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5o Domingo de Pascua-Un Mandamiento Nuevo La Palabra Contemplada

    • Christianity

 

Nuestro Señor nos ha dejado este Nuevo Mandamiento que nos marca como sus discípulos.  Él mismo es el modelo de lo que tenemos que hacer: debemos amar como Jesús nos ama.  En esta semana propongámonos leer asiduamente las Escrituras para aprender del Maestro Jesús como tenemos que amar, animar y exhortar a los hermanos, peregrinando así hacia la Nueva Jerusalén celestial. Pulsa el enlace arriba para escuchar la reflexión en el podcast.

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva.”

 

El libro del Apocalipsis nos narra esta visión de un cielo nuevo y tierra nueva que acompañan la segunda venida de Jesús. Esta “novedad” ya la empezamos a vivir hoy. Con la Encarnación de Jesús ya vivimos en el mundo transformado por la presencia de Dios. También tenemos la “novedad” de la Resurrección, evento nunca antes visto y que inaugura nuestro destino de pueblo escogido. Jesús es el primero, y nosotros tenemos la esperanza de seguirle con nuestra propia resurrección al final de los tiempos. La Nueva Jerusalén es la iglesia triunfante, blanqueada en la sangre del cordero, y ahora revestida como novia resplandeciente bajando del cielo. Así se une el cielo con la tierra, como dice el famoso canto: “no sé el cielo bajó o la tierra subió.” Nuestro destino eterno es aquí anunciado: Dios también pondrá su morada en nosotros y seremos nosotros su pueblo, y el Dios con nosotros, será nuestro Dios. Con esto se ve cumplida la promesa hecha a Moisés: “Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo,” así como también se ve realizada la presencia de Dios en su pueblo. Antes la presencia, la shekinah de Dios acompañaba al pueblo en su salida de Egipto como columna de humo durante el día, y como columna de fuego por la noche. Ahora su presencia es constante y permanente. Con la realización de la historia de la salvación ya no hay llanto ni tristeza ni dolor, todo esto ha pasado, dándole lugar a la alegría de vivir en Dios. Que Dios con su gracia nos ayude a realizar desde hoy esta alegría en nuestras vidas.



“Les doy un mandamiento nuevo: qué se amen los unos a los otros.”

 

En el evangelio de este quinto domingo de Pascua y en preparación para su gloriosa Ascensión, oímos el pasaje conocido como el “discurso de despedida de Jesús.” El evangelista nos comparte esta doctrina de la crucifixión de Jesús como su glorificación. Su crucifixión es lo que lo lleva a su Ascensión. Por eso nosotros los católicos tenemos en nuestras iglesias crucifijos, y no solamente la cruz vacía. La razón que su crucifixión glorifica al Padre es porque con ella Jesús se muestra completamente obediente al Padre y con la cruz Jesús ofrece el mayor sacrificio que la humanidad puede ofrecer al Padre. El Padre recibe este sacrificio de adoración y gloria, y glorifica entonces a Jesús con la Resurrección y Ascensión al cielo. El mandamiento que nos deja Jesús ya lo habíamos recibido en el Antiguo Testamento. Su novedad consiste en que ahora Jesús nos llama a amar al prójimo, incluso como él nos ha amado. Nuestro Señor nos ha dejado este Nuevo Mandamiento que nos marca como sus discípulos. Él mismo es el modelo de lo que tenemos que hacer: amar como Jesús nos ama. En esta semana propongámonos leer asiduamente las Escrituras para aprender del Maestro Jesús cómo tenemos que amar, animar y exhortar a los hermanos, peregrinando así hacia la Nueva Jerusalén celestial.

“Ahí animaban a los discípulos y los exhortaban a perseverar en la fe.”

En la primera lectura de este domingo vemos que la labor de Pablo no era solamente la predicación. Su papel también era el de animar, exhortar, y dar testimonio de las obras que Dios realizaba en ellos. Muchas veces nosotros leemos sobre las obras de Pablo y quedamos maravillados. Al ver como grandes figuras en la historia de la Iglesia se embarcaron en grandes travesías apostólicas de evangelización, y a veces nos gana la imaginación, y n

 

Nuestro Señor nos ha dejado este Nuevo Mandamiento que nos marca como sus discípulos.  Él mismo es el modelo de lo que tenemos que hacer: debemos amar como Jesús nos ama.  En esta semana propongámonos leer asiduamente las Escrituras para aprender del Maestro Jesús como tenemos que amar, animar y exhortar a los hermanos, peregrinando así hacia la Nueva Jerusalén celestial. Pulsa el enlace arriba para escuchar la reflexión en el podcast.

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva.”

 

El libro del Apocalipsis nos narra esta visión de un cielo nuevo y tierra nueva que acompañan la segunda venida de Jesús. Esta “novedad” ya la empezamos a vivir hoy. Con la Encarnación de Jesús ya vivimos en el mundo transformado por la presencia de Dios. También tenemos la “novedad” de la Resurrección, evento nunca antes visto y que inaugura nuestro destino de pueblo escogido. Jesús es el primero, y nosotros tenemos la esperanza de seguirle con nuestra propia resurrección al final de los tiempos. La Nueva Jerusalén es la iglesia triunfante, blanqueada en la sangre del cordero, y ahora revestida como novia resplandeciente bajando del cielo. Así se une el cielo con la tierra, como dice el famoso canto: “no sé el cielo bajó o la tierra subió.” Nuestro destino eterno es aquí anunciado: Dios también pondrá su morada en nosotros y seremos nosotros su pueblo, y el Dios con nosotros, será nuestro Dios. Con esto se ve cumplida la promesa hecha a Moisés: “Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo,” así como también se ve realizada la presencia de Dios en su pueblo. Antes la presencia, la shekinah de Dios acompañaba al pueblo en su salida de Egipto como columna de humo durante el día, y como columna de fuego por la noche. Ahora su presencia es constante y permanente. Con la realización de la historia de la salvación ya no hay llanto ni tristeza ni dolor, todo esto ha pasado, dándole lugar a la alegría de vivir en Dios. Que Dios con su gracia nos ayude a realizar desde hoy esta alegría en nuestras vidas.



“Les doy un mandamiento nuevo: qué se amen los unos a los otros.”

 

En el evangelio de este quinto domingo de Pascua y en preparación para su gloriosa Ascensión, oímos el pasaje conocido como el “discurso de despedida de Jesús.” El evangelista nos comparte esta doctrina de la crucifixión de Jesús como su glorificación. Su crucifixión es lo que lo lleva a su Ascensión. Por eso nosotros los católicos tenemos en nuestras iglesias crucifijos, y no solamente la cruz vacía. La razón que su crucifixión glorifica al Padre es porque con ella Jesús se muestra completamente obediente al Padre y con la cruz Jesús ofrece el mayor sacrificio que la humanidad puede ofrecer al Padre. El Padre recibe este sacrificio de adoración y gloria, y glorifica entonces a Jesús con la Resurrección y Ascensión al cielo. El mandamiento que nos deja Jesús ya lo habíamos recibido en el Antiguo Testamento. Su novedad consiste en que ahora Jesús nos llama a amar al prójimo, incluso como él nos ha amado. Nuestro Señor nos ha dejado este Nuevo Mandamiento que nos marca como sus discípulos. Él mismo es el modelo de lo que tenemos que hacer: amar como Jesús nos ama. En esta semana propongámonos leer asiduamente las Escrituras para aprender del Maestro Jesús cómo tenemos que amar, animar y exhortar a los hermanos, peregrinando así hacia la Nueva Jerusalén celestial.

“Ahí animaban a los discípulos y los exhortaban a perseverar en la fe.”

En la primera lectura de este domingo vemos que la labor de Pablo no era solamente la predicación. Su papel también era el de animar, exhortar, y dar testimonio de las obras que Dios realizaba en ellos. Muchas veces nosotros leemos sobre las obras de Pablo y quedamos maravillados. Al ver como grandes figuras en la historia de la Iglesia se embarcaron en grandes travesías apostólicas de evangelización, y a veces nos gana la imaginación, y n

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