25 min

Romanos 4:13-25 Solamente por gracia Teología callejera

    • Christianity

Nada hay tan importante para la fe cristiana como el concepto de la justificación por la fe en el Hijo de Dios, aunque dicho concepto sea contrario a lo que, como seres humanos, normalmente esperaríamos de Dios. Porque personas somos sinergistas innatos. Es decir, vemos nuestra salvación (si se la puede llamar así) más bien como una “ayuda” de parte de Dios para que nosotros mismos hagamos las obras necesarias para ser aceptos delante de Dios, y así “Dios y nosotros juntos” logramos nuestra preciada salvación. 


Esto no debería sorprendernos, pues como hemos dicho anteriormente, el ser humano no percibe su pecado más que un pez percibe estar mojado, a pesar de que la Biblia describe al ser humano como una raza “abominable y vil, que bebe la iniquidad como agua” (Job 15:16). Es decir, el ser humano no aprecia la gravedad de su pecado, y lo ve como algo leve y cotidiano, a pesar de que Dios lo vea de una manera muchísimo peor.


Y es precisamente porque no apreciamos la gravedad del pecado, que pensamos que somos capaces de cooperar con Dios en nuestra salvación, y que la salvación debe obtenerse por medio de la sinergia entre los esfuerzos humanos y la obra de Dios.


El ser humano naturalmente rechaza la idea de la justificación solamente por fe. Esa clase de justificación nos suena barata. No puede ser que solamente por la fe el pecador puede ser justificado delante de Dios. Debe haber algo más. Se debe requerir algo más de parte de nosotros: Esta es la forma más natural de pensamiento humano. El ser humano es un sinergista innato. Quiere estar (aunque sea parcialmente) en control de su propio destino. Y la idea de que la salvación no dependa de nosotros en ninguna instancia, nos deja expuestos por lo débiles y vulnerables que realmente somos en nuestra propia condición de pecadores.
Support the show

Nada hay tan importante para la fe cristiana como el concepto de la justificación por la fe en el Hijo de Dios, aunque dicho concepto sea contrario a lo que, como seres humanos, normalmente esperaríamos de Dios. Porque personas somos sinergistas innatos. Es decir, vemos nuestra salvación (si se la puede llamar así) más bien como una “ayuda” de parte de Dios para que nosotros mismos hagamos las obras necesarias para ser aceptos delante de Dios, y así “Dios y nosotros juntos” logramos nuestra preciada salvación. 


Esto no debería sorprendernos, pues como hemos dicho anteriormente, el ser humano no percibe su pecado más que un pez percibe estar mojado, a pesar de que la Biblia describe al ser humano como una raza “abominable y vil, que bebe la iniquidad como agua” (Job 15:16). Es decir, el ser humano no aprecia la gravedad de su pecado, y lo ve como algo leve y cotidiano, a pesar de que Dios lo vea de una manera muchísimo peor.


Y es precisamente porque no apreciamos la gravedad del pecado, que pensamos que somos capaces de cooperar con Dios en nuestra salvación, y que la salvación debe obtenerse por medio de la sinergia entre los esfuerzos humanos y la obra de Dios.


El ser humano naturalmente rechaza la idea de la justificación solamente por fe. Esa clase de justificación nos suena barata. No puede ser que solamente por la fe el pecador puede ser justificado delante de Dios. Debe haber algo más. Se debe requerir algo más de parte de nosotros: Esta es la forma más natural de pensamiento humano. El ser humano es un sinergista innato. Quiere estar (aunque sea parcialmente) en control de su propio destino. Y la idea de que la salvación no dependa de nosotros en ninguna instancia, nos deja expuestos por lo débiles y vulnerables que realmente somos en nuestra propia condición de pecadores.
Support the show

25 min