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Dos tipos de ovejas Pablo: Reavivado por una pasión - Eudaldo Rosado

    • Religion

“También  os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los  de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para  con todos” (1 Tesalonicenses 5:14).

Pablo utilizó la figura  del cuerpo humano para ilustrar el papel de la iglesia. En este cuerpo  espiritual hay ciertos miembros más débiles, que necesitan un apoyo  especial.

1-Los ociosos. Son los que andan  fuera del paso, desordenadamente, indisciplinados. Elena de White nos  advierte: “La mente y el corazón indolentes, que no tienen propósito  definido, son presa fácil del maligno. El hongo se arraiga en organismos  enfermos, sin vida. Satanás instala su taller en la mente ociosa” (La educación, p. 170).

2-Los de poco ánimo. Son  los que se dan por vencidos. Siempre miran el lado negativo de las  cosas y renuncian cuando las cosas se vuelven difíciles. Necesitan ser  animados, alentados, acercándonos a ellos y hablándoles de que las  pruebas de la vida los ayudarán a crecer y a fortalecerse en la fe.

3-Los débiles. Son los que no han crecido en la fe, no se alimentaron, no se desarrollaron, se quedaron en los rudimentos del evangelio.

El  primer día como presidente de la Asociación Bonaerense, le pedí a un  gran líder y administrador de la iglesia, con años de experiencia, que  me diera un consejo. Me dijo: “Ama. La iglesia es un edificio en  construcción; aún no está terminado. Es como un hospital que recibe  enfermos. No podemos descartar, dejar afuera a nadie”.

Por eso,  al ocioso hay que darle una ocupación; al de poco ánimo, darle ánimo  para que tengan mucho; y a los débiles, darles fuerza, motivando con  paciencia y con amor.

Elena de White nos dice que los hijos de  Dios deben traer almas al Señor, y así “tendrán la reconfortante  seguridad de la presencia del Salvador. No deben pensar que están  abandonados a sus débiles fuerzas. Cristo les dará palabras adecuadas  para consolar, animar y fortalecer a las pobres almas que luchan en las  tinieblas. Su propia fe será afirmada al ver el cumplimiento de la  promesa del Redentor. No solo beneficiarán a otros, sino también la obra  que hagan para Cristo será una fuente de bendición para ellos mismos” (Joyas de los testimonios, t. 3, p. 304).

Dos  tipos de ovejas deben estar en el centro de nuestros sueños, oraciones y  esfuerzos. Cuidar la que tenemos adentro del redil para que sea más  fuerte y misionera, y buscar y rescatar a la que está afuera.


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“También  os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los  de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para  con todos” (1 Tesalonicenses 5:14).

Pablo utilizó la figura  del cuerpo humano para ilustrar el papel de la iglesia. En este cuerpo  espiritual hay ciertos miembros más débiles, que necesitan un apoyo  especial.

1-Los ociosos. Son los que andan  fuera del paso, desordenadamente, indisciplinados. Elena de White nos  advierte: “La mente y el corazón indolentes, que no tienen propósito  definido, son presa fácil del maligno. El hongo se arraiga en organismos  enfermos, sin vida. Satanás instala su taller en la mente ociosa” (La educación, p. 170).

2-Los de poco ánimo. Son  los que se dan por vencidos. Siempre miran el lado negativo de las  cosas y renuncian cuando las cosas se vuelven difíciles. Necesitan ser  animados, alentados, acercándonos a ellos y hablándoles de que las  pruebas de la vida los ayudarán a crecer y a fortalecerse en la fe.

3-Los débiles. Son los que no han crecido en la fe, no se alimentaron, no se desarrollaron, se quedaron en los rudimentos del evangelio.

El  primer día como presidente de la Asociación Bonaerense, le pedí a un  gran líder y administrador de la iglesia, con años de experiencia, que  me diera un consejo. Me dijo: “Ama. La iglesia es un edificio en  construcción; aún no está terminado. Es como un hospital que recibe  enfermos. No podemos descartar, dejar afuera a nadie”.

Por eso,  al ocioso hay que darle una ocupación; al de poco ánimo, darle ánimo  para que tengan mucho; y a los débiles, darles fuerza, motivando con  paciencia y con amor.

Elena de White nos dice que los hijos de  Dios deben traer almas al Señor, y así “tendrán la reconfortante  seguridad de la presencia del Salvador. No deben pensar que están  abandonados a sus débiles fuerzas. Cristo les dará palabras adecuadas  para consolar, animar y fortalecer a las pobres almas que luchan en las  tinieblas. Su propia fe será afirmada al ver el cumplimiento de la  promesa del Redentor. No solo beneficiarán a otros, sino también la obra  que hagan para Cristo será una fuente de bendición para ellos mismos” (Joyas de los testimonios, t. 3, p. 304).

Dos  tipos de ovejas deben estar en el centro de nuestros sueños, oraciones y  esfuerzos. Cuidar la que tenemos adentro del redil para que sea más  fuerte y misionera, y buscar y rescatar a la que está afuera.


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