Las Bienaventuranzas y Virtudes Teologales P. Gerardo Casillas González
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- Religion & Spirituality
En la primera temporada hablamos de los dones y frutos del Espíritu Santo, como 20 días de preparación a Pentecostés. En esta segunda temporada conoceremos las 8 Bienaventuranzas y 3 Virtudes teologales. Cómo caminos de perfección que nos remontan a las cumbres de la vida espiritual.
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10. Bienaventurados los limpios de corazón, por qué ellos verán a Dios.
Esta es una de las bienaventuranzas que nos llevan a las alturas y al desprendimiento de las cosas terrenales, Dios es el tres veces Santo y para llegar hasta Él, hemos de desprendernos de las cosas terrenales para contemplar la divina pureza que Dios es.
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9. Solemnidad del Corpus Christi
Hoy recordamos en toda la Iglesia a Jesús Eucaristía, sacrificio incruento ofrecido para la salvación del género humano. El cordero pascual que se ofrece obediente al Plan que Dios le ha pedido para la humanidad.
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8. Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia.
La misericordia es propia de Dios, de lo divino, en la vida humana conocemos la justicia, pero amar no solo a quienes nos aman, sino amar a los enemigos es algo que el hombre nunca se habría imaginado en su egoísta corazón.
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7. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
El alma después de caminar los las cumbres altísimas de la perfección cristiana busca sacar su hambre y sed de justicia que no encuentra en este mundo y se refugia en el Señor quien viene a saciar esa búsqueda en la vida contemplativa.
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6. Misterio de la Santísima Trinidad.
Hoy celebramos en toda la Iglesia en misterio central de nuestra fe. Creemos en Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Padre es amor, el Hijo es amor y el Espíritu Santo es amor. El Padre ama con amor Paterno, el Hijo ama con amor filial y el Espíritu Santo ama con amor Esponsal, maternal.
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5. Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados.
Esta tercera bienaventuranza nos lleva al desprendimiento de las cosas terrenas, aprender a morir a nosotros mismos, descubriendo las miserias de las cosas y las personas. Solo Dios se vuelve nuestro consuelo, al no tener en donde reclinar la cabeza, el alma se vuelve a Dios como su seguro refugio.