623 episodes

El Evangelio, día a día, desde dentro.
Una breve reflexión que nos adentra en el corazón de Cristo.

Léelas y escúchalas cada mañana
¡Sólo necesitas unos minutos!

Voces en On | HAKUNA behakuna

    • Religión y espiritualidad

El Evangelio, día a día, desde dentro.
Una breve reflexión que nos adentra en el corazón de Cristo.

Léelas y escúchalas cada mañana
¡Sólo necesitas unos minutos!

    Miércoles, 22 de mayo de 2024

    Miércoles, 22 de mayo de 2024

    Mc 9, 38-40 • El que no está contra nosotros, está a nuestro favor.

    En aquel tiempo, Juan le dijo a Jesús:
    «Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos».
    Pero Jesús le respondió:
    «No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor».

    -----------

    Me quedé escandalizado, me ganó el coraje, quizá el miedo, corrí hacia Ti... las prisas no me dejaban poner mi corazón.

    Te lo dije con voz fuerte y asombrado; había visto algo que me sobrepasaba, algo que no podía soportar, alguien que no era de nosotros estaba haciendo lo mismo que Tú.

    No es como cuando lo hago yo, o cuando lo hace otro de nosostros, ¿o sí lo es?
    Si no es de los nuestros no sé que ira haciendo, pero no me importa: no me fío. Él qué sabrá.
    Y se atrevía a usar tu nombre. Inaudito.

    Tú me volteas a ver con tanto amor, con el amor con el que siempre me has mirado, ese amor que me hace sentir tan amado.

    Y me dices con voz firme, pero suave, las razones porque no hay que detenerlos. ¡Te veo con una paz! Nada te escandaliza. No hay enojo, asombro o juicio. Solo hay amor, amor para mí y para ellos.

    Ahí es cuando mi corazón comienza a sentir paz, calma... no sé si ha sido la forma en la que me miraste o el tono de tu voz.

    Pero lo puedo atisbar, sí.
    Que todos somos uno en Ti.
    Las palabras encajan de forma nueva. Y creo que te das cuenta, porque se relaja tu semblante, sonríes y me abrazas.

    El abrazo que no deja a nadie fuera.
    Ahí quiero vivir.
    Desde ahí quiero entender.

    • 3 min
    Martes, 21 de mayo de 2024

    Martes, 21 de mayo de 2024

    Mc 9, 30-37 • El Hijo del hombre va a ser entregado

    En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.
    Les decía:
    «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará».
    Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle.
    Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó:
    «¿De qué discutíais por el camino?».
    Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
    Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
    «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
    Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
    «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».

    -----------------------

    ¡Mamá, mamá! ¡hoy ha sido un día genial!

    Estábamos el grupillo de siempre jugando a las afueras y les hemos visto venir de lejos. Eran extranjeros, un grupo grande. Venían escuchando a uno de ellos con mucha atención. Teníamos mucha curiosidad, así que nos acercamos... ¡no te enfades!

    Les seguimos observando a escondidas, pero el hombre que hablaba era muy listo y me vió enseguida. ¡Pero no nos riñó ni nos echó la bronca! ¡Nos dijo que le acompañáramos y le enseñáramos cómo entrar en la ciudad!

    Mamá, no te puedes enfadar porque de verdad era un hombre muy bueno.

    Les llevamos por los caminos más cortos mientras hablábamos y les explicábamos qué era cada edificio, como buenos cafarnaitas. El hombre nos escuchaba muy atentamente, aunque me di cuenta de que sus acompañantes dejaron de hacernos caso. En algún momento nos dirigimos a alguno de ellos para incluirles de nuevo en la visita, pero nada, mamá. Estaban en su propia discusión y parecía que hasta les molestáramos. No sé, los niños notamos esas cosas.

    Pero el hombre bueno estaba encantado y nos iba haciendo preguntas sobre la ciudad y nosotros. Nos contó que era carpintero y que sabía hacer mesas y bancos. Se rió mucho con nosotros, con nuestras bromas y tonterías. ¡Y hasta se animó a jugar con alguno de nuestros juguetes!

    ¿Qué adulto hace eso?
    Me di cuenta de que Él también nos observaba. Veía cómo nos impacientábamos por hablar con Él e incluso nos pisábamos unos a otros por hacerlo. Veía también a los más callados del grupo que no se atrevían a hablar. De alguna forma, nos veía a todos y nos comprendía.

    Y entonces, se volvió a su grupo. Parece que Él también quería que participaran en nuestras cosas.

    Miradas bajas.
    Tenían la misma cara que pongo yo cuando me pillas siendo travieso.

    Y entonces sucedió algo increíble, mamá.
    Me miró y me llamó otra vez.
    Yo estaba pensando en todas estas cosas. Sonrió y me dijo que me acercara. Cuando lo hice, me dió un abrazo y me dijo que muchas gracias por haber estado un rato con Él y haberle enseñado la ciudad. Yo me quedé un poco descuadrado, porque en realidad, los que mejor nos lo habíamos pasado ¡éramos mis amigos y yo! Pero le devolví el abrazo y le dije que volviera cuando quisiera.

    Poco después se despidió de todos nosotros y siguieron su camino. Nos volvimos en silencio, ahora pensábamos todos. Creo que estábamos un poco tristes, mamá, porque ya echábamos de menos a nuestro nuevo amigo.

    Entonces miré al frente y vi a lo lejos el mercado. Alguien gritó: "¡carrera!" Y echamos todos a correr entre risas. La alegría volvió tan rápido como se había ido.

    • 5 min
    Lunes, 20 de mayo de 2024

    Lunes, 20 de mayo de 2024

    Jn 19, 25-34 • Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre.

    En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
    Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre:
    «Mujer, ahí tienes a tu hijo».
    Luego, dijo al discípulo:
    «Ahí tienes a tu madre».
    Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
    Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo:
    «Tengo sed».
    Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
    «Está cumplido».
    E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
    Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran.
    Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.

    ---------------------------

    Un día común que no se siente como tal.
    Dos ladrones y este nazareno.
    Llevamos horas aquí y, al pie de la cruz, siguen una mujer y un joven.

    Caos.
    Silencio.

    El nazareno murmura. Quiero mandarlo callar pero esta vez, no sé, no puedo, y dejo que hable:

    “Ahí tienes a tu madre.
    Ahí tienes a tu hijo”.

    ¿Su madre? La veo llorar, pero en sus ojos hay paz. Cruzaron miradas y por un momento y, mientras los veía, el tiempo dejó de correr.

    Veo al chico, al que ahora es su hijo. Se ha acercado más a ella, la abraza, la sostiene, la consuela.

    Desde la cruz, los invita a entregarse ambos el uno al otro.

    ¿Quién es este hombre?

    ¿Por qué no para de darse si su pueblo lo mata?

    ¿Quién es este hombre?

    No lo sé, pero bastó una mirada suya y dos palabras para sacudir el Gólgota: “está cumplido”.

    • 4 min
    Domingo, 19 de mayo de 2024 (PENTECOSTÉS )

    Domingo, 19 de mayo de 2024 (PENTECOSTÉS )

    Jn 20, 19-23 • Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo.

    Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
    «Paz a vosotros».
    Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
    «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
    Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
    «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les queda perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

    -------------------------------

    No entendíamos nada. Nos decías "Recibid el Espíritu Santo" y no calaba en mí.

    No entendíamos nada. Y digo "nos" porque sé que ninguno lo entendimos. Y lo sé porque esta mañana todo ha cambiado. El fuego del Espíritu nos ha abierto los ojos.

    No, los ojos no.
    Nos ha abierto el corazón, el entendimiento, el alma que ahora rebosa de algo que ya había recibido, pero no había sabido acoger.
    He vuelto en mi corazón a ese anochecer en la casa asegurada a cal y canto. Al miedo de las puertas cerradas. Que aparezca Dios resucitado y seguir sin comprender.

    Pero he vuelto y ya no he sentido el miedo al recordar. Todo comienza a verse desde el Espíritu. Todo ha cambiado.

    Todo.

    Tus signos se palpaban cada vez más fuerte: cuando partías el pan, cuando nos mostraste tus heridas transfiguradas, cuando me dejaste tocar tus llagas... Te desbordabas. A las mujeres, a mis hermanos, pero ¡a mi, Jesús, que yo pude tocarte y meter mi mano en tu costado!

    En cada signo palpaba, pero ahora ya no veo signos. Ahora veo todo. Ahora el fuego arde visible en mi realidad porque lo he acogido en mi corazón.

    Y hoy se me eriza la piel pensando en cuánto queda porque nos muestres. Cuando mi mirada cambia veo que todo es regalo, y tu Espíritu de valentía me acompaña para lanzarme al mundo, caiga quien caiga, porque Tú nos levantarás.

    Ayer era Tomas, quién dudaba temeroso. Hoy soy el enviado de Cristo.
    La paz ha entrado.

    • 3 min
    Sábado, 18 de mayo de 2024

    Sábado, 18 de mayo de 2024

    Jn 21, 20-25 • Este es el discípulo que ha escrito esto, y su testimonio es verdadero.

    En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?».
    Al verlo, Pedro dice a Jesús:
    «Señor, y este, ¿qué?».
    Jesús le contesta:
    «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme».
    Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?».
    Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.
    Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo entero podría contener los libros que habría que escribir.

    ----------------------------

    Llegamos a casa más tarde que pronto. La vecina nos ha dejado legumbres y algo de vino en la ventana, y una de las mujeres que nos hemos cruzado nos ha dado pan. Me siento algo mal no teniendo la comida preparada, pero Juan insiste en que le acompañe a predicar. Dice que da igual la comida, pero que necesita su "Imá" con él. Me recuerda cada vez más a Ti, Hijo, y llamándome Imá como tú le dijiste. "Aquí tienes a tu madre".

    Casi no me deja poner la mesa, me dice que me siente, pero insisto, lleva horas sin parar de predicar y curar. Cuando le sirvo el vino consigo que se calme. Hoy está muy nervioso, y ya sentados me lo confiesa: está pensando en escribir todo lo que pasó.

    Le brillan los ojos. Me río y le acaricio la mejilla, ya le vi que llevaba mucho tiempo dando vueltas con esos pergaminos que nunca enseña. Seguimos comiendo pero intuyo que hay algo más.

    A los pocos minutos continúa callado y le miro a los ojos hasta que me lo dice: "hay tanto que hizo, tanto que sanó, que salvó... No sé por donde empezar".
    Sonriendo, suspiro, entiendo lo que quiere decir. ¡Cómo contar la historia de un Dios que vino al mundo a salvarnos ! ¡La historia de un Dios que, siendo Dios, rompió todos los esquemas haciéndose hombre y, siendo hombre, siguió rompiendo todos los esquemas del hombre hasta el momento!
    "Lo he hablado con el Espíritu, pero... ¡Tantas cosas hizo Jesús!" continua "Si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo entero podría contener los libros que habría que escribir".

    Le digo que eso que ha dicho es muy sabio, que quizás podía empezar por ahí. O... acabar por ahí, pero que lo cuente. Que explique que mi Hijo no cabe en uno ni en mil libros. Que le faltan páginas a la historia para narrar lo que hizo en él, en mí, en todos uno a uno.
    Tomo su mano y el coloca su otra mano encima. Me pide que le ayude a escribir. Le digo que yo no sabría hacer esas cosas. Me dice que si supe guardar en el corazón todo lo vivido, será porque Dios quiere que contemos desde ahí su historia.

    Me pide volver a llevar la palabra a este mundo.

    Te prometo, Hijo mío, que cada vez te veo más en Juan.

    • 4 min
    Viernes, 17 de mayo de 2024

    Viernes, 17 de mayo de 2024

    Jn 21, 15-19 • Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas.

    Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, le dice a Simón Pedro:
    «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?».
    Él le contestó:
    «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
    Jesús le dice:
    «Apacienta mis corderos».
    Por segunda vez le pregunta:
    «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?».
    Él le contesta:
    «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
    Él le dice:
    «Pastorea mis ovejas».
    Por tercera vez le pregunta:
    «Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres?».
    Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó:
    «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».
    Jesús le dice:
    «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras».
    Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió:
    «Sígueme».

    -----------------------------

    No sé que hacer con Simón. Llegó ayer de Jerusalén desconsolado. Intenté hablar con él, pero no podía ni mirarme a la cara. Andrés me ha dicho que le dé tiempo, pero se me parte el corazón. Fingí no oírle llorar mientras preparaba las redes y se marchaba a pescar.

    Pero es que Él no es un pescador, yo lo he visto y, Señor, yo sé que Tú también. Dicen los discípulos que has resucitado. Simón vio la tumba vacía en la mañana, pero tiene demasiados miedos en el corazón; no sé si es que no lo consigue creer, o que le pesa profundamente que si has vuelto no hayas querido verle.

    ¡No puedo perderlo en la desesperanza! Se fue a pescar toda la noche y aún no ha vuelto. He preparado los platos y viendo que no llega nadie creo que iré a lavar la ropa al río...

    De repente oigo pasos corriendo. Y mi nombre a gritos. Es él, que entra por la puerta y no lo reconozco tan vivo, tan feliz que no cabe en sí.
    Llega y me besa, y me abraza tanto que no podemos respirar ninguno de los dos.

    Andrés llega corriendo detrás de él. Viene gritando "¡lo hemos visto! ¡está vivo! ¡era él!"
    Mi corazón late como el tambor de un ejército romano. Quiero despegarme de Simón y mirarlo, pero se aferra a mi espalda, llorando en mi hombro, tembloroso.

    Se separa y le beso la mejilla. Sus ojos están llenos de lágrimas, pero muy abiertos. Se ríe mientras intenta articular palabra.
    "¡Me ha vuelto a llamar!' Su voz se entrecorta de la emoción. "¡He vuelto a ser Pedro!".

    Estoy llorando yo también al ver así a mi marido. Siempre hemos sido una carne, y su alegría es mi alegría.

    Y yo sabía que Tú podías ver en él lo que yo veo, nuestro Señor.

    Cae de rodillas, extasiado, riendo y llorando, abrazado a mi falda. Pongo mis manos en sus mejillas mientras comienzo yo también a reír, mientras comparto una mirada con Andrés, que se abraza a Mateo y nos admiran ambos, felices.

    "¡ME HA PERDONADO! ¡MI VIDA, MI AMOR! ¡NO NOS HA ABANDONADO! ¡ME HA PERDONADO!"

    • 5 min

Top Podcasts In Religión y espiritualidad

365 con Dios
Wenddy Neciosup
Las Historias Ocultas de la Mano Peluda
Las Historias Ocultas
Meditación Guiada | Meditaciones Guiadas | Meditar | Relajación | Sí Medito | En Español
Rosario Vicencio - Guía de meditación, reiki master y coach de bienestar.
¿Qué Haría Jesús?
JuanDiegoNetwork.com & Regnum Christi
Dante Gebel Live
Dante Gebel
DOSIS DIARIA ROKA
Roka Stereo