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La prudencia el tercer precepto para la Filosofía Un Hombre llamado Filolao

    • Philosophy

Terminando con los preceptos que corresponden al proceder de un verdadero Filósofo o pensador, nos queda la prudencia.

Piense, lector, en un criado que está recibiendo ordenes de su señor, y este, antes de percibir por completo lo que le mandan, corre a ponerlo por obra, y así, después hierra lo que hace. Dicho criado somos nosotros en distintas situaciones de la vida, cuando actuamos bajo la influencia de la ira, el amor, la pereza, la lujuria, la glotonería y demás pasiones que competen tanto al alma como al sentimiento humano; se llaman sentimientos porque provocan en nosotros exactamente eso, sensaciones, pero estas son internas, sea tristeza, felicidad, celos, deleite, compasión o cualquier otra; y, dichas sensaciones a su vez, son provocadas en gran medida por cuestiones que no dependen de nuestra voluntad, y de nuestra voluntad no dependen el cuerpo ni los bienes de fortuna. En una palabra, todo cuanto queda al margen de nuestra esencia racional no podemos obtenerlo en principio ni conservarlo todo el tiempo que queramos. Hablaremos de la prudencia y como esta suprime nuestra irracionalidad e impulsividad y el ejercicio para cultivar esta virtud.

Terminando con los preceptos que corresponden al proceder de un verdadero Filósofo o pensador, nos queda la prudencia.

Piense, lector, en un criado que está recibiendo ordenes de su señor, y este, antes de percibir por completo lo que le mandan, corre a ponerlo por obra, y así, después hierra lo que hace. Dicho criado somos nosotros en distintas situaciones de la vida, cuando actuamos bajo la influencia de la ira, el amor, la pereza, la lujuria, la glotonería y demás pasiones que competen tanto al alma como al sentimiento humano; se llaman sentimientos porque provocan en nosotros exactamente eso, sensaciones, pero estas son internas, sea tristeza, felicidad, celos, deleite, compasión o cualquier otra; y, dichas sensaciones a su vez, son provocadas en gran medida por cuestiones que no dependen de nuestra voluntad, y de nuestra voluntad no dependen el cuerpo ni los bienes de fortuna. En una palabra, todo cuanto queda al margen de nuestra esencia racional no podemos obtenerlo en principio ni conservarlo todo el tiempo que queramos. Hablaremos de la prudencia y como esta suprime nuestra irracionalidad e impulsividad y el ejercicio para cultivar esta virtud.

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