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187- Nuestra psicología cofrade España: ser y conciencia

    • Historia

Desde jóvenes hemos escuchado que hacer el bien, ser virtuoso, ser bueno y amar a los demás hacía esto más importante que declararse cristiano. No era más que un muy poco elaborado motivo de confusión para los creyentes tibios, por tímidos o desinformados. También para los que más se estilan hoy: los que dicen serlo pero que con su obrar no lo confirman, ya que por su virtud no se trasluce ni transmite la huella santa de la Revelación.

Pues bien, es la Psicología cofrade un lugar común donde se trata por todos este tema: para unos quienes sacan los pasos, y rompiendo toda regla de razonamiento interno (me refiero a que por entonces no participar de la Semana Santa sería lo recomendable para el cristiano que se sabe imperfecto, siéndolo como somos todos), no son tan buenos cristianos pues durante todo el año restante no cruzan las puertas de su templo o solo lo hacen esporádicamente; para otros, estaríamos ante meras tradiciones que ni restarían ni sumarían a la fe que uno tuviera que es más un legado intergeneracional que otra cosa de ahí la explosión sentimental que se experimenta masivamente en días (noches) como la Madrugá y sobre todo con las hermandades de barrio frente a las de silencio, más torpemente llamadas castellanas, según el vulgo.

Omitiendo a este último respecto que desde 1975 las Cofradías fundadas no han dejado de crecer, como vemos el problema de fondo no es baladí: nada más y nada menos que el de la justificación por la fe y/o por las obras, y más allá aun si cabe, si los cristianos que salen a la calle y se hacen con ella en estas fechas no estarían confirmando la plena catolicidad de España. Si juntamos todo, lo que con certeza dícese es que se sale en profesión de fe, es decir, se obra por la fe, con lo que la fe precede ante todo y de ella se alimenta durante todo el año, como sería de desear, pero especialmente en cuaresma y Semana Santa, el obrar, el buen obrar, el mejor obrar. Si no se logra, y juzga desde fuera quizás no esté quien critica tan afuera. Y es por eso que siendo la fe lo que procesiona, las tallas nacidas en origen para que el pueblo no formado pudiera hacerse una idea de lo sucedido al Redentor en su pasión y agonía, no la fundamentan, siendo las tallas o la carrera o itinerario que sigan las cofradías lo de menos, como bien puede suceder con una canasta de siglos que se cambia por otra, el trayecto exacto de la carrera oficial o un itinerario que se mueve por razones de seguridad. Como ven todo ejemplos actuales, no hay que retrotraerse al pasado inmediato para obtener un prisma alejado de la actualidad de la tradición. Y sobre esto recordemos lo que nos decía Unamuno en una lectura previa sobre el patriotismo: las tradiciones pueden y deben cambiarse cuando el público se reoriente hacia otros tópicos, con lo que cabe su sustitución perfectamente, lo que no ocurre en el caso donde el fenómeno no sólo se mantiene sino que ha crecido a la par que el bienestar material de los españoles. Antes eran pocos los que conocían la Semana Santa por excelencia, la sevillana; hoy las calles hispalenses están llenas de españoles foráneos durante todos sus días, hasta vivirlos con igual o mayor intensidad que sus vecinos.

Dicho todo ello, tengamos cuidado con las generalizaciones y los lugares comunes, y si somos ejemplo para juzgar desde ellos. Las redes sociales nos ayudan a visualizar hoy la labor continua que hacen las hermandades en cuanto a sus ritos de piedad y caridad. La fe para el católico, resumo, no basta, son necesarias las buenas obras, ni éstas justifican el Reino de Dios por sí mismas. En el bendito combo, permítanme la expresión, está la salvación de nuestras almas.

Desde jóvenes hemos escuchado que hacer el bien, ser virtuoso, ser bueno y amar a los demás hacía esto más importante que declararse cristiano. No era más que un muy poco elaborado motivo de confusión para los creyentes tibios, por tímidos o desinformados. También para los que más se estilan hoy: los que dicen serlo pero que con su obrar no lo confirman, ya que por su virtud no se trasluce ni transmite la huella santa de la Revelación.

Pues bien, es la Psicología cofrade un lugar común donde se trata por todos este tema: para unos quienes sacan los pasos, y rompiendo toda regla de razonamiento interno (me refiero a que por entonces no participar de la Semana Santa sería lo recomendable para el cristiano que se sabe imperfecto, siéndolo como somos todos), no son tan buenos cristianos pues durante todo el año restante no cruzan las puertas de su templo o solo lo hacen esporádicamente; para otros, estaríamos ante meras tradiciones que ni restarían ni sumarían a la fe que uno tuviera que es más un legado intergeneracional que otra cosa de ahí la explosión sentimental que se experimenta masivamente en días (noches) como la Madrugá y sobre todo con las hermandades de barrio frente a las de silencio, más torpemente llamadas castellanas, según el vulgo.

Omitiendo a este último respecto que desde 1975 las Cofradías fundadas no han dejado de crecer, como vemos el problema de fondo no es baladí: nada más y nada menos que el de la justificación por la fe y/o por las obras, y más allá aun si cabe, si los cristianos que salen a la calle y se hacen con ella en estas fechas no estarían confirmando la plena catolicidad de España. Si juntamos todo, lo que con certeza dícese es que se sale en profesión de fe, es decir, se obra por la fe, con lo que la fe precede ante todo y de ella se alimenta durante todo el año, como sería de desear, pero especialmente en cuaresma y Semana Santa, el obrar, el buen obrar, el mejor obrar. Si no se logra, y juzga desde fuera quizás no esté quien critica tan afuera. Y es por eso que siendo la fe lo que procesiona, las tallas nacidas en origen para que el pueblo no formado pudiera hacerse una idea de lo sucedido al Redentor en su pasión y agonía, no la fundamentan, siendo las tallas o la carrera o itinerario que sigan las cofradías lo de menos, como bien puede suceder con una canasta de siglos que se cambia por otra, el trayecto exacto de la carrera oficial o un itinerario que se mueve por razones de seguridad. Como ven todo ejemplos actuales, no hay que retrotraerse al pasado inmediato para obtener un prisma alejado de la actualidad de la tradición. Y sobre esto recordemos lo que nos decía Unamuno en una lectura previa sobre el patriotismo: las tradiciones pueden y deben cambiarse cuando el público se reoriente hacia otros tópicos, con lo que cabe su sustitución perfectamente, lo que no ocurre en el caso donde el fenómeno no sólo se mantiene sino que ha crecido a la par que el bienestar material de los españoles. Antes eran pocos los que conocían la Semana Santa por excelencia, la sevillana; hoy las calles hispalenses están llenas de españoles foráneos durante todos sus días, hasta vivirlos con igual o mayor intensidad que sus vecinos.

Dicho todo ello, tengamos cuidado con las generalizaciones y los lugares comunes, y si somos ejemplo para juzgar desde ellos. Las redes sociales nos ayudan a visualizar hoy la labor continua que hacen las hermandades en cuanto a sus ritos de piedad y caridad. La fe para el católico, resumo, no basta, son necesarias las buenas obras, ni éstas justifican el Reino de Dios por sí mismas. En el bendito combo, permítanme la expresión, está la salvación de nuestras almas.

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