17 episodios

Hola, me llamo Natalie y hoy estoy acá contándoles la historia sobre la búsqueda de mi identidad. Cuando la gente que me rodea, cercana o lejana se entera de que soy adoptada y del documental que se filmó desde que activamente empecé a buscar mis raíces, lo que sigue siempre es una serie de preguntas. Estas preguntas las vengo respondiendo desde hace años. Ahora que se terminó de filmar el documental decidí hacer este podcast respondiendo cada una de ellas . Cada episodio es una respuesta a una pregunta.

Nada personal Natalie K

    • Cultura y sociedad

Hola, me llamo Natalie y hoy estoy acá contándoles la historia sobre la búsqueda de mi identidad. Cuando la gente que me rodea, cercana o lejana se entera de que soy adoptada y del documental que se filmó desde que activamente empecé a buscar mis raíces, lo que sigue siempre es una serie de preguntas. Estas preguntas las vengo respondiendo desde hace años. Ahora que se terminó de filmar el documental decidí hacer este podcast respondiendo cada una de ellas . Cada episodio es una respuesta a una pregunta.

    Capítulo 1-Cuándo comenzó mi búsqueda?

    Capítulo 1-Cuándo comenzó mi búsqueda?

    La respuesta simple sería en el 2015, cuando Abuelas De Plaza de Mayo me contactó para dejar el ADN.
    Para los que no saben quiénes son, Abuelas de Plaza de Mayo es una organización no gubernamental creada en 1977 cuyo objetivo es localizar y restituir a sus legítimas familias todos los niños desaparecidos y dados en adopción ilegal por la dictadura militar argentina del 1976 al 1983.
    Fue así. El 14 de agosto del 2015 recibí una llamada de la embajada Argentina en Suecia diciendo que me estaban buscando de la cancillería argentina. Cuando pregunté por qué asunto era, me dijeron que no me lo podían decir, pero me preguntaron si estaba dispuesta a presentarme.
    Para hacer corta una historia larga, básicamente mi caso se judicializó. En Abuelas de Plaza de Mayos habían recibido varias denuncias anónimas sobre mi adopción y ya no podían esperar más. O sea, recibieron varias llamadas anónimas de personas diciendo que sospechaban que yo era hija de desaparecidos.
    Cuando me presenté en la embajada argentina en Estocolmo hablé con el juez de la causa que me explicó que si no dejaba la prueba de ADN por voluntad propia iban a tener que mandar a la policía sueca a hacer un allanamiento y obligarme a dejar mi ADN. Así que finalmente y después de un par de vueltas dejé el ADN el 7 de diciembre del 2015.
    Y todo lo que eso implicó realmente es largo de explicar, así que por ahora lo voy a dejar ahí.
    La pregunta más interesante tal vez sea, cuando empecé a sentir curiosidad por conocer mi origen biológico. Eso es un poco más complejo de contestar. Porque en ningún momento sentí un ímpetu de saber de dónde venían mis genes.
    Desde chica siempre escuché decir en mi familia, especialmente a mi mamá, que yo tenía genes villeros.
    Como mi piel era más oscura que la de mi hermano, también adoptado, y me reía más fuerte que él, y no mostraba ningún tipo de sofisticación, yo venía acorde a sus creencias, obviamente de la villa, yo era obviamente de menor “casta”. Estas eran sus creencias racistas. El racismo en Argentina tiene sus raíces en el colonialismo pero, por supuesto, fue muy evidente en las partes de Buenos Aires a las que se mudaron los alemanes de la Segunda Guerra Mundial.
    Y esto se reflejaba en todas partes. En el colegio por ejemplo, yo siendo marroncita, recuerdo que a la edad de 6 años unos chicos se me acercaron en el recreo y me dijeron: "Vos sos una negra", lo cual, acorde a las normas sociales racistas, no era nada bueno. Y eso continuó todo mi tiempo escolar. Siempre me quedó bien claro que yo no pertenecía a la supuesta “raza blanca superior”, yo tenía genes villeros. Por supuesto que ir a un colegio alemán en Buenos Aires, no ayudó en nada.
    Entonces ¿para qué buscar más? Para qué hacerme preguntas de las cuáles ya tenía respuestas?¿Para confirmarlo? No, la sociedad en la que  crecí ya me había convencido de quién yo era y de mi valor como persona  y lo que más quería era huir de ese pasado y esa verdad. Pero un día se me presentó la oportunidad de pertenecer a otra verdad, a otra realidad, a otra “casta”. En vez de ser hija de villera, podía ser hija de una revolucionaria que luchó por un mundo mejor y más justo. Una guerrera que cayó en manos de los militares, mientras peleaba por los derechos humanos. Entonces de ser así, en mis venas correría una sangre totalmente diferente. Y mis genes serían valientes y transgresores. Yo, la hija de una mártir, de una luchadora, de un símbolo de la verdad!
    Y cómo es que le dí una oportunidad a esta teoría? Fue más o menos así:
    Un día nos invitaron al casamiento de la hija de una amiga de mi mamá. Debe de haber sido en el 2001. Esta hija que se casaba iba al mismo colegio que yo pero era unos años más grande. No entendía bien porque nos habían invitado. Esta pareja amiga de mi mamá y mi papá no se nombraban mucho en mi casa. No era de esas parejas con las que mis padres salían a cen

    • 11 min
    Capítulo 2-Porqué un documental?

    Capítulo 2-Porqué un documental?

    Es necesario comenzar explicando que fue lo que pasó allá en el 2015.

    Después de recibir la llamada de la embajada argentina, sobre que cancillería me estaba buscando, entré en pánico.
    A tal punto que hice algo que no había hecho nunca en mi vida. Llamé a mi pareja y llorando le dije: ”Me encontraron, me encontraron. Por favor ven a casa”.
    No soy ese tipo de persona. No ando llamando a la gente pidiéndole que me vengan a rescatar, pero ese día me dio un ataque de pánico tan fuerte que pedí ayuda.
    Esta reacción en realidad tenía que ver con algo que pasó unos meses antes, cuando casi al finalizar mi viaje anual a Buenos Aires, decidí ir a Abuelas de Plaza de Mayo para hacerles las últimas preguntas sobre qué pasaría si de hecho yo dejase el ADN y se encontrase una familia.
    Yo entiendo que para la mayoría de la gente, viéndolo desde afuera, parecería bastante irrelevante. Es decir, al lado de resolver un crimen de lesa humanidad y recuperar mi identidad biológica cualquier cosa parece irrelevante.
    Pero para nosotros, que estamos de este lado, no lo es. Así que en mi opinión, todo aquel que tenga algo que decir al respecto, si no se encuentra en la misma situación en la que nos encontramos nosotros que tenemos que afrontar tal decisión, que se llame al silencio.
    Para mi al menos, era algo en lo que pensé durante 13 años, antes de poder tomar el gran paso. Y de hecho me había decidido que lo iba a hacer. En ese mismo viaje, me senté por primera vez con mi papá y le informé que ya era hora. Que las abuelas estaban grandes y que ya no podía esperar más. Él, para mi sorpresa, me contestó “ que me parece muy bien” y que “si alguna vez hubiese sospechado que vos venías de una de esas familias, nunca lo hubiese aceptado”. Mi papá me dio permiso. Esto también estaba sucediendo porque dos años antes, mi mamá antes de entrar en ese coma inducido por la morfina cuando ya el cáncer avanzó y no hay vuelta atrás, le confesó a mi tía que “ espero que Natalie encuentre a su madre biológica”.
    Todos sospechábamos que yo era hija de desaparecidos.
    Según lo que yo había entendido hasta el momento es que dos cosas sucederían si mi ADN coincidía con algún ADN del banco genético de Abuelas:
    Por ley, se cambiaría mi identidad y pasaría a tener el apellido de mi familia biológica
    Se iniciaría un proceso legal y una investigación para determinar si mi papá tuvo algo que ver con el robo de bebés sistemático de la dictadura militar.
    Esto para mi significaba sobre todo dos cosas: Mi pasaporte alemán pasaría a no ser válido (lo cuál es realmente molesto si una vive en un país europeo desde hace 13 años, ya que como todos sabemos, no es fácil conseguir una visa como argentina para quedarse en Europa) y segundo y aún más importante, talvéz lo más importante, mi papá la iba a pasar muy mal.
    No fue una decisión fácil, pero ya la había tomado. Así es que me presenté en Abuelas en marzo del 2015 a hacer las últimas preguntas para después volver a Suecia y dejar el ADN ahí, en la embajada argentina. Con la mala suerte que me atendió un sujeto nefasto que durante una hora me trató de convencer de dejar el ADN ahi en ese momento y finalmente, cuando vio que yo no daba brazo a torcer, me amenazó con que me iban a obligar.a dejarlo. Un psicópata en el lugar donde supuestamente estaban trabajando para reparar los daños de las psicosis de la junta militar del ´76. Si estos son los buenos y me tratan así, imagínense los malos. “Argentina realmente es el reino del revés” pensé y juré nunca jamás acercarme a Abuelas.
    La peor parte, como siempre, fue que nadie me creía. Cómo podía ser que en Abuelas hubiera alguien así trabajando? No habrá tenido que ver con mi actitud? No lo abre imaginado? Yo que soy tan sensible? Y al fin y al cabo, si yo igual pensaba dejar el ADN, no me daba lo mismo dejarlo ahí mismo?
    No, no me daba lo mismo. Dejar el ADN como

    • 8 min
    Capítulo 3-Encontraste algo?

    Capítulo 3-Encontraste algo?

    Para encontrar algo, primero hay que entender qué es lo que se está buscando. Y yo no creo haber entendido que era lo que estaba buscando hasta que toqué las puertas de las mujeres que potencialmente podían ser mis madres biológicas.
    La identidad no es una cosa permanente. Hay componentes de la identidad que se modifican constantemente. Hay otros que no tanto. La identidad biológica, por ejemplo, es una de esas que no cambia muchísimo. Es decir, a menos que se hagan tratamientos o intervenciones importantes al cuerpo, lo más probable es que nos parezcamos a algún familiar biológico. Y que heredemos la genética de nuestra ascendencia  biológica.
    Si simplificamos la pregunta: Encontraste tu ascendencia  biológica? Entonces  la respuesta es fácil. Es un si o un no.
    Pero cada vez que me hacen esta pregunta, la respuesta no es simple, porque yo escucho otra pregunta. Lo que yo escucho es: “Ahora entendés mejor quién sos y que fue lo que pasó en el momento de tu nacimiento, y porqué te abandonaron?
    Por eso es difícil encontrar una respuesta simple, porque no es tan simple. Ahora, si fuese ser que encuentro a alguien que biológicamente está relacionado a mi, bueno, sería maravilloso. Porque es algo que nunca tuve y me hace falta. Pero como dije, esa es una respuesta mucho más simple.
    En lo que iba de la búsqueda, no me quedaba  en claro qué era lo que realmente estaba buscando. Es decir, tenia un presentimiento, pero no entendía bien. Gracias a las conversaciones con Mercedes Yañez pude ir encauzando un poco que era lo que estaba pasándome. Esa gran pregunta fue el verdadero  viaje. Qué es lo que estoy buscando sanar? Qué pedazo de mi me falta? Y porqué es tan importante?
    Si tomo en cuenta que mi búsqueda empezó el día que empecé a sospechar que era hija de desaparecidos, entonces puedo decir que lo que estuve buscando todo este tiempo era aceptar lo que pasó. Y cómo pasó. Y lo difícil es tener que reconstruir la verdad cuando una no la tiene. Las expectativas, el vacío, los sueños y las fantasías que conlleva ese vacío son fuertísimas. Como si mis pies nunca tocasen el suelo. Porque hay una verdad que no entendía. No era tanto eso de encontrar quién soy, ya que a mi edad ya soy quien soy, sino encontrar porqué soy. 
    Entonces tocarle la puerta a las mujeres que potencialmente podrían ser mis madres biológicas le puso nombre y apellido a esa fantasía. Aunque ninguna fuera mi madre, todas eran mis madres. Y en sus relatos pude ver y entender algo que sin sus relatos valientes nunca hubiese entendido ni encontrado, y se llama contexto. Estas madres nunca olvidaron a sus hijas. No importaba la razón del embarazo, esa niña que nació no fue simplemente un error que había que corregirlo al entregárselo a otras personas. Esa niña siempre quedó en la memoria de estas madres. Nunca las dejó. La repuesta que yo estaba buscando, se respondió en un gran por ciento. “Como me pudiste dejar ir? Como me pudiste entregar a extraños que sabe Dios que harían de mí? Tan poco valía yo? Tan poco te valía?” 
    No me dejaron ir. No había otras opciones. Y la familia que me adoptó no fue elegida. Simplemente estaba ahi, en el momento indicado. Nada más. No fue personal. Yo no lo causé, ni lo controlé. Todo fue. La vida es una ruleta, y te toca lo que te toca. No es justa, no hay reglas. O si las hay son muy difíciles de entender y no está a mi alcance intelectual hacerlo.
    Entonces mi repuesta es, si, encontré mucho. Y entendí que al menos en mi experiencia, las madres no se olvidan de sus hijos. Nunca.
    Y todo esto no fue personal. No tiene nada que ver conmigo.
    Pero eso sí, me pasó a mi.

    • 6 min
    Capítulo 4-La soledad y la adicción

    Capítulo 4-La soledad y la adicción

    Siempre sentí una soledad enorme. Existencial. La sensación de que mi vida fue un error y de que no debería haber nacido me siguió desde chica. Me acuerdo de a veces rezarle a Dios por las noches pidiéndole que me llevase. Al mismo tiempo, no dejar que mis familia supiera esto, para que no se enojasen. Recién a los 17 años le pedí a mis padres de ir a la psicóloga y básicamente desde entonces que voy a algún tipo de terapia. Ser paciente ha sido parte de mi identidad, diría uno de mis mejores amigos. Sí, es verdad. Que sería de mí, si yo no fuese esta? Eternamente rota, eternamente reparándome, eternamente buscando ser otra. El problema fue siempre el mismo: mi autoestima. Y cómo llegamos acá? Qué me pasó que me dejó así? O será que lo elegí esto de ser la víctima eterna? Porque más allá de  que todos estamos un poquito abollados en algún lugar, consecuencia de vivir en el planeta Tierra, lo que siempre más me molestó de mi, es tener esas voces interiores que se encargan de debilitarme todos los días y me hacen tomar decisiones que continúan manteniéndome en un lugar de abuso. Y por supuesto al mismo tiempo saber que está en mí correrme del mismo abuso, y no poder. Ojo, a esta altura estoy mucho mejor que antes, un día por vez voy sanando. Pero así y todo, cada tanto me irrita y me genera aún más odio hacía mi misma el no ver lo bueno en mí y en el constantemente meterme en relaciones y situaciones que confirmen que yo no valgo la pena. Es frustrante. Pero cuando esto llegó a su cúspide fue en el 2008. Había caído víctima de una obsesión con una persona que se dio cuenta cuanto lo admiraba y aprovechó la ocasión para sacarme todo el juego de autoamor que tenía. Sentí que él me veía y esa parte de mi escondida salió a la intemperie para recibir amor. Por supuesto todo tenía que ver con la música. Ese lugar de mi prohibido que había sido criticado sistemáticamente por mi familia, y que me había salvado la vida tantas veces. La música, mi salvación. El único lugar que durante años me había llevado lejos de donde estaba, hasta el día que finalmente me fui lejos de hecho, a Suecia, a comenzar mi nueva vida. Pero en el 2008 y ya con tantos años de terapia encima, más el libro “Las mujeres que aman demasiado” me quedaba en claro que yo no tenía capacidad de elegir alejarme de donde estaba, que yo era mi peor enemiga y que no tenía ningún tipo de poder sobre mi tendencia. Así fue que en agosto del 2008 entré a un programa de 12 pasos. Muy, pero muy de a poco, empecé a desenrollar esta maraña de pensamientos, sentimientos y culpas que llevaba por dentro. Y eso que recordemos, yo ya venía haciendo terapia hace rato. Muy de a poco fui rompiendo la negación y viendo lo que realmente había por debajo. Pero muy de a poco. Porque lo que hay por debajo de las adicciones son monstruos con dientes filosos y garras afiladas, acompañadas de la voz asesina de la culpa. En las palabras de Gabor Maté “no te preguntes porqué la adicción, preguntate porqué el dolor”.  Es realmente irritante verse reaccionar como codependiente. Es como si otra entidad de repente tomase el control del cuerpo de una y antes de poder frenarlo, ya está diciendo palabras que una no quería decir y moviendo el cuerpo para donde una no lo quiere mover. Cuando estoy en lo que en los 12 pasos se llama “en carrera”, es muy difícil conectarme con mi verdad, saber lo que me pasa, tomar decisiones, poner límites o removerme de situaciones abusivas.  El miedo a perder a la gente que me rodea me genera pánico y me transforma en la perfecta víctima. “Yo sólo quiero que me quieran, y que se queden a mi lado”, dice mi niña interior, preparada a pagar el precio que sea. La peor parte es que siempre encuentra gente que le haga recordar la familia con la que creció para ver si ahora finalmente gana ese amor que no pudo recibir de chica. Y siempre, pero SIEMPRE pierde. Porque el p

    • 12 min
    Capítulo 5-Cómo es la relación con tu familia?

    Capítulo 5-Cómo es la relación con tu familia?

    La relación con mi familia en general siempre fue difícil. La relación con mi familia durante  esta búsqueda fue difícil y un poquito más.
    A mi edad ya entendí que todos hacemos lo que podemos con lo que nos fue dado en esta vida y es imposible dar lo que nunca se recibió por ende fue imposible para mis padres dar más de lo que recibieron. 
    Hace un par de años le pregunté a mi papá si recordaba cuando fue que mi mamá empezó a ser esa persona amarga y agresiva con quién yo crecí. Las peleas en casa siempre fueron fuertes. Mi mamá las empezaba siempre, y mi papá soportaba la agresión hasta que explotaba. Las peleas entonces se convertían en maratones de agresión física, psíquica y emocional de parte de ambos, que duraba durante días. Y en ese torbellino imparable en que se convertían crecimos mi hermano y yo. La violencia y maltrato a los niños eran muy comunes y hasta diría normales en esa época. Cosas que en aquel entonces se tomaban como parte cotidiana  de la educación de los niños, hoy harían reaccionar a la mayoría. Pero todo realmente escaló cuando yo tenía 11 años, después de la muerte de mi abuela. Y nunca entendí porque mi papá soportaba a una mujer tan agresiva y cruel como mi mamá. Siempre creí que algo debía haberle pasado en el camino que la transformó en ese monstruo. La única respuesta que conseguí de mi papá fue que ella realmente soñaba con tener hijos y después de intentar durante 10 años la frustración y tristeza la cambiaron. Finalmente nos adoptaron y así se cumplió el sueño de los dos hijos, la casa, el auto y el marido proveedor. Pero así y todo, había un dolor en su alma que no la dejaba en paz. Y mi papá que lo único que quería era jugar al tenis, tener dos hijos, una casa, un auto y una hermosa mujer ama de casa, tampoco tenía paz. Su paz siempre dependió de la paz de ella. Mi hermano, el primero en ser adoptado tres años antes de mí, siempre fue el orgullo de la familia, algo que era obvio para todos los que nos conocían. Él, no sólo  sufrió la típica sensación de los primerizos  de ser desplazado  cuando yo llegué, sino que también fue quién recibía mucha más violencia física que yo. Talvéz por ser el hijo varón, aprendió a confrontarlos y por eso recibía castigos mucho más duros. Yo veía eso, y aprendí a no quejarme, o contestar, o tomar espacio, o estar triste. Aprendí a evitar el golpe. Ninguno de los dos tuvimos paz. Él aprendió a defenderse, yo aprendí a desaparecer, poner cara de poker y hacer de cuenta que “acá no pasa nada” Hace un par de años caí en la cuenta de que no es normal que una niña de 6 años le rezase a Dios por las noches para que  se la llevase con él porque todo lo que hace está mal y es sólo una molestia en este mundo. 
    En mi egocentrismo de niña, pensando que yo era la causa de todo esto, pensé que era mi tarea traer esa paz que no existía.Que era mi tarea salvarlos, protegerlos, de hacerlos reír, de explicarles y mostrarles cuánto los amaba, de pedirles e implorarles que dejasen de pelear, tratando arduamente de entender qué era lo que les dolía tanto y buscar la solución, un alivio para que por fin tuviesen paz por dentro y me viesen a mí. Para que hubiese amor en mi familia, el amor que seguí esperando durante tantos años. Hice, como los niños hacen, todo lo que pude para hacer que me amen como yo quería que se me amasen, pero no lo logré nunca. 
    Por eso preguntar sobre mi adopción estaba totalmente fuera de mis posibilidades. 
    El fantasma más grande, según lo que yo entendí, de los padres adoptivos, es que sus hijos adoptados un día vengan y les digan que se terminó. Que no los aman y que van a buscar su verdadera familia. Esa ansiedad de perder a esos hijos tan deseados los vuelven medio locos. Y es comprensible. Debe de ser aterrador. Yo sentía eso todo el tiempo. “Madre es la que te cría. Hasta una yegua puede parir”, solía decir mi mam

    • 17 min
    Capítulo 6-Las Abuelas de Plaza de Mayo parte 1

    Capítulo 6-Las Abuelas de Plaza de Mayo parte 1

    Yo crecí en una familia alemana de clase media en la zona de Martinez, San Isidro, Buenos Aires. Los que son de Buenos Aires saben perfectamente que es lo que eso representa, pero para los que no son de Buenos Aires, acá viene un resumen.
    San Isidro, que está ubicado en la zona Norte de la cuidad de Buenos Aires, es conocido por ser una zona de gente rica, con apellidos europeos, ingleses, alemanes y franceses y por ser muy de derecha. Lo cual no es raro. Los ricos generalmente son de derecha porque les conviene un sistema que mantenga sus privilegios y aumente su estatus social y financiero. Ojo, esta es una gran generalización, pero para resumir algo muy complejo por ahora digamos que es así. Yo crecí entonces rodeada de gente de derecha. Y para hacer las cosas un poco más extremas, crecí en la época menemista. Para los que no saben que significa esto, básicamente Argentina tuvo un presidente desde 1989 a 1999 que no sólo privatizó todo el país, sino que también indultó a muchísima gente que había sido condenada por el gobierno anterior, como por ejemplo a los ex-miembros de las juntas de comandantes condenados en el Juicio a las Juntas de 1985. Menem fue el presidente del olvido, y la sociedad en la que yo crecí estaba feliz de olvidar con el dólar uno a uno con el peso argentino.  Lo poco que se hablaba en las reuniones familiares sobre los desaparecidos, se culminaba con un “algo habrán hecho, si no estabas metido en esa no te pasaba nada”. A Abuelas de Plaza de Mayo se les temía fuertemente. Se las veía como ogros, sedientas de venganza que lo único que querían era que corriese más sangre. Y la representante de esto según ellos era Hebe de Bonafini, una de las madres fundadoras de la organización, quien según decían, en su activismo abogaba por el enfrentamiento armado con el gobierno. Lo cuál era una imagen distorsionada sobre el resto de la organización, cuyo activismo pasaba por totalmente otro lado.
    No había ningún tipo de comprensión, ni compasión, ni empatía hacia su búsqueda. Eran unas señoras locas que buscaban a sus hijos e hijas que por terroristas habían desaparecido como solución al desastre que habían causado. De los hijos de los desaparecidos ni se hablaba. Jamás se los mencionó. Nuevamente el “algo habrán hecho” justificaba absolutamente todo. Básicamente, según el mensaje que recibí en mi casa, con las Abuelas no había que meterse. Son jodidas y no buscan justicia, sólo querían sangre y venganza, lo mejor que se puede hacer es mantener la cabeza gacha y pasar desapercibida. Será por eso que de chica mi mamá me decía “si en el colegio te preguntan a quién te pareces, decí que a tu mamá que es argentina”. Mi mamá, a todo esto era  hija de austríacos y a su vez se parecía a uno de los niños Von Trapp de la película “La novicia rebelde” (The sound of music), o sea menos argentina imposible. Así que yo crecí como esas nenas privilegiadas de clase media de Zona Norte, sin importarme mucho nada de todo esto. Era algo lejano. Recuerdo que mi amiga del colegio, también adoptada, solía leer libros sobre la dictadura, y hasta identificarse fuertemente con eso, sin decirlo, pero probablemente creyendo que ella era uno de esos niños hijos de desaparecidos. A mi me aburría todo eso, y en el fondo sentía que ella quería ser especial, y por eso quería creer que era una de esas niñas. Porque como dije antes, inconscientemente la sociedad donde crecí nos informaba que esos bebés eran especiales, no como el resto que eran hijos de pobres nomás. A mi me parecía ridículo andar hablando de algo de lo cuál no sabíamos nada, y como se decía alrededor mio, mejor mirar para adelante. 
    Hasta ese día en que todo cambió y entendí que lo único que quedaba era presentarme a Abuelas de Plaza de Mayo. No fue fácil, con quién me iba a encontrar en Abuelas de Plaza de Mayo? Acaso eran los ogros vengativos de los que todos alrededor mi

    • 12 min

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