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Como Corregir al Hermano-23er Domingo Ordinario Ciclo A La Palabra Contemplada

    • Christianity

Las lecturas de este domingo nos hablan de una realidad que vivimos nosotros los Cristianos Católicos: estamos unidos por nuestro bautismo por lazos muy estrechos, somos hermanos de Jesús e hijos de Dios Padre.  Por lo tanto tenemos una cierta responsabilidad por la salvación los unos de los otros.

El profeta Ezequiel estaba encargado, como un centinela, de estar pendiente de las palabras que Dios pronunciaba, para poder repetirlas al pueblo.  Tenia el profeta la responsabilidad de llamar a la conversión a el malvado, así como también nosotros tenemos el deber de llamar a la conversión a las personas.  ¡Pero el deber es al llamado, no a forzar a las personas!  No podemos forzar al que no quiere escuchar.   Cumplido nuestro deber, nuestra conciencia está limpia.

En la segunda lectura San Pablo nos recuerda la enseñanza de Jesús, de cómo todos los mandamientos de la Ley se resumen en el amor al prójimo (que ya incluye el amor a Dios).  El que ama a alguien desea lo mejor para esa persona, le desea su bien.  No hace falta saberse ser un sabio y saberse de memoria manuales de teología si nos acordamos del mandamiento principal que es amar a los demás como a uno mismo.  San Juan Crisantemo nos dice que esta es una deuda que siempre estamos pagando y siempre estaremos pagando.  La caridad es la Ley en plenitud, porque la Ley nos conduce a Dios, y Dios es amor. 

El pasaje del evangelio de Mateo nos habla de una de las maneras en que nuestro Señor nos llama a participar en la santificación de los demás es a través de la corrección fraternal.  Como mencione ya, nosotros los Cristianos estamos unidos por lazos muy estrechos.  Por tener el mismo Padre todos somos hermanos, y como hermanos nos apoyamos, nos alentamos, nos reprendemos,  etc.  El modelo bíblico de esta corrección es en tres etapas: primero a solas, después con otros de testigos, y finalmente ante la comunidad. También habla este pasaje de la autoridad dada previamente a Pedro, que vimos proclamada en el evangelio hace algunas semanas, aquí la vemos extendida a los demás apóstoles.  Nosotros los católicos entendemos esta autoridad extendida también a los sucesores de los apóstoles, los obispos hasta nuestro días.

La ultima parte del evangelio nos da la enseñanza: donde hay caridad, ahí esta Dios.  Donde hay armonía y amor entre varias personas Dios está presente y escucha su oración.  Por eso desde su nacimiento la iglesia ha orado en comunidad. 

Las lecturas de este Domingo contienen una gran riqueza de enseñanza, pero el tema que unifica la primera y la segunda lectura es el deber de la corrección fraterna que tenemos los Cristianos.  Te damos gracias Dios Padre por llamarnos hacia ti. Te pedimos mandes tu Santo Espíritu para darnos la fortaleza y la rectitud de corazón para corregir con caridad y amor a los hermanos, y recibir con humildad también el consejo que nos dan.







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El profeta Ezequiel estaba encargado, como un centinela, de estar pendiente de las palabras que Dios pronunciaba, para poder repetirlas al pueblo.  Tenia el profeta la responsabilidad de llamar a la conversión a el malvado, así como también nosotros tenemos el deber de llamar a la conversión a las personas.  ¡Pero el deber es al llamado, no a forzar a las personas!  No podemos forzar al que no quiere escuchar.   Cumplido nuestro deber, nuestra conciencia está limpia.

En la segunda lectura San Pablo nos recuerda la enseñanza de Jesús, de cómo todos los mandamientos de la Ley se resumen en el amor al prójimo (que ya incluye el amor a Dios).  El que ama a alguien desea lo mejor para esa persona, le desea su bien.  No hace falta saberse ser un sabio y saberse de memoria manuales de teología si nos acordamos del mandamiento principal que es amar a los demás como a uno mismo.  San Juan Crisantemo nos dice que esta es una deuda que siempre estamos pagando y siempre estaremos pagando.  La caridad es la Ley en plenitud, porque la Ley nos conduce a Dios, y Dios es amor. 

El pasaje del evangelio de Mateo nos habla de una de las maneras en que nuestro Señor nos llama a participar en la santificación de los demás es a través de la corrección fraternal.  Como mencione ya, nosotros los Cristianos estamos unidos por lazos muy estrechos.  Por tener el mismo Padre todos somos hermanos, y como hermanos nos apoyamos, nos alentamos, nos reprendemos,  etc.  El modelo bíblico de esta corrección es en tres etapas: primero a solas, después con otros de testigos, y finalmente ante la comunidad. También habla este pasaje de la autoridad dada previamente a Pedro, que vimos proclamada en el evangelio hace algunas semanas, aquí la vemos extendida a los demás apóstoles.  Nosotros los católicos entendemos esta autoridad extendida también a los sucesores de los apóstoles, los obispos hasta nuestro días.

La ultima parte del evangelio nos da la enseñanza: donde hay caridad, ahí esta Dios.  Donde hay armonía y amor entre varias personas Dios está presente y escucha su oración.  Por eso desde su nacimiento la iglesia ha orado en comunidad. 

Las lecturas de este Domingo contienen una gran riqueza de enseñanza, pero el tema que unifica la primera y la segunda lectura es el deber de la corrección fraterna que tenemos los Cristianos.  Te damos gracias Dios Padre por llamarnos hacia ti. Te pedimos mandes tu Santo Espíritu para darnos la fortaleza y la rectitud de corazón para corregir con caridad y amor a los hermanos, y recibir con humildad también el consejo que nos dan.







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