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Una breve reflexión diaria para comenzar el día centrándonos en lo esencial, tratando se ser algo más humanos. Espiritualidad y filosofía hechos vida.

Aquí encontrarás la versión podcast de los post publicados en el blog Meditaciones del día -de Quim Muñoz- leídos por él mismo.

Meditaciones del día Quim Muñoz Traver

    • Religion & Spirituality

Una breve reflexión diaria para comenzar el día centrándonos en lo esencial, tratando se ser algo más humanos. Espiritualidad y filosofía hechos vida.

Aquí encontrarás la versión podcast de los post publicados en el blog Meditaciones del día -de Quim Muñoz- leídos por él mismo.

    El silencio -o la meditación- egoísta

    El silencio -o la meditación- egoísta

    En muchas ocasiones he escrito recomendando el silencio, alabando sus virtudes y recordando su urgente necesidad.  Sin embargo, hoy he caído en la cuenta de que sólo he tratado sobre el rostro luminoso del silencio cuando, como todo en el ámbito de la manifestación, tiene también su sombra. El silencio que siempre he alabado es el que promueve la apertura, la escucha, la gestación de la Palabra.  Pero no es raro que en un mundo como el nuestro, en el que nos encontramos saturados de tanto ruido, el silencio pueda convertirse en una vía de escape, en una huida, en un recogimiento egoísta, en un autismo espiritual que quiera desconectar de una realidad que reclama su atención y ayuda para descansar y rehuir de su responsabilidad en el jardín interior del alma. Ese silencio no es fecundo, sino que mata.  Mata nuestra humanidad y mata la humanidad de quienes nos rodean y necesitan de nuestra atención, palabra y actuación.  Ese silencio es una irresponsabilidad y un atentado contra nuestro mundo, un acto de egoísmo que daña la realidad toda, y a nosotros con ella.  Ese silencio duele, ese silencio mata. Busquemos el mejor de los silencios, el que engendra la Palabra, y no olvidemos que lo más luminoso es también lo que produce mayores sombras.

    • 10 min
    El examen ignaciano, un libro imprescindible

    El examen ignaciano, un libro imprescindible

    Hacía tiempo que no recomendaba un libro en el blog.  Y no es que no haya leído libros que me hayan parecido interesantes.  No, la causa es que el post de recomendación de libros suele ser más largo de lo habitual, y siempre ando algo justo de tiempo.  Sin embargo, hoy he tenido que buscar y encontrar el tiempo porque no puedo dejar de recomendar este libro a todo aquél que esté interesado, no sólo en lo ignaciano, sino en una espiritualidad enraizada en nuestro día a día, en lo cotidiano, en nuestra propia vida. ¿El título del libro?  Una oración sencilla que cambia la vida, de Jim Manney.  Su subtítulo nos da alguna pista más sobre su contenido: descubriendo el poder del Examen Diario de San Ignacio de Loyola.  Creo que puedo decir sin mentir que es el libro que más me ha enriquecido en el último año, ya que ha transformado mi forma de hacer oración diariamente.  Llevo una semana siguiendo sus indicaciones y, desde que hice el mes de ejercicios, no había notado cambios tan relevantes en mis vivencias interiores. No dejes que el término ‘examen’ te eche para atrás.  Nada que ver con una hoja con preguntas, con respuestas correctas o incorrectas, ni con un juez severo que te aprueba o suspende en función de lo que has contestado.  Intentaré demostrártelo enumerando algunas de las principales ideas que he encontrado en esta pequeña joya que, te lo aseguro, se lee con facilidad.  Empecemos: Mira si será importante esta práctica, que San Ignacio de Loyola quería que los jesuitas la realizaran dos veces al día (al mediodía y antes de acostarse).  Podía eximirles de cualquier otra forma de oración durante jornadas de mucho ajetreo…  Pero nunca del examen (p.4) La oración verdadera se hace para que ocurran cambios (p.2) El examen busca señales de la presencia de Dios en los sucesos del día y que nos preguntemos si nuestras acciones se ajustan al modo de Jesús (p.2) Dios se involucra personalmente en la vida de sus criaturas.  (…)  Si es parte de nuestra experiencia humana, Dios está ahí (p.9) Los libros, las ideas y los consejos prudentes son importantes, pero el lugar en el que fundamentalmente encontramos a Dios es en lo que nosotros mismos experimentamos.  (…)  Podemos confiar en nuestra experiencia porque Dios trata con nosotros de manera directa (p.13) El examen no tiene nada que ver con un deprimente catálogo de pecados, faltas y errores (p.19) Tampoco debemos creer que la oración sólo es para personas buenas.  Si lo hacemos, sólo rezaremos cuando nos sintamos virtuosos y dejaremos de hacerlo cuando tengamos una vivencia de nuestra fragilidad…  Siendo el momento en el que más necesitamos de la oración (p.21) El examen nos propone una larga y amorosa mirada a la realidad, tratando de percibirla desde los ojos de Dios, pidiéndole que nos revele que hay detrás de cada vivencia o emoción.  Al preguntarle a Dios lo que significan, las convertimos en vehículos de gracia, ordenamos el caos (p.21-23) PASO UNO: REZAR PIDIENDO SER ILUMINADO Queremos ver nuestra vida diaria a través de los ojos de Dios, y no somos capaces de hacerlo sin su ayuda.  Buscamos una perspectiva guiada por el Espíritu, no un examen que se basa sólo en las facultades de nuestra memoria natural. (p.29) Dios obra con medios humanos.  Lo que experimentamos en el examen es justamente el gran misterio de que Dios está presente en nuestra experiencia diaria en nuestro mundo cotidiano (p.30) No hay zarzas ardientes ni voces ensordecedoras (…).  Dios aparece en el tranquilo susurro de nuestros recuerdos, pensamientos y sentimientos guiados por el Espíritu (p.30) Le pedimos a Dios que nos dé el don de ver los dones que nos da, quiénes somos en realidad, la naturaleza de nuestras relaciones y motivaciones, nuestras debilidades y desórdenes (p-30-33) En la perspectiva ignaciana, el pecado incluye todo el abanico de ideas, sueños, deseos, anhelos y ansias que evitan que seamo

    • 19 min
    Renunciar para recuperar

    Renunciar para recuperar

    Los seres humanos somos de lo más peculiar: nos acostumbramos a todo, a lo bueno y a lo malo.  Está claro que es una forma de sobreponerse al día a día, pero también es una trampa peligrosísima.  Porque nos ‘apoltrona’, nos vuelve pasivos, mata nuestras pasiones, nuestros retos y nuestros placeres. Hoy te voy a proponer un ejercicio que ya recomendaban los clásicos para enfrentarse a la pérdida de interés y disfrute por las cosas que acompaña a la habituación, a la rutina, a la costumbre.  Consiste en renunciar temporalmente a algo que nos encantaba y que ahora ya no supone propiamente un placer.  Puede ser algo tan simple como tomarse un café bien caliente a primera hora de la mañana mientras se leen las noticias o se hace oración; puede ser ir a caminar a primera hora de la mañana para despertarte junto al sol y contemplar el amanecer mientras te pones en forma; puede ser disfrutar de una buena lectura antes de acostarte; puede ser el encuentro mensual con ese amigo; puede ser esa partida de cartas; puede ser una copa de vino o, incluso, ese encuentro íntimo con tu pareja…  ¿A cuántas parejas se les acaba la pasión en cuanto formalizan su relación? Escoge cualquiera de estas cosas (o alguna otra que para ti fuera un gustazo y que hoy en día ha perdido gran parte de su intensidad) y renuncia a ella durante un mes.  Si, sí…  Un mes.  Un mes sin café, sin salir a caminar o a correr, sin lectura nocturna, sin verte con tus amigos, sin jugar a cartas, sin tomar una gota de vino o sin sexo…  Verás cómo se reactiva tu interés, cómo se incrementa tu deseo, cómo recuperas la pasión perdida.  Cómo lo disfrutas pasado un mes. Renunciar para recuperar.  Simple pero efectivo, al modo de los clásicos…  Que por eso lo son.  😉 www.quimmunoz.com

    • 7 min
    0033 Esa canción un Puente Al Pasado.mp3

    0033 Esa canción un Puente Al Pasado.mp3

    La música, como los olores, es un increíble potenciador de la memoria, un eficaz instrumento de anamnesis platónica.  Basta con escuchar los primeros acordes de una canción que fue significativa para ti en el pasado para que tu conciencia se remonte a ese momento y reviva los pensamientos, emociones y vivencias de entonces. Una canción, una sencilla canción, es capaz de ir mucho más allá que las palabras.  Su conjugación con la musicalidad, con la armonía de la melodía, traspasa capas del alma que restan cerradas al simple verbo. Hay canciones que nos remontan a nuestro primer amor, otras al descubrimiento de la libertad, algunas a los conflictos de la adolescencia, puede que haya una que nos traslade a una experiencia significativa de Belleza o Unidad…  Hay canciones que actúan como puentes que nos reconectan con aquellos momentos que nos definen, que nos han modelado, que han ido determinando quienes somos. Te animo a hacer hoy un viaje por tu biografía a través de las canciones.  Escoge entre cinco y diez canciones que vincules con momentos esenciales de tu vida, ponlas en una lista y escúchalas, estando atento a todo lo que despiertan en ti como si de una meditación se tratara.  Te sorprenderá todo lo que se remueve, todo lo que aflora, todo lo que descubres. Abróchense los cinturones, vamos a partir hacia ese ayer que dio lugar al hoy y que apunta hacia nuestro mañana.  Promete ser un viaje inspirador e interesante. https://www.quimmunoz.com/esa-cancion-un-puente-al-pasado/

    • 6 min
    0018-¿Para qué sirve estudiar humanidades hoy?-Meditación del día-Al volante-Quim Muñoz

    0018-¿Para qué sirve estudiar humanidades hoy?-Meditación del día-Al volante-Quim Muñoz

    https://www.quimmunoz.com/para-que-es...

    La pregunta que encabeza este post tiene trampa. Preguntarse para qué estudiar humanidades es algo parecido a preguntarse para qué sirve respirar o amar. La respiración y el amor son una valiosa e ineludible parte de nuestra existencia, un elemento imprescindible para la vida. Y buscarles una función utilitaria o secundaria no sólo supone desvirtuarlas, sino que implica no haber comprendido nada.

    Las humanidades, tal y como aquí las entendemos, también son un requisito imprescindible para disfrutar de una vida plenamente humana. Porque dedicar un tiempo al arte, a la filosofía, a la historia, a la retórica, a la música, a la política o a la antropología puede ser una forma de estudiar a los otros… Pero también puede ser una manera de descubrirse a uno mismo, una forma de autoayuda en el mejor de sus sentidos.

    El objetivo de las ciencias humanas no puede ser, por tanto, el volverse un listillo, un cultureta o un snob. Las humanidades, entendidas en el sentido clásico-tradicionalque desde aquí proponemos siguiendo a José Olives, son un estudio del ser humano en lo que tiene de trascendente, de indeterminado, de libre y de único, para que éste dé a luz su mejor rostro, para que éste pueda florecer. De ahí lo adecuado de la expresión “el cultivo de las humanidades”.

    Las ciencias humanas hacen del estudio de lo mejor de otros seres humanos un camino de autodescubrimiento, de desarrollo personal, de inspiración y empoderamiento. Las humanidades, en su sentido más profundo, hacen del ser humano el sujeto y objeto de investigación al mismo tiempo… Promoviendo una fecunda y transformadora adualidad cognoscitiva de carácter gnóstico en sentido estricto que nos lleva mucho más allá de nosotros mismos, que posibilita nuestra apertura a lo Trascendente a través de una espiritualidad que puede ser con o sin Dios.
    Ponernos en contacto con la excelencia de otros seres humanos (en la literatura, la escultura, la pintura, la música, el pensamiento o la historia) aumenta nuestra energía interior, la frecuencia vibratoria de nuestro espíritu… Nos pone “a tono”. Pero para ello hay que disfrutar de esos conocimientos, hay que saborearlos en lugar de acumularlos o almacenarlos al modo de los eruditos. Ésa es la diferencia entre el sabio y el profesional de las humanidades(triste -y en mi opinión- desacertada expresión de Jesús Zamora, Decano de la Facultad de Filosofía de la UNED, en su interesante artículo “Cómo no defender las humanidades” aparecido en el Diario EL PAÍS que, pese a contener mucho de verdad, propone una visión de la filosofía que no comparto): el primero -el sabio- es profundamente transformado por el contacto con las humanidades, mientras que el segundo -el profesional o erudito- mantiene la distancia respecto a esos conocimientos convertidos en objeto, configurando las humanidades a su imagen y semejanza. Las humanidades no pueden ser un medio de vida, deben ser una vocación, una forma de desarrollo de nuestras potencialidades, una práctica y experiencia de apertura y refinamiento de lo más elevado de nuestra persona. No basta con estudiar las materias o asignaturas propias de las humanidades… ¡Hay que encarnarlas! Debemos convertirnos, ser uno, con esa música, con ese cuadro, con ese pensamiento, con esa tradición, con ese cuento o con esa historia. Las humanidades, en su definición clásico-tradicional, exigen una metanoia personal.

    Ésas son las humanidades imprescindibles en esta época que muchos han calificado como New Age -como Nueva Era- y que, pese a todos los cambios tecnológicos y sociales que en ella se observan, tiene un sustrato común que ni cambia ni debe cambiar si deseamos evitar el desastre: la consciencia de que somos personas y que, como tales, debemos pensar, sentir y actuar.

    Sin humanidades, el mundo se...

    • 9 min
    0017-¿Escribes tu blog para ti, para los demás o para Google?-Meditaciones del día-al volante-Quim Muñoz

    0017-¿Escribes tu blog para ti, para los demás o para Google?-Meditaciones del día-al volante-Quim Muñoz

    Tomo la expresión que da título al post que ha inspirado este vídeo (la banalización de lo profundo) del prólogo de Elena Andrés al libro ‘Interioridad y espiritualidad’ de Josep Otón. Y me la apropio porque define perfectamente uno de los riesgos a los que estamos sometidos quienes nos asomamos a Internet y a las redes sociales. Un riesgo cierto y grave que tiene dos vertientes:

    En primer lugar, lo que antaño eran secretos arcanos protegidos por mil capas de simbología y secreto, están ahora al abasto de cualquiera mediante una simple búsqueda en Google. Nada hay oculto que no pueda ser revelado, siempre hay algún indiscreto que -en ocasiones sin comprender ni valorar el riesgo que supone ponerlo todo al alcance de cualquiera- grita a los cuatro vientos lo que antes se susurraba al oído de los iniciados. Otra cosa es que seamos capaces de comprender el auténtico sentido de lo desvelado…

    En segundo lugar, he vivido en propias carnes el riesgo que supone querer adaptarse a las normas propias de estos mundos virtuales. Me explico: hace unos días estuve con un amigo que es experto en redes sociales, marketing digital, SEO y marca personal. Es seguidor del blog y, en nombre de nuestra amistad, me ofreció su experiencia profesional para mejorarlo… Imposible: cada post debería convertirse en un objeto de consumo, en un producto, para adecuarse a sus recomendaciones. ¿Qué me pedía? Lo normal en el ámbito del marketing digital:

    Atender a los trending topic, a los temas de los que más se habla en cada momento. No es posible, mis post nacen de mis propias reflexiones, de los temas que me interesan, que me mueven y conmueven… Y que considero que puede ser útil compartir con los demás por si viven situaciones, dudas o inquietudes similares a las mías.

    Escribir atendiendo a las normas de SEO, escribir para Google, utilizando términos y estructuras que me posicionen mejor en los buscadores. Ni soñarlo, escribo para personas, no para Google. No me mueve su algoritmo sino acceder a la mente y al corazón de quienes me leéis.

    Analizar las audiencias y darles lo que les gusta más ‘consumir’. Me remito a lo dicho, ésa no es mi guerra.

    Ceñirme a un solo tema, a un ‘nicho de mercado’ para destacar en él en lugar de continuar con mi deriva humanista e interdisciplinar que dificulta el que se me pueda percibir como un experto.

    Aunque agradecí sinceramente todo lo que me proponía, le hice ver que el blog -para mí- no es un negocio y que, por tanto, pretendo que se rija por unos principios distintos que tienen más que ver con la cualidad que con la cantidad o el crecimiento. Prefiero un post que ayude a una sola persona que uno que lean tres mil personas pero que no provoque cambio alguno en sus existencias.

    Trato de aportar post que animen a quien los lee a realizar sus propias reflexiones en torno a cuestiones importantes, perennes, que no dependen de las modas ni de las apetencias del momento. Temas de fondo que tienen que ver con quienes somos y con quienes queremos ser.

    Convertir estos contenidos en un producto que ‘se vende’ con las mejores técnicas de marketing digital es -en mi opinión- una banalización de lo profundo que puede conducir a un gran éxito virtual, pero al mayor de los fracasos a nivel humano y personal. E, insisto, prefiero seguir centrado en el ser humano y su desarrollo personal.

    Así que seguiré sacrificando visitas para mantener la libertad de escribir lo que me pida el corazón… Y de hacerlo como surja, con total transparencia y espontaneidad.

    Gracias por estar ahí, a pesar de que mi SEO no sea el más adecuado 😉

    • 8 min

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