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Domingo, 28 de abril de 2024 Voces en On | HAKUNA

    • Religión y espiritualidad

Jn 15, 1-8 • El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
------------------
Escucharte es un deleite para los sentidos. Cuando hablas, el corazón se esponja y se abre a la verdad.

No me gusta perderme ni una sola palabra —me siento siempre cerca de Ti, cuanto más cerca mejor—. Muchos han caminado durante días para venir a verte y escuchar tu Mensaje. Todos queremos escuchar al Nazareno.

Tu parábola de esta mañana ha sido preciosa. Luego hemos compartido qué nos parecía a todos, de qué manera nos habían resonado tus palabras y, ¡qué maravilla!

Es extraordinario ver cómo tu Palabra tiene tanta fuerza. Es increíble ver cómo vas moviendo nuestros corazones de una forma tan creativa. No hay nada que se le compare a tu Palabra. Tu Palabra tiene la fuerza necesaria para llevarse a realización a sí misma. Ella misma se realiza porque tiene ese poder.

Sí; tu Palabra germina y da fruto. No hablo solo de los frutos que han de venir, —los que ya han florecido—. Hoy tu Palabra me ha interpelado en cuanto a los frutos que han de venir.
Y cada uno de los que te seguimos lo sabe. Solo en Ti culmina el encuentro con la Verdad, esa que emerge de nuestros corazones, como una ola del mar que va inundando la playa. Todo lo impregnas. Y los frutos no llegan por nuestros méritos o nuestras capacidades. No llegan porque nuestros corazones sean productores de frutos, sino porque Tú eres vid.

Has puesto palabras a mi necesidad; necesito crecer en Ti. Necesito permanecer en Ti.

Sin Ti nada puedo, pero no quiero poder nada si no es conTigo, de tu mano. No quiero crecer en ninguna vid que no seas Tú, ni ser labrado por ningún labrador que no sea tu Padre.

Porque solo en tu vid me realizo, solo en Ti el deseo del corazón se realiza en plenitud. Solo en Ti quiero permanecer, porque solo el Amor engendra la maravilla.

Conciérteme en fruto, mi Rabbí. Sírvete de mí; ¡quiero darte gloria!

Jn 15, 1-8 • El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
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Escucharte es un deleite para los sentidos. Cuando hablas, el corazón se esponja y se abre a la verdad.

No me gusta perderme ni una sola palabra —me siento siempre cerca de Ti, cuanto más cerca mejor—. Muchos han caminado durante días para venir a verte y escuchar tu Mensaje. Todos queremos escuchar al Nazareno.

Tu parábola de esta mañana ha sido preciosa. Luego hemos compartido qué nos parecía a todos, de qué manera nos habían resonado tus palabras y, ¡qué maravilla!

Es extraordinario ver cómo tu Palabra tiene tanta fuerza. Es increíble ver cómo vas moviendo nuestros corazones de una forma tan creativa. No hay nada que se le compare a tu Palabra. Tu Palabra tiene la fuerza necesaria para llevarse a realización a sí misma. Ella misma se realiza porque tiene ese poder.

Sí; tu Palabra germina y da fruto. No hablo solo de los frutos que han de venir, —los que ya han florecido—. Hoy tu Palabra me ha interpelado en cuanto a los frutos que han de venir.
Y cada uno de los que te seguimos lo sabe. Solo en Ti culmina el encuentro con la Verdad, esa que emerge de nuestros corazones, como una ola del mar que va inundando la playa. Todo lo impregnas. Y los frutos no llegan por nuestros méritos o nuestras capacidades. No llegan porque nuestros corazones sean productores de frutos, sino porque Tú eres vid.

Has puesto palabras a mi necesidad; necesito crecer en Ti. Necesito permanecer en Ti.

Sin Ti nada puedo, pero no quiero poder nada si no es conTigo, de tu mano. No quiero crecer en ninguna vid que no seas Tú, ni ser labrado por ningún labrador que no sea tu Padre.

Porque solo en tu vid me realizo, solo en Ti el deseo del corazón se realiza en plenitud. Solo en Ti quiero permanecer, porque solo el Amor engendra la maravilla.

Conciérteme en fruto, mi Rabbí. Sírvete de mí; ¡quiero darte gloria!

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