12 min

E02 - Nadie se hace pastor Nómadas

    • Documentary

Haby Bah tiene 32 años y lleva quince casada con Baïdy. Ahora Haby me dice que ella ama a su marido y alrededor todos se ríen. Le pregunto si él se divorció para casarse con ella. Haby se ríe, nerviosa, pudorosa, que cómo se me ocurre: que no, que él ya se había divorciado antes. 
Estamos en su choza, el olor de la leche fermentada, los cloqueos de las gallinas ponedoras que se pelean con su hijita Jara, la mirada interesada o autorizada o controladora de Baïdy mientras un extranjero habla con su esposa y le hace preguntas cuyas respuestas él querría saber –pero nunca le preguntó, porque los hombres no preguntan esas cosas.

Haby se despierta cada mañana muy temprano, poco antes de las cinco, para preparar el desayuno de los pastores. Después va a buscar agua para cocinar y lavar durante el día; vuelve, barre el campamento, arregla su choza, lava las cacerolas y la ropa, y empieza a cocinar el almuerzo –siempre cargando a su bebé a la espalda. 
–¿Y después descansas?
Le pregunto. 
–No, yo casi nunca tengo tiempo para descansar. Me gustaría, pero acá siempre hay algo para hacer. Las mujeres siempre tenemos algo para hacer. Descansar no es para nosotras.

Haby Bah tiene 32 años y lleva quince casada con Baïdy. Ahora Haby me dice que ella ama a su marido y alrededor todos se ríen. Le pregunto si él se divorció para casarse con ella. Haby se ríe, nerviosa, pudorosa, que cómo se me ocurre: que no, que él ya se había divorciado antes. 
Estamos en su choza, el olor de la leche fermentada, los cloqueos de las gallinas ponedoras que se pelean con su hijita Jara, la mirada interesada o autorizada o controladora de Baïdy mientras un extranjero habla con su esposa y le hace preguntas cuyas respuestas él querría saber –pero nunca le preguntó, porque los hombres no preguntan esas cosas.

Haby se despierta cada mañana muy temprano, poco antes de las cinco, para preparar el desayuno de los pastores. Después va a buscar agua para cocinar y lavar durante el día; vuelve, barre el campamento, arregla su choza, lava las cacerolas y la ropa, y empieza a cocinar el almuerzo –siempre cargando a su bebé a la espalda. 
–¿Y después descansas?
Le pregunto. 
–No, yo casi nunca tengo tiempo para descansar. Me gustaría, pero acá siempre hay algo para hacer. Las mujeres siempre tenemos algo para hacer. Descansar no es para nosotras.

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