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En este Podcast de Misioneros Digitales Católicos, el Padre Tomás Trigo nos trae sus propias reflexiones para animarnos a confiar más en Dios y a saberse querido por Él.

Una escucha indispensable para Creyentes Agobiados…que aún no terminan de percibir con todo el corazón cuanto nos ama Dios

Dios te quiere y tu no lo sabes….
Reflexiones del Padre Tomás Trigo, a través de los Podcast de Misioneros Digitales Católicos.

Dios te quiere y tu no lo sabes PODCAST MDC Dios te quiere

    • Religie en spiritualiteit

En este Podcast de Misioneros Digitales Católicos, el Padre Tomás Trigo nos trae sus propias reflexiones para animarnos a confiar más en Dios y a saberse querido por Él.

Una escucha indispensable para Creyentes Agobiados…que aún no terminan de percibir con todo el corazón cuanto nos ama Dios

Dios te quiere y tu no lo sabes….
Reflexiones del Padre Tomás Trigo, a través de los Podcast de Misioneros Digitales Católicos.

    Yo soy tu Dios

    Yo soy tu Dios

    «Yo soy tu Dios y estoy cerca de ti: ¿no te basta?

    Por tanto, no desees sino aquello que llena mi corazón.

    Yo soy tu Dios y te soy fiel aun cuando te envío alguna cruz; y si pesa mucho, recuerda siempre que estoy a tu lado. ¿Qué más deseas?

    Yo soy tu Dios y pienso en ti, y esto desde la eternidad. Tu nombre está escrito profundamente en mi corazón, de tal modo que jamás podré olvidarme de ti.

    Yo soy tu Dios y dirijo todas las cosas únicamente para tu bien; si ahora no lo comprendes, un día lo podrás ver claramente.

    Yo soy tu Dios y fielmente te amo; conozco perfectamente todo lo que aflige tu corazón, veo con toda claridad todo lo que te contraría. Acepta todo ello con tranquilidad y paz, porque Yo soy el que lo ha dispuesto así; tú persevera, sé fiel a fin de que mi Corazón te recompense.

    Yo soy tu Dios. ¿Estás solo, hijo mío? Yo te haré compañía. ¿Nadie tiene una buena palabra para decirte? Ven a Mí que siempre seré tu consuelo en el Santísimo Sacramento y te compensaré todo lo que en la tierra te he negado.

    Yo soy tu Dios. ¿Qué más deseas? ¡Ánimo! ¡Valentía!

    Nada te debe desanimar, porque quien posee mi Corazón tiene todo lo que puede desear.

    Si estás triste, corre a refugiarte en mi Corazón.

    Si sientes la alegría del triunfo, vuela a regocijarte conmigo. Si experimentas cansancio, échate en mis brazos. Y verás cómo las sombras se disipan, cómo las luces crecen, y cómo las fuerzas se multiplican.

    El mundo pasa, el tiempo huye, los hombres desaparecen, la muerte te roba todo.

    Una sola cosa te quedará siempre: Tu Dios» (Autor anónimo).

    • 4 min.
    ¿Qué esperamos?

    ¿Qué esperamos?

    Queremos ser felices, y Dios nos da a probar aquí su felicidad en la medida en que nos abrimos a su Amor y respondemos amando, pero la felicidad total vendrá después, cuando podamos ver a Dios cara a cara en el Cielo. Eso es lo que esperamos: la vida eterna feliz con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y los ángeles, y los millones de hermanos nuestros que ya han llegado al lugar que Jesucristo nos ha preparado.

    «Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama “el cielo”. El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1024). 

    «Vivir en el cielo es “estar con Cristo” (cf. Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4,17). Los elegidos viven “en Él”, aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera identidad, su propio nombre (cf. Ap 2, 17): “Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí está el reino” (San Ambrosio, Expositio evangelii secundum Lucam 10,121)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1025).

    Llegar al Cielo es imposible para nosotros, pero posible para Dios. Y nos ha prometido que no dejará de darnos todos los medios para que podamos llegar. Por eso podemos decir, con san Pablo:

    «¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, o la persecución, o el hambre, o la desnudez, o el peligro, o la espada? Pero en todas estas cosas vencemos con creces gracias a aquel que nos amó» (Rm 8, 35. 37).

    No existe nada que pueda impedirnos llegar al Cielo, nada que pueda apartarnos del amor de Cristo. Porque Dios nos ha prometido que nos dará toda la ayuda que necesitamos, y para que esperemos en Él con absoluta confianza ha infundido en nuestros corazones la virtud de la esperanza.

    «La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. “Mantengamos firme la confesión de la esperanza, porque fiel es el que hizo la promesa” (Hb 10, 23). “El Espíritu Santo, que derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro salvador, para que, justificados su gracia, fuéramos herederos de la vida eterna que esperamos” (Tt 3, 6-7)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1817).

    • 9 min.
    No existe la suerte, sino el amor y la sabiduría de Dios

    No existe la suerte, sino el amor y la sabiduría de Dios

    Acudimos con mucha frecuencia al azar y a la buena o mala suerte para explicar lo que nos sucede. Pero gracias a Dios no estamos tan desamparados como a veces pensamos. No dependemos de esa entelequia incontrolable que es el azar, ante la que habría que emplear algún extraño e irracional medio para defenderse.

    «No creas en ningún azar. Siempre soy Yo, el Amor, quien entra. ¿No reconoces mis pasos? Un cariño al acecho debe reconocerlos. No se parecen a ninguno. Espéralos. Será para ti mucho más delicioso y menos frío que el azar. Tu gran Amigo guiando tu vida, date cuenta. Estrecha sobre tu corazón tu cruz del día, tu cruz de la noche. Vienen de Mí. No es una cruz cualquiera: es la tuya la que he elegido para ti. Besa la mano que te la depara. Y dulcemente prosigue tu camino con ella y conmigo» (Gabrielle Bossis).

    No es el azar, es Jesús, el Amor, quien nos visita en cada acontecimiento, en cada circunstancia, por muy azarosa que parezca. No hay motivo para la inseguridad y el temor. No debe preocuparnos qué sucederá, si tendremos buena o mala suerte, qué tendrán preparado para nosotros los hados, el destino o la fortuna.

    Lo que me suceda habrá sido preparado por quien más me quiere, que a la vez es el más sabio y poderoso, que dispone todo para mi bien, para el bien de cada uno de sus hijos. Es Él quien guía nuestra vida, el que nos envía lo agradable y lo desagradable, la cruz del día y la cruz de la noche, una cruz que Él, con su Amor, ha elegido para mí.

    Ayúdanos, Señor, a reconocer tus pasos, a darnos cuenta de que eres Tú; a descubrir tu amor por nosotros en los acontecimientos que parecen fruto del azar. Que cuando llegues a través de los sucesos inesperados, sepamos decir: “Es Él, que viene a visitarme con sus caricias”.

    • 4 min.
    «El milagro se ha producido»

    «El milagro se ha producido»

    Leo un artículo de José Calderero, publicado en el número 815 de “Alfa y Omega” (10-1-2013), que cuenta un estupendo testimonio de confianza en Dios.

    Mariano Ugarte y Dori Zarco perdieron un hijo a causa del cáncer. «Si mi hijo Pablete –afirma Mariano– hubiera sobrevivido, no hubiéramos ganado nada, solo más tiempo para estar con él. En cambio, su muerte nos ha cambiado, su muerte ha tenido un sentido. El milagro se ha producido, él está en el cielo y, mientras esperamos a reunirnos con él, hemos ganado una confianza absoluta con Dios. Yo ya no rezo como antes, ahora dialogo constantemente con Dios. Antes rezaba por su curación, y hemos sido curados nosotros. Él disfruta ya desde el cielo y nosotros hemos ganado en confianza y en amor con Dios».

    Pablete falleció el 27 de noviembre de 2010. El 16 de enero de 2011, coincidiendo con el que hubiera sido su undécimo cumpleaños, nació la Asociación Pablo Ugarte, la APU (www.asociacionpablougarte.es), que lucha para que evitar que, en el futuro, los niños y sus familias tengan que pasar por el mismo sufrimiento que pasaron los padres de Pablo.

    ¿Por qué unos se rebelan ante la muerte de un hijo y otros, en cambio, ganan una confianza absoluta en Dios?

    Señor: que creamos firmemente en tu Amor, que no dudemos nunca de Ti, que sepamos humillarnos para aceptar nuestra ignorancia y reconocer tu Sabiduría.

    • 3 min.
    Una historia de confianza en Dios

    Una historia de confianza en Dios

    Nadie quiere que estas cosas ocurran, pero ocurren. Durante las vacaciones de verano, al “Caballero Antek” le dolió el estómago y se le quitaron las ganas de jugar con sus hermanas Marysia y Rosa. Se quedaba en la cama y lloraba. Sus padres le llevaron a Urgencias, donde con una inyección le calmaron los dolores. “No le gustó nada -explica Dorota, su madre-, pero le alivió el dolor del estómago. Pensamos que sería algo puntual, pero cada vez volvíamos con más frecuencia al Hospital”. Cuando terminaron las vacaciones, Antek comenzó a ir al colegio. Pronto se ganó a todos los profesores y compañeros, con su alegría y educación. Siempre jugaba a ser un caballero andante, y se comportaba como tal.En su familia y en el colegio Sternik, una obra corporativa del Opus Dei en Varsovia (Polonia), rezaban por la salud de Antek. Algo no iba bien. El niño, en cambio, rezaba por otras muchas cosas, más o menos serias: por la paz en el mundo, por sus hermanas, por su equipo de fútbol… Finalmente, los médicos se decidieron a operarle de apendicitis. Parecía la solución, pero sólo fue el inicio de ataques más fuertes de dolor de estómago.

    –¿Por qué tengo que estar en el hospital? –preguntaba Antek– ¿Por qué estoy enfermo?

    Su madre, que no tenía muchas razones que darle, intentó explicarlo así:

    –Hijo mío, si Jesús te mirase y te preguntara: “Antek, ¿me ayudas con la Cruz?”, tú, ¿que le dirías?

    –Pues… bueno, que sí.

    –Pues te lo está preguntando ahora.

    Un sacerdote amigo de los padres de Antek fue a visitar al niño. Habló con él y le regaló un crucifijo pequeño, de madera. Desde entonces, Antek lo llevó siempre en la mano cuando le iban hacer una prueba o cuando le llevaban a la sala de operaciones. Las enfermeras veían que el niño se acercaba la mano a la boca y le oían susurrar: “Jesús, confío en ti”. El día que les iban a confirmar la diagnosis definitiva, Dorota cuenta que se dirigió al despacho del médico lentamente, al paso de una mujer en el noveno mes del embarazo. “Es un cáncer –les dijo el doctor a los padres–. Mañana empezamos con quimioterapia”.

    El Caballero Antek se enfrentó con valentía y muy pocas fuerzas a este temido dragón. Sin pelo, con vómitos y débil, preguntó:

    –Mamá, pero ¿qué me pasa?

    La madre le dijo la verdad:

    –Tienes una enfermedad que se llama cáncer. Los médicos van a intentar curarte, pero tienes que saber que a veces no lo consiguen.

    –O sea, que me puedo morir.

    –Bueno… como todos, como papá, como yo… Pero solo Dios sabe en qué orden.

    El niño no añadió nada. Solo se giró, tomó de la mesa su crucifijo y susurró otra vez: “Jesús, confío en ti”.

    La madre puso en marcha una cadena de oración: en la familia, entre los amigos. Cada día, recibía diferentes SMS en su móvil: “Hoy he ido a misa por Antek”, “Haré unos minutos de oración por tu hijo”…  Dorota pedía oraciones a cualquiera. Un día, al bajarse de un taxi, dijo al conductor:

    –Mi hijo se está muriendo. ¿Podría usted rezar por él?

    Rezó e hizo rezar. Quería presentar a Dios “toneladas de oración”. Antek luchó mucho contra el cáncer. Algunos días estaba fuerte y corría por todo el hospital como un rayo, revolucionándolo todo. Otros, solo tenía fuerzas para ver la tele. Y maduraba rápido. Cada vez con más frecuencia, preguntaba a su madre sobre la muerte, el Cielo, el porqué del sufrimiento.

    –Mamá, ¿qué se hace en el Cielo?

    –Juegas, corres con la bici, te diviertes con Dios… La madre asegura ahora que las “toneladas de oración” dieron a Antek un descanso antes del final. Durante unos días, se encontró perfectamente, corría de aquí para allá, paseaba, había recuperado la felicidad…

    (El texto completo en Misioneros Digitales Católicos)

    • 8 min.
    Aunque me mataras, esperaría en ti»

    Aunque me mataras, esperaría en ti»

    «Soy Yo quien he hecho la naturaleza humana. Conozco su debilidad, su pobre pequeñez. No te extrañe que os ame tanto a pesar de todo. No te extrañe, puesto que soy vuestro Creador y he vivido entre los hombres. Lo que os pido es que tengáis confianza en Mí, sea cual sea el estado de vuestra alma. Acordaos de esto: ¡He amado tanto a Judas! Recordad también lo que Yo decía: Aunque me mataras, esperaría en Ti» (Gabrielle Bossis).

    «¡Ah, amigos míos muy amados, no dudéis jamás de Mí! Os sobrepaso. Os aventajo con toda mi grandeza. Que nada venga a limitar tu confianza. Haz a menudo ejercicios de confianza. Repite esta frase que amas: “Aunque me mataras, esperaría en Ti”. Sal de tu mesura. ¿Tengo Yo acaso límites? Y cuando se trata de amaros…» (Gabrielle Bossis).

    En dos ocasiones le recuerda Jesús a Gabrielle estas palabras que nos dice en la Sagrada Escritura, en el libro de Job 13, 15: «Aunque Él pueda matarme, seguiré esperando en Él». Decirlas de corazón es un acto de confianza y abandono en Dios. Pase lo que pase, aunque me quites la vida, confío en Ti.

    Sin embargo, lo más frecuente, como es lógico, es que Dios nos quite otros bienes: la salud, el bienestar, el amor de una persona, el dinero… A veces, cosas muy pequeñas que nos gustaría poseer, pequeños planes que nos gustaría hacer… En estos casos, es más fácil que pensemos en la mala suerte, y que nos olvidemos de que es el Señor quien permite esa contrariedad para que le amemos más.

    Pase lo que pase, el Señor espera de nosotros toda nuestra confianza: «Aunque me mataras, esperaría en Ti».

    • 4 min.

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