia perdió dos regiones (Abjasia y Osetia del Sur) a manos de independentistas locales financiados y armados por el Kremlin. Eso es algo que nadie olvida en Georgia a pesar del tiempo que ha transcurrido desde entonces.

    Pero el Gobierno no quiere más problemas y teme encontrarse en la posición de Ucrania. Por eso el año pasado ya presentó el mismo proyecto de ley que fue archivado después de una serie de manifestaciones como las de estos días. Esta vez el primer ministro, Irakli Kobajidze, que accedió al cargo hace sólo tres meses y que es abiertamente antioccidental, quieren sacar adelante la ley al coste que sea. Quiere que en un máximo de dos semanas sea aprobado a pesar del veto de la presidenta del país, Salomé Zourabichvili, ha impuesto a la ley. Pero los poderes de la presidenta son pocos. Georgia es una república parlamentaria y allí, en el parlamento, Kobajidze tiene las de ganar.

    En La ContraRéplica:
    - La nueva OTAN
    - La pantomima sindical

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    La ContraRéplica - La anglofobia de los discípulos de Gustavo Bueno

    La ContraRéplica - La anglofobia de los discípulos de Gustavo Bueno

    Temas tratados en la edición de La ContraRéplica de esta semana:

    02:44 - Nacionalismo y patriotismo
    14:36 - La anglofobia de los discípulos de Gustavo Bueno
    29:58 - La politización de los idiomas
    40:38 - La historia del Guernica de Picasso

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    Yousaf y los límites de los Gobiernos de coalición

    Yousaf y los límites de los Gobiernos de coalición

    El ministro principal de Escocia, Humza Yousaf, dimitió esta semana para evitar una moción de censura en el parlamento tras la ruptura de su coalición con el partido ecologista Scottish Greens. Yousaf llevaba poco más de un año en el cargo, desde finales de marzo de 2023. Llegó hasta ahí de rebote después de las primarias que siguieron a la renuncia de Nicola Sturgeon, que había ganado las elecciones escocesas dos años antes. Yousaf era bien conocido por los escoceses ya que había ocupado varias carteras en la época de Sturgeon. Se le consideraba un colaborador suyo muy cercano, por lo que la militancia decidió entregarle el liderazgo del partido para que hubiese continuidad

    Fuera de Escocia su figura llamó la atención por su juventud y por el hecho de que es hijo de inmigrantes pakistaníes de confesión musulmana, pero ninguna de esas tres cosas ha pesado lo más mínimo en su año al frente del Gobierno. Tampoco han influido en las circunstancias que han rodeado su espantada. Yousaf se considera un patriota escocés y es partidario de celebrar de nuevo un referéndum de independencia, pero el Partido Nacional Escocés (SNP) va a menos. Los escoceses se han resignado al Brexit y el debate público discurre por derroteros distintos. En definitiva, que la ruptura de la coalición con los Verdes se ha debido razones más prosaicas, concretamente a desacuerdos por la política medioambiental.

    El caso de Yousaf es, políticamente, un ejemplo de que es mejor saltar antes de que te empujen. Yousaf prefirió romper con los Verdes e inmolarse antes de aceptar las exigencias de sus socios, que se cifraban en que, de aquí a 2030, Escocia debía reducir el 75% en las emisiones de dióxido de carbono sobre la base de 1990. Para 2045 esa reducción tendría que ser del 100%. El Gobierno escocés hizo números y simplemente no le salían. Para conseguir el objetivo impuesto por los ecologistas habría que instalar 80.000 bombas de calor para sustituir a las calderas de gas. En la carretera supondría la instalación de 24.000 puntos de recarga y acelerar la renovación del parque móvil mediante subsidios. Para los agricultores locales no habría consuelo ya que buena parte de su maquinaria aún carece de alternativas eléctricas. Respecto a la aviación, hubiese supuesto el fin de aeropuertos como el de Edimburgo o el de Glasgow, que juntos mueven unos 18 millones de pasajeros anualmente, tres veces la población de aquella región. Con puertos como el de Aberdeen hubiese sucedido algo similar.

    Yousaf sabía que aquello era un suicidio que costaría las elecciones de 2026 al SNP y ha preferido marcharse. No estaba, eso sí, en su mejor momento. El SNP ha perdido atractivo y, con él, el nacionalismo escocés asediado por una investigación judicial sobre su financiación. Los laboristas de Keir Starmer están en alza en todo el Reino Unido y una parte nada despreciable del voto nacionalista podría irse para allá. La crisis que atraviesa el Partido Conservador tiene como contrapartida que los nacionalistas escoceses pierdan atractivo entre el electorado, algo que ya se veía venir desde hace tiempo. El nacionalismo en Escocia es un movimiento esencialmente de izquierdas y sólo funciona a pleno rendimiento cuando los tories reinan en Westminster. Ese reinado concluirá este mismo año y sus efectos se sienten ya en todo el país.

    Pues bien, para hablar sobre este tema que, como vemos tiene varias y muy interesantes aristas, tenemos hoy en La ContraCrónica a Andrea Martos, nuestra corresponsal en el Reino Unido que está de paso por Madrid.

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    ¿Podrá la OTAN funcionar como un solo ejército?

    ¿Podrá la OTAN funcionar como un solo ejército?

    La OTAN cumplió 75 años el día 4 de abril y, a diferencia de lo que sucedía cuando celebró su 70 aniversario en 2019, hoy nadie duda de su necesidad. La alianza se ha fortalecido desde que hace algo más de dos años Rusia invadiese Ucrania desencadenando una guerra cuyo fin nadie acierta a atisbar. Desde entonces dos nuevos países, Finlandia y Suecia, han ingresado en la OTAN y proliferan las misiones y ejercicios comunes.

    Días antes de que los ministros de exteriores de todos los Estados miembros se reuniesen en Bruselas para celebrar el cumpleaños, un total de 14 países realizaron un gran ejercicio denominado Crystal Arrow (flecha de cristal) en torno a la base de Adazi, situada unos kilómetros al norte de Riga, capital de Letonia. El Crystal Arrow no fue un ejercicio cualquiera, sino el mayor que ha organizado la OTAN desde hace casi cuarenta años, desde 1988 para ser más exactos, es decir, desde que la guerra fría daba sus últimas boqueadas. La zona elegida para el ejercicio se encontraba a sólo 300 kilómetros de la frontera rusa e involucró a más de 3.000 efectivos de infantería y unidades de acorazados. El ejercicio estuvo liderado por Canadá, pero el país que más soldados aportó fue España con 500 militares enviados desde el otro extremo del continente junto a sus carros de combate, tanques Leopard y piezas de artillería autopropulsada.

    El ejercicio partía del supuesto que una fuerza enemiga había cruzado la frontera que comparten Rusia y Letonia y se dirigía hacia Riga. Se trataba, por lo tanto, de un ejercicio concebido para repeler un ataque desde Rusia, lo que viene a indicar que todos los temores de la OTAN están concentrados hoy en ese tramo de frontera que la alianza tiene con Rusia. Desde hace años se ha reforzado la presencia militar en esta área, más concretamente en las tres repúblicas bálticas que son fronterizas por el este con Rusia y Bielorrusia. Este programa de defensa conjunta del flanco norte de la OTAN dio comienzo tras la anexión de Crimea. De Estonia a Bulgaria hay contingentes internacionales preparados para resistir un ataque, cada uno de ellos liderado por uno de los principales países miembros.

    La invasión de Ucrania no ha hecho más que intensificar la colaboración entre los aliados, que han reunido contingentes en todos los países que hacen frontera con Rusia, Bielorrusia, Ucrania y Moldavia. Cada una de las secciones está liderada por un miembro diferente: Polonia por Estados Unidos, Estonia por el Reino Unido, Letonia por Canadá, Lituania por Alemania, Rumanía por Francia y Bulgaria por Italia. La idea es transmitir al Kremlin que la OTAN está lista y entrenada para defender a cualquiera de sus miembros, especialmente a aquellos que se encuentran al alcance del ejército ruso. Esto desplaza el núcleo de acción desde la costa del Atlántico hasta las llanuras de Europa del este, convertido ya en muro de contención del expansionismo ruso.

    Para los ucranianos, que enfrentan en estos momentos una primavera y un verano complicados por la falta de armas y municiones hasta que vayan llegando los paquetes de ayuda de Europa y Estados Unidos, que la OTAN presente un frente unido y común es un gesto muy necesario ya que fueron ellos los que durante años advirtieron del peligro que representaba el régimen de Putin sin que nadie en Occidente les hiciese caso.

    En La ContraRéplica:
    - La imagen de Sánchez en el extranjero
    - La democracia amenazada
    - La deriva bolivariana

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    Sánchez y el poder sin contrapesos

    Sánchez y el poder sin contrapesos

    Tras cinco días encerrado en el Palacio de la Moncloa Pedro Sánchez compareció ayer por televisión para informar sobre lo que ha reflexionado en este tiempo acerca de su futuro. Era un completo misterio lo que haría. En los mentideros madrileños unos decían que presentaría la dimisión, otros que se anunciaría la convocatoria de elecciones en cuanto la ley se lo permitiese dentro de un mes, y otros que se pondría melodramático para mostrar su determinación de seguir al frente del Gobierno. Fueron estos últimos los que acertaron. La comparecencia, sin preguntas, naturalmente, duró sólo unos minutos y Sánchez, con un gesto serio y ceremonial, repitió algunos de los argumentos que ya expuso en la carta de la semana pasada.

    Dijo que ha decidido seguir “con más fuerza si cabe” gracias a la movilización social, algo que, según él, ha influido de forma determinante en su decisión. Aseguró que va a trabajar “sin descanso, con firmeza y con serenidad” por la regeneración democrática para poner fin al presunto fango que la prensa independiente esparce sobre su Gobierno y, especialmente, sobre su esposa. Para Sánchez esto supone no un punto y seguido, sino un punto y aparte que se materializará gracias a una mayoría social movilizada como, según sus palabras, ha sucedido estos últimos cinco días.

    Lo cierto es que, bajando a la realidad, movilización social propiamente dicha no se ha producido más allá de una concentración de militantes del PSOE en Ferraz y un manifiesto de periodistas afines que se ha difundido por internet. Esto ha hecho pensar a muchos analistas que eso mismo era lo que pretendía Sánchez desde el momento mismo en el que se sentó a redactar la “carta a la ciudadanía” el miércoles pasado. Pretendía con ella sorprender a todos empezando por sus propios ministros y acaparar para él solo toda la atención informativa. Ambos extremos los ha logrado con creces. Lo que no ha logrado es lo de la movilización, al menos a la luz de los hechos.

    Pero este teatro sentimental que se ha prolongado demasiado y que ha provocado todo tipo de burlas en el extranjero tiene su manzana envenenada. Durante la comparecencia, focalizada esencialmente en los medios de comunicación que no le aplauden, Sánchez aludió a una reflexión colectiva que habrá de sustanciarse en una “limpieza”. Este término ha puesto los pelos de punta a periodistas y jueces, ya que una de las cosas que la izquierda sanchista lleva tiempo demandando es una ley de prensa que permita intervenir diarios y perseguir a profesionales acusándoles de propagar bulos. Todo sería al margen de los tribunales y desde el Gobierno, una legislación de tipo bolivariano que ya se ensayó en Venezuela con funestas consecuencias y que hace las delicias de la extrema izquierda en España. En cuanto a los jueces, de todos es sabido que la obsesión de Sánchez es renovar la cúpula del CGPJ y ponerla a su gusto.

    Llegue o no esa “limpieza” el hecho es que Sánchez ha conseguido con esta maniobra los dos principales objetivos que se propuso. El primero responder ante cualquier acusación hacia él, su mujer o su partido con la consabida campaña del fango, y el segundo obligar al PSOE y a sus socios de investidura a cerrar filas con él de cara a las elecciones catalanas y europeas. Una operación redonda que viene a demostrar hasta dónde está dispuesto a llegar Sánchez con tal de mantenerse en la Moncloa contra viento y marea.

    En La ContraRéplica:
    27:50 - La esposa y el hermano de Sánchez
    35:34 - El giro bolivariano

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    El pulso de Sánchez

    El pulso de Sánchez

    El miércoles pasado Pedro Sánchez sorprendió a propios y extraños publicando una “carta a la ciudadanía” en la red social X en la que se dolía por los ataques que está sufriendo y, especialmente, por las sucesivas informaciones en prensa sobre las actividades mercantiles de su esposa, Begoña Gómez. Esas mismas actividades dieron lugar la semana pasada a que un juzgado de Madrid, el 41, abriese diligencias sobre el caso. En la misiva Sánchez se muestra dolido y afirma que está “profundamente enamorado” de su mujer, por lo que se ha planteado si eso de seguir en el poder tiene o no sentido. Para valorarlo con más calma anunciaba que suspendía su agenda durante cinco días, justo hasta hoy, para decidir qué hace con su futuro.

    La publicación recibió más de 40.000 respuestas en X y fue reproducida por toda la prensa nacional y buena parte de la internacional. Fuera de España ha generado cierta estupefacción pues no se recordaba algo así. Si un primer ministro quiere dimitir no tiene más que hacerlo con las debidas explicaciones, pero esto de dejar en el aire una posible renuncia con toda la incertidumbre que ello conlleva no se había visto nunca, al menos en Europa. Algunos medios internacionales bromearon sobre el asunto y The Economist tachó a Sánchez de “Drama King”, es decir, de rey del drama que trataba de dotar de sentimentalismo algo tan serio como una investigación judicial por presunta corrupción, y el hecho mismo de someter a semejante presión a uno de los principales países de Europa.

    A lo largo de los últimos días se han convocado varias manifestaciones frente a la sede del PSOE en la calle Ferraz, unas a favor de Pedro Sánchez y otras en contra. En paralelo los medios han informado de forma muy sustanciosa sobre el tema y se han hecho todo tipo de predicciones sobre cuál será su futuro político. Dentro del PSOE ha cundido la alarma. El sábado se celebró un Comité Federal sin la asistencia de Sánchez y allí la plana mayor del partido y los líderes territoriales escenificaron un canto a la resistencia. Acusaron a la “derecha” y la “ultraderecha” de querer destruir a Sánchez e hicieron un llamado a la militancia para que saliese a la calle a a defender a su secretario general.

    Al mismo tiempo en entornos de izquierda cercanos al Gobierno se difundió un manifiesto contra el “golpismo judicial y mediático” que destacadas personalidades han suscrito y difundido por la red. A partir de ahí todo enloqueció. En la televisión pública se ha llegado a pedir que se intervenga a medios de comunicación y se ha sometido a persecución y escarnio en redes sociales al juez que ha admitido a trámite la denuncia sobre las actividades de Begoña Gómez. A nadie se le escapa que la situación es grave y son muchos los que denuncian que el pulso que Sánchez está echando a todo el país es por una cuestión de mera supervivencia personal.

    Para tratar este tema tenemos de nuevo a Rubén Arranz, que, como cualquier periodista español, ha asistido boquiabierto al indigno espectáculo de los últimos cinco días.

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