8 分鐘

A las 10 horas Paranoid Terror

    • 犯罪紀實

Hace un par de meses conocí a una chica por Facebook. La recuerdo muy bien, bella por dentro y por fuera, muy alegre, con un carisma único, una locura exquisita y una inteligencia encantadora; extrovertida en su perfil, de las que le toman foto a todo y publican parte de lo que hacen en el día; en dónde se encontraba, a dónde iba, cuál era su estado de ánimo, una selfie, qué comía, sus tristezas, sus alegrías. En fin, de verdad daba gusto leerla, disfrutar de sus publicaciones, de sus locuras y ocurrencias y, a la distancia, ser parte de su vida.

Todo empezó con un comentario en un grupo, luego una charla, luego otra, una solicitud de amistad, empezamos a saber más de cada uno, compartir historias, nuestro tiempo, anécdotas, confesiones, más temprano que tarde nos volvimos muy amigos. Forjamos una amistad muy bonita, éramos inseparables a pesar de la distancia; nos contábamos y reíamos de todo, llorábamos y nos apoyábamos juntos, había una conexión muy especial y teníamos la esperanza de algún día poder conocernos.

Como ya dije, conversábamos todos los días, además, teníamos una promesa bajo juramento. Prometimos que pasara lo que pasara, siempre nos saludaríamos por la mañana, sin importar nada. Con el paso del tiempo, las cosas cambiaron. Ya no conversábamos tanto, ella solía estar ocupada con sus cosas y yo con mi trabajo, pero no perdimos esos detalles que indiquen que estábamos presentes el uno para el otro. Hasta el día de hoy nadie ha incumplió la promesa, los saludos matutinos ahí se encontraban, cada vez más cortos, sólo un simple saludo y no más.

Desde hace nueve días, su perfil se ha vuelto triste y abandonado, ya no publica sus estados de ánimo, ya no había fotos, ni sus ocurrencias. 

Le he preguntado a diario, por mensaje, el por qué de este cambio, el por qué de su ausencia sin obtener ninguna respuesta, sólo ese mensaje a manera de saludo que siempre llega por las mañanas, a la misma hora, con las mismas palabras, a las diez de la mañana. Esto me inquieta bastante, ella no es así, algo está pasando y se vuelve cada vez más desesperante, recibir el mismo mensaje sin rastros de ella.

Hoy por la mañana leí algo que me dejó petrificado. Su madre publicó, en el perfil de mi amiga, un mensaje en el que agradece a todos por las oraciones y muestras de cariño para con la familia, por la pérdida de la vida de su hija así como el anuncio de que esa cuenta desaparecería.

Al cabo de unos minutos, una vez recuperado de mi shock y con un poco de valor, con las manos sudando y los dedos entorpecidos, mandé un mensaje a su madre como muestra de apoyo, más con tintes de investigación, de saber si no había sido alguna equivocación o una broma, una mala broma. Y en el fondo, así deseaba que fuera, una broma. Sin embargo, su madre lo ha confirmado, hace diez días que ella había muerto. Entonces, sólo entonces, mis músculos ceden y mi rostro se pierde, las lágrimas aparecen y mi corazón enmudece, mi cuerpo me abandona, se pierde en la nada sin poder regresar, se va lejos. el corazón late con fuerza mientras mis pensamientos se clavan en una idea, ¿cómo puede ser que esté muerta si he estado recibiendo sus mensajes estos nueve días?

Caminé inquieto por la habitación, de un lado a otro, tomé el móvil y revisé la conversación por si había habido algún error, pero no, ahí estaban los mensajes de esos días. Levanté la vista y reflejado en el espejo miro el reloj colgado en la pared, son la diez de la mañana, en el bolso izquierdo del pantalón un pitido, acompañado de una vibración, hizo que salte asustado y con miedo saco el móvil del bolsillo para revisarlo, había un mensaje nuevo, el cual decía: “Buenos días, espero que te encuentres bien, lo prometido es deuda, te dejo mi saludo como cada mañana. Estoy esperando a que tú pierdas para que vengas a visitarme y al fin conocernos.»

Hace un par de meses conocí a una chica por Facebook. La recuerdo muy bien, bella por dentro y por fuera, muy alegre, con un carisma único, una locura exquisita y una inteligencia encantadora; extrovertida en su perfil, de las que le toman foto a todo y publican parte de lo que hacen en el día; en dónde se encontraba, a dónde iba, cuál era su estado de ánimo, una selfie, qué comía, sus tristezas, sus alegrías. En fin, de verdad daba gusto leerla, disfrutar de sus publicaciones, de sus locuras y ocurrencias y, a la distancia, ser parte de su vida.

Todo empezó con un comentario en un grupo, luego una charla, luego otra, una solicitud de amistad, empezamos a saber más de cada uno, compartir historias, nuestro tiempo, anécdotas, confesiones, más temprano que tarde nos volvimos muy amigos. Forjamos una amistad muy bonita, éramos inseparables a pesar de la distancia; nos contábamos y reíamos de todo, llorábamos y nos apoyábamos juntos, había una conexión muy especial y teníamos la esperanza de algún día poder conocernos.

Como ya dije, conversábamos todos los días, además, teníamos una promesa bajo juramento. Prometimos que pasara lo que pasara, siempre nos saludaríamos por la mañana, sin importar nada. Con el paso del tiempo, las cosas cambiaron. Ya no conversábamos tanto, ella solía estar ocupada con sus cosas y yo con mi trabajo, pero no perdimos esos detalles que indiquen que estábamos presentes el uno para el otro. Hasta el día de hoy nadie ha incumplió la promesa, los saludos matutinos ahí se encontraban, cada vez más cortos, sólo un simple saludo y no más.

Desde hace nueve días, su perfil se ha vuelto triste y abandonado, ya no publica sus estados de ánimo, ya no había fotos, ni sus ocurrencias. 

Le he preguntado a diario, por mensaje, el por qué de este cambio, el por qué de su ausencia sin obtener ninguna respuesta, sólo ese mensaje a manera de saludo que siempre llega por las mañanas, a la misma hora, con las mismas palabras, a las diez de la mañana. Esto me inquieta bastante, ella no es así, algo está pasando y se vuelve cada vez más desesperante, recibir el mismo mensaje sin rastros de ella.

Hoy por la mañana leí algo que me dejó petrificado. Su madre publicó, en el perfil de mi amiga, un mensaje en el que agradece a todos por las oraciones y muestras de cariño para con la familia, por la pérdida de la vida de su hija así como el anuncio de que esa cuenta desaparecería.

Al cabo de unos minutos, una vez recuperado de mi shock y con un poco de valor, con las manos sudando y los dedos entorpecidos, mandé un mensaje a su madre como muestra de apoyo, más con tintes de investigación, de saber si no había sido alguna equivocación o una broma, una mala broma. Y en el fondo, así deseaba que fuera, una broma. Sin embargo, su madre lo ha confirmado, hace diez días que ella había muerto. Entonces, sólo entonces, mis músculos ceden y mi rostro se pierde, las lágrimas aparecen y mi corazón enmudece, mi cuerpo me abandona, se pierde en la nada sin poder regresar, se va lejos. el corazón late con fuerza mientras mis pensamientos se clavan en una idea, ¿cómo puede ser que esté muerta si he estado recibiendo sus mensajes estos nueve días?

Caminé inquieto por la habitación, de un lado a otro, tomé el móvil y revisé la conversación por si había habido algún error, pero no, ahí estaban los mensajes de esos días. Levanté la vista y reflejado en el espejo miro el reloj colgado en la pared, son la diez de la mañana, en el bolso izquierdo del pantalón un pitido, acompañado de una vibración, hizo que salte asustado y con miedo saco el móvil del bolsillo para revisarlo, había un mensaje nuevo, el cual decía: “Buenos días, espero que te encuentres bien, lo prometido es deuda, te dejo mi saludo como cada mañana. Estoy esperando a que tú pierdas para que vengas a visitarme y al fin conocernos.»

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