Nada que Hacer Nada que Hacer

Tradicionalmente, la sabiduría nos ha enseñado que el ser individual, lo que percibimos como la entidad viviente, al morir transmigra y toma otro cuerpo en un ciclo habitualmente largo de nacimientos y muertes.  

Este ciclo es conocido como transmigración de las almas, reencarnación o samsa̅ra según la tradición o el contexto cultural. 

Descubrimos que tanto la felicidad como el sufrimiento los provoca el ser humano, no Dios, y está dentro de su poder experimentar el placer y la felicidad, así como poner fin al dolor y al sufrimiento. 

La comprensión del concepto de Dios tiene, como todo, diferentes niveles según sea la capacidad de comprensión de aquel que escucha. 

De modo que, aunque Dios, como una entidad separada, es solo una percepción de nuestra mente, Él es sin embargo tan real como este mundo, y también tan real como pueda ser la mente, que Le imagina ser separado de sí misma.  

No estamos aquí para demostrar la existencia de Dios. Sin embargo, sabemos que es necesaria la presencia de un origen, un Ser Primordial que esté generando de forma ininterrumpida la Creación; y a eso solemos llamarle Dios. 

Esta charla no está orientada a quienes ahora mismo no necesitan ir más allá de sus creencias actuales; aquí no nos dirigimos a quienes no sientan el ardor del deseo de conocimiento de lo que llamamos Verdadero. 

La Verdad no es demostrable, no está sujeta a pruebas ni experimentos, ni puede razonarse acerca de ella a través de la lógica. 

La verdad es sólo lo que es verificable por la realización subjetiva de la realidad experimentada.  

Es decir, aquello que es auto evidente y permanente por sí mismo. 

Aquello que es verdad no puede ser afectado por nada más que pueda aparecer o desaparecer, o por cualquier cambio que suceda a su alrededor.

Ni los sentidos ni la mente son fiables para el cometido de experimentar la Verdad.