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Toda revelación con Dios va a causar contradicción, entre lo que Él quiere hacer y lo que estás viviendo. Ante grandes revelaciones, mantente humilde porque al final y al cabo es por la gracia de Dios. 

La Gracia de Dios se manifiesta en ti a través de la santificación. Es la Gracia de Dios la que te va santificando y transformando poco a poco, ayudándote a vivir una vida de madurez.

Es la gracia de Dios la que te debe de a ti sentir seguro. No seguro de llegar a arriesgar tu vida, sino seguro de que sabes que aunque vas a fallar, tu relación con Dios seguirá intacta. 

De lo mejor que podemos experimentar en nuestras vidas es el Poder de la Gracia de Dios. Muchos, dentro de la misma iglesia, puede que no lo entendamos y no vivimos en plenitud de sus beneficios. El poder de la gracia no es algo a lo loco y que me dé permiso a hacer lo que me dé la gana teniendo la vida en desorden. Cuando se piensa de esa manera, tenemos una “gracia barata”, sin tener un balance correcto.

Tu fe es la que te guía en lo que debes hacer. A menudo no avanzas porque esperas la instrucción de alguien más, cuando en realidad Dios ya te está indicando el camino a seguir.

En la vida, no solo es crucial cómo comenzamos, sino también cómo terminamos. Al final, lo que verdaderamente importa es terminar con nuestro mayor esfuerzo, sin retroceder, sino avanzando constantemente. Debemos levantarnos con fe y seguir adelante, con la convicción de que hay un nuevo comienzo esperándonos. No podemos vivir evadiendo el pasado; en cambio, debemos enfocarnos en el futuro que Dios tiene reservado para nosotros. Es nuestra decisión abrazar ese nuevo comienzo y avanzar con determinación hacia lo que está por venir.