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El cocodrilo Alejandro Historias Y Cuentos

    • Historias para niños

En el corazón de l'Albufera de Valencia, un cocodrilo de plástico llamado Alejandro guardaba los campos de arroz. Los agricultores lo colocaron allí para mantener alejadas a las aves que dañaban los cultivos. Alejandro, con su apariencia imponente pero inofensiva, se convirtió en el protector silencioso de la cosecha. Aunque era solo una figura de plástico, Alejandro tenía un secreto: cada noche, cuando la luna llenaba el cielo, cobraba vida por unas horas. En esas noches, navegaba las aguas de l'Albufera, asegurándose de que ningún pájaro perturbara la paz de los cultivos. Su trabajo nocturno era desconocido para los humanos, pero los animales de la laguna respetaban su vigilancia. Un día, un grupo de niños descubrió a Alejandro y lo llevó a casa, pensando que era un juguete perdido. Sin embargo, en su ausencia, las aves volvieron a los campos de arroz, y los agricultores comenzaron a notar la diferencia. Desesperados, buscaron al cocodrilo por toda la zona, hasta que un anciano del pueblo recordó haber visto a los niños llevándose algo inusual. Cuando finalmente recuperaron a Alejandro, lo devolvieron a su lugar en l'Albufera. Los agricultores comprendieron que, aunque parecía solo un truco, Alejandro era vital para su trabajo. Desde entonces, protegieron su cocodrilo de plástico con dedicación, asegurándose de que siempre estuviera en su lugar al caer la noche, listo para su ronda mágica. Así, Alejandro continuó su vigilia, uniendo la magia de la noche con la realidad del día, en la eterna defensa de los campos de arroz. José Pardal

En el corazón de l'Albufera de Valencia, un cocodrilo de plástico llamado Alejandro guardaba los campos de arroz. Los agricultores lo colocaron allí para mantener alejadas a las aves que dañaban los cultivos. Alejandro, con su apariencia imponente pero inofensiva, se convirtió en el protector silencioso de la cosecha. Aunque era solo una figura de plástico, Alejandro tenía un secreto: cada noche, cuando la luna llenaba el cielo, cobraba vida por unas horas. En esas noches, navegaba las aguas de l'Albufera, asegurándose de que ningún pájaro perturbara la paz de los cultivos. Su trabajo nocturno era desconocido para los humanos, pero los animales de la laguna respetaban su vigilancia. Un día, un grupo de niños descubrió a Alejandro y lo llevó a casa, pensando que era un juguete perdido. Sin embargo, en su ausencia, las aves volvieron a los campos de arroz, y los agricultores comenzaron a notar la diferencia. Desesperados, buscaron al cocodrilo por toda la zona, hasta que un anciano del pueblo recordó haber visto a los niños llevándose algo inusual. Cuando finalmente recuperaron a Alejandro, lo devolvieron a su lugar en l'Albufera. Los agricultores comprendieron que, aunque parecía solo un truco, Alejandro era vital para su trabajo. Desde entonces, protegieron su cocodrilo de plástico con dedicación, asegurándose de que siempre estuviera en su lugar al caer la noche, listo para su ronda mágica. Así, Alejandro continuó su vigilia, uniendo la magia de la noche con la realidad del día, en la eterna defensa de los campos de arroz. José Pardal

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