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Reflejos de su gloria es un programa que tiene como objetivo compartir las enseñanzas de las Escrituras, celebrando la gloria de Dios, con el deseo de reflejar su carácter con cada enseñanza.

Reflejos de su gloria David y Maribel

    • Religion & Spirituality

Reflejos de su gloria es un programa que tiene como objetivo compartir las enseñanzas de las Escrituras, celebrando la gloria de Dios, con el deseo de reflejar su carácter con cada enseñanza.

    Corintios-111 Perfeccionando la santidad

    Corintios-111 Perfeccionando la santidad

    Perfeccionando la santidad

    Como somos templo del Espíritu Santo, debemos salir de en medio de “ellos” y no tocar “lo inmundo,” dice 2 Corintios 6: 16-18 ¿Quienes son ellos? ¿Y a qué se refiere cuando dice que nos apartemos de lo inmundo? Esto incluye aquellas cosas que nos pueden ensuciar los pensamientos, así como cualquier persona que nos puede llevar hacia acciones o actitudes que son dañinas para nosotros.

    El texto expone que si somos morada del Espíritu Santo de Dios, debemos mantener el templo puro, libre de inmundicia. Aunque la promesa de la presencia de Dios en nuestras vidas debería ser suficiente incentivo para mantenernos puros, también disfrutamos en el día a día los beneficios de un cuerpo limpio y una mente pura.

    Por esto el primer versículo del capítulo 7 concluye con la siguiente exhortación: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.”

    Este proceso de perfeccionamiento de la santidad no es ni lineal ni constante, pero sí debe ser dinámico. Un crecimiento lineal implicaría un aumento de santidad sin pasos atrás, pero la realidad es que hay momentos en nuestras vidas en que damos pasos en falso, y retrocedemos en nuestro bienestar espiritual. Mas como vemos en el capítulo 7 de 2 Corintios, cuando esto sucede, podemos recibir la corrección directa de la Palabra de Dios o a través de un hermano en la fe que nos para en nuestro descenso y nos ayuda a enfocar nuestra mirada en la meta y a dar pasos hacia ella. Pablo les dice en el 7:8-9:

    “Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa, aunque entonces lo lamenté; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, os contristó, ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte.”

    Recuerda que Pablo les había escrito para llamarles la atención sobre algunos asuntos. Ellos podían haber respondido con mala actitud y a la defensiva. Pero no había sido así. Pablo dice que aunque les entristeció la llamada de atención, ellos habían reaccionado con arrepentimiento, por lo cual la tristeza de haber recibido la reprimenda había resultado en gozo.

    En el versículo 10 Pablo contrasta dos posibles reacciones que podemos tener frente a la reprimenda; dice así:

    “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.”
    Así que, cuando nos desviamos del camino hacia la meta, y recibimos corrección ya sea directamente de la Palabra o a través de alguien que viene a nosotros con la verdad de la Biblia, podemos reaccionar con una tristeza que nos lleva al cambio genuino, y que produce salvación y gozo, o podemos responder con una tristeza que no produce cambio de dirección, sino que nos acelera en amargura hacia la destrucción. Los de Corinto habían escogido la primera, y habían atendido a la reprensión de Pablo y la dirección de Tito. Esto les había llevado en la dirección correcta hacia la perfección de la santidad en Dios.

    Así como el proceso de perfeccionamiento no es lineal, tampoco es constante. Habrá momentos de mayor crecimiento, y momentos en los que el cambio parece más lento. Habrá momentos en que experimentamos un estirón en el crecimiento espiritual, y otras temporadas en las que nos iremos afirmando en aquello que hemos aprendido. Cada creyente va a su ritmo, y pasa por diferentes etapas en diferentes momentos de su vida. Algunos acaban de recibir la semilla, otros están siendo regados, otros ya muestran el fruto de esta temporada de su vida y algunos están en proceso de maduración. Cada etapa es necesaria y cada etapa se repite en diferentes momentos de una vida. Este crecimiento, si no...

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    Corintios-110 Intercambio y colaboración

    Corintios-110 Intercambio y colaboración

    Intercambio y colaboración

    Me resulta interesante conectar los últimos versículos de un capítulo con el primero del siguiente, porque a menudo el pensamiento continúa de uno al otro, y nos perdemos una bendición al separarlos. Leamos la transición entre el capítulo 5 y el 6 de 2 Corintios: 

    “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios.”

    Hay una canción cristiana titulada “Su manto por el mío” en la que se canta cómo Cristo se quitó su capa de justicia para dármela a mí, y llevó sobre Él mi manto de injusticia. En la cruz hubo un intercambio no equitativo, en el que mi pecado fue derramado sobre el inocente, y su santa justicia se derramó para cubrir mi mal. Habiendo recibido esa gracia, la primera frase del capítulo 6 me exhorta a vivir de forma que esa gracia de Dios derramada a mi favor no sea en vano. Si habiendo recibido tal intercambio decido vivir como si nada hubiera ocurrido, estaría menospreciando el sacrificio de Cristo en la cruz. 

    Dios anunció que el día de salvación venía, y Pablo declara “He aquí ahora el día de salvación” (6:2). Cristo vino y nos ha ofrecido la gracia inmerecida de Dios. Ahora nosotros podemos disfrutar de la justicia de Dios en Cristo. 
    Es por eso que Pablo puede decir que vive por encima de los ataques diarios de nuestra propia carne o de las injustas valoraciones que cualquiera pudiera hacer. En los versículos 8-10 presenta los siguientes contrastes: 

    “por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo.”

    Eran colaboradores de Dios, incluso cuando algunos los vieran de forma errónea. Podrían verlos como personas sin honra, podrían tener mala fama por seguir a Cristo, podrían pensar que lo que anunciaban era falso, podrían sufrir ignominia, podrían sufrir en sus carnes y pasar por momentos muy tristes, podrían sufrir escasez material, mas ellos sabían que lo poseían todo, pues tenían a Cristo de su lado. En Él podían disfrutar de honra, buena fama ante Dios, conocidos por Dios, vivos y gozosos, enriqueciendo a otros por la gracia de Dios. Era por esto que podían vivir, como dice en el versículo 4 y hasta el 7: 

    “en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra;”

    De la misma manera, esta invitación a colaborar se nos ha extendido a nosotros. El manto de Jesús ha llegado a ser el nuestro si la justicia de Cristo ha llegado a ser nuestra por la fe. Habiendo sidos hechos justicia de Dios en Él, aceptemos ser colaboradores de Dios, viviendo una vida digna de la obra de Cristo en nuestro lugar.  

    ¿Cómo? Apartándonos de los mantos de inmundicia que ya hemos depositado a los pies de la cruz, y viviendo en la justicia recibida en su lugar. Por esto cita el apóstol las palabras del Antiguo Testamento: 

    “Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo:
        Habitaré y andaré entre ellos,
        Y seré su Dios,
        Y ellos serán mi pueblo. m
    Por lo cual: Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor,
    Y no toquéis lo inmundo;  Y yo os recibiré,
    Y seré para vosotros por Padre,
    Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.”

    ¡Qué maravilla de plan de vida! Hijas del Todopoderoso, colaboradoras de...

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    Corintios-109 La nueva vida

    Corintios-109 La nueva vida

    La vida nueva

    “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” 2 Corintios 5:17

    En Cristo, somos nuevas criaturas. Los beneficios finales y completos los veremos en el momento de glorificación, cuando nuestros cuerpos mortales den paso a los eternos, mas ya hemos sido declaradas nuevas criaturas.

    ¿Cómo sabemos que somos una nueva creación, que hemos nacido de nuevo, que la gracia y el don de la justificación son reales en nuestra vida?

    2ª a los Corintios 5:15-18 dice así:

    “y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.
    De modo que si alguno está en Cristo, NUEVA CRIATURA ES; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;”

    Este texto habla de una obra de Dios, no de logros humanos. Fíjate en los verbos: nos reconcilió, nos dio, nos encargó. Y dice el versículo 18, “todo esto proviene de Dios”.

    Osea, somos nuevas criaturas, habiendo confesado a Dios nuestro pecado y recibido la obra de Cristo, y se hace evidente en que hay un cambio en nuestra vida. Las cosas viejas han pasado, y lo que ahora hay en nuestra vida (1) es nuevo, (2) y es de DIos y no nuestro.

    Muchos piensan que uno es salvo de su pasada manera de vivir para intentar cada día hacer buenas obras. Sin embargo es más la idea de que al ser reconciliadas con Cristo (versículos 18 y 19), nos asombramos nosotros mismos de que aquello que antes nos dominaba ya no nos domina. No que seamos perfectas, pero vamos viendo que el pecado que antes nos atraía, ahora nos desagrada. Lo que parecía que no conseguíamos hacer en nuestras fuerzas sin Cristo, ahora en Cristo es posible. Las cosas son hechas nuevas, “y todo esto proviene de Dios.”

    El apóstol lo expresa así en Gálatas 2:20:

    “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”

    ¿Quién vive, tú o Cristo? ¿Quién manda en tu vida, tú misma, o eres una nueva criatura?

    Si eres una nueva creación, si has confesado tus pecados y la gracia y el don de la justificación te han hecho una nueva criatura, entonces nos enseña la Palabra que lo que vives ahora en la carne lo vives en la fe del Hijo de Dios. No estás sola ante la tentación; no estás sola en la prueba.

    Hoy mismo examina tu vida para ver si has sido reconciliada con Cristo. Si es así, eres una nueva criatura, ya no vives tú; ahora es el momento de que Cristo sea reflejado en tu andar diario.

    Quizás hace tiempo que confesaste tu pecado y abrazaste la salvación de Cristo, pero luchas con dejarle a Cristo llevar las riendas de tu vida. ¡Cuidado! Eso no es el plan de Dios. Según estos versículos, rendimos nuestra vida en el momento de la salvación, pero debemos seguir rindiéndola cada día.

    Leemos en los evangelios que Jesús “decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.” Lucas 9:23

    Nueva criatura en el Señor, toma tu cruz cada día, dale las riendas de tu vida al Señor, “el cual te amó y se entregó a sí mismo por ti,” y síguelo.

    • 5 min
    Corintios-108 Vasos de barro

    Corintios-108 Vasos de barro

    Vasos de barro

    Si tuvieras que guardar algún tesoro, ¿dónde lo guardarías?

    En el capítulo 4 de 2 Corintios leemos que el tesoro de la gloria de Dios, la misma imagen de Dios, no se encuentra guardada en preciosos jarrones de cristal, ni vasijas de metales preciosos, sino en vasos de barro. No es la primera vez que Dios utiliza la imagen del alfarero para ilustrar que somos creación suya. Vasos de barro, frágiles, rudos, de más valor sentimental que material; eso somos nosotros. Nuestro valor lo llevamos en el interior, en el valor que Dios mismo nos ha dado al soplar su imagen en nosotros, al entregarnos su Espíritu en el momento de la salvación.

    Estos vasos de barro, nuestros cuerpos, sufren los achaques de la vida, mientras el Espíritu nos sigue dando aliento. Pablo lo expresa en estas palabras:

    “estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.” (2 Corintios 4:8-10)


    Si ya vimos que en el sufrimiento podemos experimentar consolación, veamos ahora cómo el sufrimiento nos recuerda que tenemos una esperanza futura que vale la pena.

    Todos estamos dispuestos a padecer un poco cuando los resultados de nuestro padecimiento valen la pena. Podemos pasar un poco de hambre o sudar la gota gorda, siempre y cuando al final notemos los resultados. Podemos estudiar arduamente si sabemos que al final del esfuerzo nos espera una titulación o un trabajo seguro. Con la meta deseada en el horizonte, podemos esforzarnos y sufrir sin desmayar, anticipando con esperanza aquello que deseamos.

    Así podemos resistir en los momentos de prueba “sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros. (dice el apóstol)
    Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios.”

    Pablo lo expresa así en 2 Corintios 4 y 5:

    “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.”

    Vasos de barro que con el tiempo y el uso se van desgastando. Nos agrietamos; la vida nos da golpes y nos dañamos. Mas un día pasaremos a tener cuerpos nuevos y duraderos. Moradas terrestres, tiendas perecederas donde habitamos temporalmente, pero que se transformarán un día en un edificio eterno, no hecho de manos. Esta esperanza cierta nos permite sobrellevar los momentos difíciles que enfrentamos en la vida. Cuando pases por momentos difíciles, recuerda tres cosas que Dios quiere: (1) Dios quiere que renovemos nuestro ser interior día a día a la luz de la Palabra. (2) Dios quiere que tengamos una visión correcta de este mundo, recordando que esto que aquí nos parece tan importante, es tan solo la antesala de lo que está por venir, y por lo tanto, (3) Dios quiere que mantengamos una visión correcta de la gloria venidera.


    Tenemos el consuelo que Dios ofrece en el momento de la prueba, y además, tenemos la esperanza de la morada eterna con nuestro Salvador. Nos encantaría no tener que sufrir el desgaste. Como Pablo expresa en el capítulo 5 versículo 4, no tener que desvestirnos de este cuerpo para vestirnos del nuevo.

    Pero el proceso...

    • 7 min
    Corintios-107 Cartas de Dios

    Corintios-107 Cartas de Dios

    Cartas de Dios

    En el capítulo 3 de 2 Corintios, cuando Pablo está defendiendo su apostolado, comenta que no necesitaba cartas de recomendación, porque los propios cristianos de Corinto eran sus cartas. Dice en los versículos 2 y 3:

    “Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.”

    ¿Cómo somos nosotros los creyentes cartas ante otros?


    Pablo hace referencia a la gloria que Dios mostró en el monte Sinaí, cuando entregó las tablas de la ley por medio de Moisés. Cuando Dios se le manifestó en el monte Sinaí, Moisés volvió con tal resplandor en su cara que el pueblo no podía mirarlo. Este se colocó un velo que lo cubría hasta que el reflejo de la gloria de Dios se desvaneciera. Este reflejo de gloria era pasajero, nos dice Pablo en el versículo 7.

    Esta gloria pasajera de la que leemos en los libros de Moisés es un mero destello de la gloria que produce la transformación del Espíritu Santo en nuestras vidas. La entrega de la ley mostraba al pueblo la condenación, dejando claro que nadie podría alcanzar la gloria por el cumplimiento de la ley, ya que ninguno puede cumplir la ley enteramente. Así que Dios en su bondad ha provisto acceso a Dios por el ministerio de la justificación, llevado a cabo por nuestro Salvador Jesucristo. Este produce una gloria eterna, a diferencia de aquella primera gloria que el pueblo de Dios pudo contemplar. Dice así Pablo:


    “Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece.”

    Moisés cubría su rostro hasta que la gloria de Dios pasara, mas Pablo dice a sus oidores que incluso aún el pueblo seguía con el velo puesto, incapaces de comprender el misterio de la justificación por fe. Pablo se lamenta en los versículos 14-16, “Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.” Dice Pablo

    Ocurre incluso hoy en día. Existe un velo que hace que muchos judíos no vean la justificación en Cristo. Y esto no sólo ocurre a los judíos. Ese mismo velo hace que muchos no entiendan que la justificación de Cristo es únicamente accesible a través de la fe, y no por obras. Cristo es el único acceso a la gloria de Dios.

    Los propios creyentes de Corinto eran ante el pueblo cartas de Dios, que mostraban este ministerio de justificación, predicado por los apóstoles, pero hecho posible únicamente por Cristo. Las vidas de cada uno de los cristianos debían ser cartas que cualquiera pudiera leer y volverse al Señor. En la conversión al Señor, el velo es quitado, permitiendo al creyente ver la gloria de Dios incluso en esta vida. El apóstol acaba el capítulo dándonos la preciosa imagen de este proceso en nuestras vidas:

    “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”

    Cartas abiertas, que llevan al lector a desear y disfrutar la gloria de Dios.

    • 5 min
    Corintios-106 El perdón

    Corintios-106 El perdón

    El perdón

    En el segundo capítulo de la segunda epístola, Pablo habla de una visita a Corinto que no había sido muy agradable. No estamos seguros de cuándo fue exactamente, pero sabemos por el texto que tras enviar la primera carta, Pablo los había visitado, ya que la reacción de algunos no había sido como se pudiera haber esperado. Por pasajes en la carta entendemos que algunos habían tratado de forma punitiva a personas que habían pecado, sin intentar hacerlo como Dios desea, buscando la restauración.

    Había algunos que habían hablado mal de Pablo, menospreciándolo y acusándole de querer tener el protagonismo para él. Pablo contesta a esto en el capítulo 3, asegurándoles que entendía bien que la única autoridad que él tenía sobre la iglesia era la establecida por Dios. Cuando enseñamos lo que Dios dice, la autoridad de nuestro mensaje no es nuestra, sino que es la autoridad del emisor original del mensaje.

    En respuesta a las acusaciones, Pablo reacciona con una disposición a perdonar. Le habían causado tristeza, como dice en el versículo 5, pero Pablo pide que se perdone al que le había ofendido. Me encanta ver la bondad del apóstol reflejada en el versículo 7 cuando les dice: “más bien deberían perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza.” Su deseo era que mostraran perdón y amor hacia el que lo había atacado. Este perdón y amor sería prueba de la obra de Dios en sus vidas. Pablo les recuerda que él ya los había perdonado, y curiosamente les dice que lo ha hecho “para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros (dice); pues no ignoramos sus maquinaciones.”

    Es importante notar que cuando no perdonamos, estamos dando rienda suelta a Satanás para estropear nuestra existencia. Él desearía vernos amargadas, guardando rencores por daños pasados, llegando a amargarnos. ¿Pero quién querría vivir así cuando podemos escoger el perdón?

    Pablo podía perdonar porque tenía la vista puesta en Cristo. Lo que otros pudieran hacerle a él no era tan importante. Su deseo era que el nombre de Cristo fuera manifestado.
    En el 2:14 Pablo dice: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento.”

    Si practicamos el perdón, desprenderemos un grato olor, el olor de su conocimiento. La falta de perdón también desprende un olor, pero es un olor amargo, desagradable. Pidamos a Dios que nos de la capacidad de perdonar, para que de nuestra vida se desprenda una fragancia que otros puedan notar, y les lleve a desear a Cristo, el que produce la dulce fragancia del perdón.

    • 4 min

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