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El broker que quebró el banco de la reina de Inglaterra Historias de la economía

    • Economía y empresa

A los más jóvenes es probable que el nombre de Nick Leeson ni siquiera les suene. Pero fue el protagonista del primer gran escándalo financiero de la era moderna, allá por los 90. Un fraude que se llevó por delante la entidad para la que trabajaba, Barings Bank, la más antigua de Reino Unido, y entre cuyos clientes estaba la antigua reina de Inglaterra, Isabel II.
Todo ocurrió en 1995, y todo fue, básicamente, un fraude. Leeson, nacido en Watford, Reino Unido, empezó a trabajar como empleado de banca privada en Coutts, cuando no tenía ni 20 años. En 1987 se incorporó a Morgan Stanley, donde estuvo dos años más, hasta que en 1989 llegó a Baring Brothers.
Y empieza la debacle. En 1992, cuando ya acumulaba algunos años de experiencia en la bolsa a pesar de su juventud, Barings le nombra gerente general de una nueva operativa de mercados de futuros en Singapur. Lo que ni él ni el banco revelaron entonces es que en Reino Unido le habían denegado la licencia de corredor de bolsa, por un fraude en su solicitud.
En un principio, Leeson se dedicó a invertir en el mercado de futuros del Nikkei japonés, y con buenos resultados. Pero, al mismo tiempo, y casi desde el principio, también realizó operaciones especulativas no autorizadas, que también le estaban dando grandes beneficios a Barings. Los 10 millones de libras que obtuvo equivalían al 10% de las ganancias anuales del banco. Gracias a ese éxito logró un bonus de 130.000 libras, que superaba por mucho a los 50.000 libras anuales que tenía de sueldo.
Cuenta la leyenda, difundida por el propio Leeson, que todo empezó a complicarse por un acto de solidaridad. Tenía a una joven ayudante, Kim Wong, de origen chino. Él quería contratar a alguien de más experiencia, pero su jefe prefería a alguien que cobrase poco, como pasaba con Wong, cuyo salario era solo de 4.000 libras anuales.
En una tarde especialmente complicada, con el aire acondicionado estropeado y mucho estrés, Wong cometió un error: vendió 20 contratos en lugar de comprarlos, como el cliente había pedido. Un error de 20.000 libras. Para proteger a su compañera, Leeson creó una cuenta falsa, a la que llamó 88888. Su objetivo, consciente de que no era un fallo tan grande, era ocultarlo en esa cuenta hasta poder subsanarlo.
Lejos de solventar ese error, Leeson empezó a usar esa cuenta para ocultar otras operaciones deficitarias que estaba llevando a cabo él mismo. Para el final de 1992, las pérdida de esa cuenta superaban los 2 millones de libras. Pero no pasaba nada, ya había resuelto situaciones más complicadas otras veces. Como cuando, estando largo en el Nikkei, el mercado se hundió en picado. Trató de comprar más para compensarlo, pero llegó un momento en el que se quedó sin dinero para cubrir las garantías de su posición, como recuerdan desde Finect. Para lograr capital, y aprovechando el apetito de mercado por invertir a la baja en el Nikkei, decidió vender opciones de venta, y utilizar esas primas para pagar las garantías de sus futuros del Nikkei. El mercado comenzó a subir, y logró recuperar todas las pérdidas acumuladas.
Leeson creía que había encontrado una fórmula infalible, así que empieza a repetir la operación, ya para incrementar sus beneficios y no para cubrir pérdidas. Sus posiciones llegaron a representar el 40% de este mercado. Y le iba bien.
Todo colapsa en enero de 1995. Leeson realizó una pequeña inversión en la bolsa de Tokio, apostando a que el mercado se mantendría estable. Pero al día siguiente, un importante terremoto en Kobe hundió los mercados asiáticos. Las posiciones comerciales del inversor se fueron al traste. En una huída hacia adelante desesperada, Leeson empieza a hacer operaciones cada vez más arriesgadas, para tratar de recuperar las pérdidas. Pero no acierta.
Desesperado, el 23 de febrero dejó una nota en la oficina que decía 'Lo siento', y huyó. Las pérdidas equivalían a 1.400 millones de dólares, dos vece

A los más jóvenes es probable que el nombre de Nick Leeson ni siquiera les suene. Pero fue el protagonista del primer gran escándalo financiero de la era moderna, allá por los 90. Un fraude que se llevó por delante la entidad para la que trabajaba, Barings Bank, la más antigua de Reino Unido, y entre cuyos clientes estaba la antigua reina de Inglaterra, Isabel II.
Todo ocurrió en 1995, y todo fue, básicamente, un fraude. Leeson, nacido en Watford, Reino Unido, empezó a trabajar como empleado de banca privada en Coutts, cuando no tenía ni 20 años. En 1987 se incorporó a Morgan Stanley, donde estuvo dos años más, hasta que en 1989 llegó a Baring Brothers.
Y empieza la debacle. En 1992, cuando ya acumulaba algunos años de experiencia en la bolsa a pesar de su juventud, Barings le nombra gerente general de una nueva operativa de mercados de futuros en Singapur. Lo que ni él ni el banco revelaron entonces es que en Reino Unido le habían denegado la licencia de corredor de bolsa, por un fraude en su solicitud.
En un principio, Leeson se dedicó a invertir en el mercado de futuros del Nikkei japonés, y con buenos resultados. Pero, al mismo tiempo, y casi desde el principio, también realizó operaciones especulativas no autorizadas, que también le estaban dando grandes beneficios a Barings. Los 10 millones de libras que obtuvo equivalían al 10% de las ganancias anuales del banco. Gracias a ese éxito logró un bonus de 130.000 libras, que superaba por mucho a los 50.000 libras anuales que tenía de sueldo.
Cuenta la leyenda, difundida por el propio Leeson, que todo empezó a complicarse por un acto de solidaridad. Tenía a una joven ayudante, Kim Wong, de origen chino. Él quería contratar a alguien de más experiencia, pero su jefe prefería a alguien que cobrase poco, como pasaba con Wong, cuyo salario era solo de 4.000 libras anuales.
En una tarde especialmente complicada, con el aire acondicionado estropeado y mucho estrés, Wong cometió un error: vendió 20 contratos en lugar de comprarlos, como el cliente había pedido. Un error de 20.000 libras. Para proteger a su compañera, Leeson creó una cuenta falsa, a la que llamó 88888. Su objetivo, consciente de que no era un fallo tan grande, era ocultarlo en esa cuenta hasta poder subsanarlo.
Lejos de solventar ese error, Leeson empezó a usar esa cuenta para ocultar otras operaciones deficitarias que estaba llevando a cabo él mismo. Para el final de 1992, las pérdida de esa cuenta superaban los 2 millones de libras. Pero no pasaba nada, ya había resuelto situaciones más complicadas otras veces. Como cuando, estando largo en el Nikkei, el mercado se hundió en picado. Trató de comprar más para compensarlo, pero llegó un momento en el que se quedó sin dinero para cubrir las garantías de su posición, como recuerdan desde Finect. Para lograr capital, y aprovechando el apetito de mercado por invertir a la baja en el Nikkei, decidió vender opciones de venta, y utilizar esas primas para pagar las garantías de sus futuros del Nikkei. El mercado comenzó a subir, y logró recuperar todas las pérdidas acumuladas.
Leeson creía que había encontrado una fórmula infalible, así que empieza a repetir la operación, ya para incrementar sus beneficios y no para cubrir pérdidas. Sus posiciones llegaron a representar el 40% de este mercado. Y le iba bien.
Todo colapsa en enero de 1995. Leeson realizó una pequeña inversión en la bolsa de Tokio, apostando a que el mercado se mantendría estable. Pero al día siguiente, un importante terremoto en Kobe hundió los mercados asiáticos. Las posiciones comerciales del inversor se fueron al traste. En una huída hacia adelante desesperada, Leeson empieza a hacer operaciones cada vez más arriesgadas, para tratar de recuperar las pérdidas. Pero no acierta.
Desesperado, el 23 de febrero dejó una nota en la oficina que decía 'Lo siento', y huyó. Las pérdidas equivalían a 1.400 millones de dólares, dos vece

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