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Escribir cartas es una de esas cosas que dejamos de hacer. Este podcast busca rescatar algo que parece un arcaísmo. Artistas le pondrán la voz y el sentimiento a misivas de distintas épocas y temáticas. En tiempos de tanta inmediatez, Epistolar apuesta por rescatar el valor de la palabra, del contar pausado y del pensamiento. Una idea de Diego Jemio y Tomás Sprei con música original de Leandro Lombardo y José Ferrufino. Buscanos en YouTube como Epistolar Podcast de Cartas y en Instagram como @epistolarpodcast.

Epistolar Antología de lo íntimo

    • Society & Culture
    • 5.0 • 6 Ratings

Escribir cartas es una de esas cosas que dejamos de hacer. Este podcast busca rescatar algo que parece un arcaísmo. Artistas le pondrán la voz y el sentimiento a misivas de distintas épocas y temáticas. En tiempos de tanta inmediatez, Epistolar apuesta por rescatar el valor de la palabra, del contar pausado y del pensamiento. Una idea de Diego Jemio y Tomás Sprei con música original de Leandro Lombardo y José Ferrufino. Buscanos en YouTube como Epistolar Podcast de Cartas y en Instagram como @epistolarpodcast.

    Carta de Sarah Bernhardt a uno de sus amantes

    Carta de Sarah Bernhardt a uno de sus amantes

    Pensá en alguien muy famoso. De ahora o de antes. No sé. Beyoncé, Lady Gaga, Madonna, Marilin Monroe… Quien sea. Mucho antes que ellas, hubo una artista que marcó el camino para que exista eso que luego llamamos celebridad. Ella fue la actriz francesa Sarah Bernhardt. En su época, finales del siglo XIX y comienzos del XX, fue una estrella global cuando no existía tal cosa y cuando el cine aún no se había inventado. La llamaban “La divina”. Protagonizó muchas de las obras teatrales francesas más clásicas y las más populares. Llenó salas. Hizo giras por toda Europa, Reino Unido, Estados Unidos y hasta la lejana
    América Latina. Además de su talento como actriz, era una adelantada en las técnicas para promover su imagen y
    marca personal. Por ejemplo, dormía en un ataúd y lo llevaba a todos lados con ella. Fue también un ícono de la moda y una mujer liberada. Pensá un poco en esa época y
    en lo valiente que fue. Ella actuaba vestida de hombre, tenía múltiples amantes, algunos de ellos insignes, como un príncipe belga, con el que tuvo un hijo. En esta carta, Sarah le escribe a uno de sus amantes con palabras cargadas de intimidad y de erotismo. Acá habla la vedette francesa más famosa de todos los tiempos. Acá una mujer vanguardista. Lee la actriz y directora Victoria Angeli.







    Febrero de 1873



    No estoy bien, Jean, amigo
    mío, pero nada bien. No me atrevo a llevarte este pequeño ser
    enfermo. Por tanto, te mando solamente mi corazón, mi alma, mis
    besos de amor, de ternura.

    Debes saber, mi dulce señor,
    que pienso en ti sin cesar, que no sueño más que contigo, que mi
    solo y único deseo es pertencerte sin nada que pueda hacerte fruncir
    el ceño.

    ¿Ser tu amante, tu ser,
    pertenecerte? ¿Sabes que todo aquello que evoca tu recuerdo me hace
    estremecer mi corazón? ¿Sabes que te amo ardientemente con todas
    las fuerzas de mi alma, con todos los lamentos y las lágrimas de mi
    triste pasado?

    Me gustaría retomar mi vida,
    mis besos, todas esas sensaciones idiotas; desearía que mi espíritu
    fuese tan virgen como era mi corazón cuando me enamoré de ti.

    En definitiva, debes saber que
    te amo, esa es la verdad, tan grande como el amor.

    Mis labios desean buenas
    noches a los tuyos y luego, ¡escucha lo que dicen todavía esos
    parlanchines!



    Sarah Bernhardt

    • 6 min
    Carta de amor de Mario Levrero a la Princesa

    Carta de amor de Mario Levrero a la Princesa

    Se llamaba Jorge Mario Varlotta Levrero. Firmaba sus cartas sólo con la letra J. Pero tomó el apellido materno y se hizo conocido como Mario Levrero. Decir que el uruguayo fue escritor es no sólo impreciso sino también injusto. Además de eso, fue fotógrafo, librero, guionista, dibujante de cómics, columnista, humorista, creador de crucigramas y juegos de ingenio. Entre 1987 y 1989, Levrero vivió en Buenos Aires, donde trabajaba en una revista de crucigramas. En esos años, tuvo una relación con Alicia Hoppe, quien fue primero su psiquiatra y después su enamorada. Parte de ese intercambio epistolar fue publicado en el precioso libro “Cartas a la princesa”. Esas cartas navegan por todo el proceso del cortejo y del vínculo, desde los encuentros íntimos a la posibilidad de una vida conyugal. En este episodio, grabamos una en la que Levrero se disculpa, le dice que fue una bestia, le dice que la ama y pinta un cuadro lleno de erotismo que sólo un maestro de la narración puede escribir. Acá va una carta que cruza el charco. Acá un Levrero en carne viva. Lee el actor Sebastián Serantes.

    ***

    30.9.87. 8.45 de la mañana

    Amadísima, me siento cada vez más avergonzado por haberte tratado tan mal, con tal prepotencia. Al rato de tu llamada de ayer, fue recién que me empezó a invadir la tranquilidad, y cuanto más tranquilo estoy más vergüenza me da haber actuado como lo hice. Espero que puedas comprender y disculpar o que, en todo caso, si decidís tomarte venganza, lo hagas de un modo artístico, o sea erótico. Por ejemplo, uno de los más terribles castigos para mí es que me muerdan suavemente un hombro. Bueno; iba a seguir pero siento que no es conveniente; es posible que si continúo pierda el estado de tranquilidad que estoy tratando de conservar. Pero lo que quiero decirte es que te comprendo, comprendo tus dificultades y azoramientos, y comprendo que he sido una bestia implacable. Tomate tu tiempo. Puedo esperar. No por eso te amo menos; muy por el contrario; sólo que estuve muy, muy, muy loco. Ahora estoy apenas muy, muy loco. Mañana espero estar solamente muy loco; y basta, porque ése es mi estado normal. Perdoname, pues, mi ángel de
    tacos resonantes, y pongamos las cosas en su sitio: como siempre, usted manda, yo obedezco (a propósito: ¿cómo hiciste para conseguir que me bañara todos los días? Fue, al parecer, una simple sugerencia, que tal vez hayas olvidado, dicha al pasar. Hasta ahora, nadie lo había conseguido. Y lo peor es que me gusta). Y si en algo no obedezco, espero que me castigues del modo antedicho o bien azotándome fuertemente la espalda con tus cabellos. (La vergüenza me ha vuelto terriblemente masoquista). Besa tus botas, tu humilladísímo esclavo

    J

    • 6 min
    Carta de Paulina Luisi a los conservadores

    Carta de Paulina Luisi a los conservadores

    Si hago el ejercicio de definir a Paulina Luisi con una sola palabra -sólo con una- esa sería pionera. La argentina, que vivió casi toda su vida en Uruguay, fue la primera mujer que obtuvo un título universitario, la primera cirujana del país y la feminista que organizó al movimiento clave para que se aprobara el derecho al voto de las mujeres en 1932. Ella cumplió un rol clave en los debates y en las acciones para conquistar ese derecho en el país, que también fue uno de los pioneros en América Latina. Ese logro, por supuesto, no surgió de un día para el otro. Años antes,
    construyó el Consejo Nacional de Mujeres y luego la Alianza de Mujeres. Las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente de 1916 dieron mayoría a los sectores conservadores, a los partidos tradicionales, y la decisión de impulsar el voto femenino se postergó. Esta carta es la dura réplica de Paulina Luisi a esos hombres. Lee la actriz Lucía García Aldaya.

    ***

    Cuando oímos, como hace pocos meses, a los hombres encargados por el pueblo de reformar la carta magna de la Nación clamar con inconsciente suficiencia que la misión de la mujer es la guardia del hogar y la procreación de los hijos pensábamos con amargura en el hogar de las sirvientas como nosotras mujeres. Pensábamos en las miles de mujeres que, a la par del hombre pero con
    menos salario que él, trabajan de sol a sol en las fábricas y en los talleres. En las innumerables empleadas que, de pie cruelmente obligadas por un mezquino sueldo, pasan encerradas en los talleres. En otras más miseables aún que, al precio de un salario de hambre, cosen catorce y dieciséis horas para los registros. En las telefonistas, que con quince faltas en el plazo de 13 meses pierden la efectividad de su empleo. Y nos preguntábamos qué salvaje ironía o qué obtusa inconsciencia inspiraban las palabras de aquellos constituyentes que no tuvieron reparo en negar a la mujer el derecho a la vida ciudadana en nombre del más sagrado de todos los deberes. Pero que, a estas esclavas del hambre, siquiera en nombre de la maternidad humillada, no saben proteger como legisladores, ni muchas veces saben respetar como hombres.

    Paulina Luisi

    • 5 min
    Cartas de amor de Violet Trefusis a Vita Sackville-West

    Cartas de amor de Violet Trefusis a Vita Sackville-West

    Violet Trefusis fue una escritora inglesa nacida a finales del siglo XIX. Una mujer que, aunque escribió gran parte de su vida, tiene una obra que en su mayoría permanece inédita. Fue también -y principalmente- alguien que hizo de su disidencia, su rebeldía y su protesta una forma de vida. En sus textos y de una manera férrea, Violet defendía la diversidad sexual y nunca se disculpó de sus opiniones, incluso en momentos de peligro. La historia la recuerda como la amante de la poeta y novelista Vita Sackville-West, que a su vez fue el gran amor de Virginia Woolf.
    Dicen las biografías que Virginia siempre estuvo celosa de Violet, que continuó su amor con Vita hasta el día de su muerte. Ésta es una selección de cuatro cartas que le escribe a Vita, a quien llamaba con muchos nombres: Mitya, Dmitri, Julian... Acá asoma una personalidad apasionada, obsesiva y violenta en su pasión. Nada de medias naranjas. Naranjas completas, que quieren morderse y sacarse todo el jugo. Lee la actriz Matilde Campilongo.

    ***

    Sé malvada, sé valiente, emborráchate, sé imprudente, sé disoluta, sé despótica, sé anarquista, sé una fanática religiosa, sé una sufragista, sé lo que quieras, pero por piedad sélo hasta el limite. Vive, vive plenamente, vive apasionadamente, vive desastrosamente au besoin [si es necesario]. Vive la gama de las experiencias humanas, construye, destruye, vuelve a construir. ¡Vive, vivamos tú y yo, vivamos como no ha vivido nadie hasta ahora, exploremos e investiguemos, avancemos sin miedo por donde hasta los más intrépidos han titubeado y se han detenido! […] Mitya, podrías hacer lo que quisieras de mí, o más bien Julian. Amo a Julian, arrolladoramente, devastadoramente, posesivamente, exorbitantemente, insaciablemente, apasionadamente, desesperadamente. También coquetamente, conquistadoramente y frívolamente.

    *

    Una tras otra me asaltan la desdicha, la angustia, el cinismo, la desilusión, la apatía, el resentimiento, luego nuevamente la desdicha, los celos, la desesperación, la desgana para después volverse a reafirmar mi inexorable temperamento. […] Recuerdas las caricias… Parece que jamás te he deseado como ahora. Cuando pienso en tu boca… Cuando pienso en… otras cosas, se me sube toda la sangre a la cabeza, y casi imagino… No me has contestado al telegrama en que te preguntaba si te estabas “portando bien”, sabes muy bien lo que quiero decir. Si tengo la impresión de que no, haré lo mismo: no mantendré la promesa que te hice. […] Escríbeme, cielo mío, dime que no has cambiado respecto a H. y que
    al menos nos veremos pronto. […] ¿Vuelves a llevar el anillo de bodas? Ay, Mitya, por favor, no. Espero recibir un telegrama tranquilizador tuyo hoy mismo. Sin ti son todo cenizas.

    *

    A veces, antes de dormirme, a fuerza de desearte, termino sintiendo tu cuerpo tendido a mi lado, todo el calor de tu carne estremecida, los besos en tu boca y las caricias de tus dedos, y desfallezco, y me siento a punto de morir. ¿No tienes jamás esas sensaciones? Vamos, un poco de franqueza. Es que te deseo, te deseo hasta el frenesí. Hay días enteros en los que no pienso en otra cosa. Es demencia, lo que quieras, pero muero por ello. Estoy segura de que jamás has sentido una cosa semejante. Mi amor, mi alegría, regresa, te lo suplico.

    Violet

    • 8 min
    Cartas de amor de Octavio Paz a Elena Garro

    Cartas de amor de Octavio Paz a Elena Garro

    Octavio Paz y Elena Garro fueron dos de los grandes escritores que dio México durante el Siglo XX. Y también una de las parejas más conocidas de la literatura latinoamericana. Cuentan los historiadores que se conocieron en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. En una fiesta, Paz le dio un jalón para invitarla a bailar. Ese gesto fue quizá un botón de muestra de lo que luego sería la relación. Se casaron y basaron ese vínculo en conveniencias, celos profesionales y enojos por parte de él. Y en una serie de sumisiones y frustraciones por parte de ella. Un cóctel horrible que, por supuesto, dio lugar a un matrimonio fallido. Alguna vez, Garro dijo: “Durante mi matrimonio, siempre tuve la impresión de estar en un internado de reglas estrictas y regaños cotidianos”. Sin embargo, esta selección de cartas corresponde a los momentos inciales de ese amor. Acá está el Paz poeta, el genio, el ganador del Premio Nobel. Pero también aparecen los rasgos de manipulación. Le pide ser “sumisa, callada, dócil para mí”. Lee el actor Raúl Román.

    • 11 min
    Carta de Wolfgang Amadeus Mozart sobre el proceso creativo

    Carta de Wolfgang Amadeus Mozart sobre el proceso creativo

    Bienvenidos y bienvenidas a la sexta temporada de Epistolar. Estamos muy felices por este reencuentro con nueva música, nuevos lectores y, por supuesto, nuevas cartas que queremos compartir con vos. En la guitarra, nos acompaña como siempre José Ferrufino, un viejo amigo
    de la casa. Y este año sumamos al pianista Facundo Miranda, a quien agradecemos su aporte y generosidad. Pero basta de prólogos. Y vamos al episodio de hoy. Es casi un lugar común hablar de Mozart y usar inmediatamente después la palabra genio. Y vincular ese genio con la locura, con los arrebatos, con el talento como un regalo de Dios. Ahí está la película “Amadeus”, que dejó la impresión de que era un donjuán, un indisciplinado con flashes geniales. Su talento, como el de cualquiera, fue también producto de un enorme trabajo. Esta es una selección de dos cartas. En la primera, justamente, habla sobre su proceso creativo, sobre cómo fluyen sus ideas
    musicales, sobre un trabajo que, en sus palabras, se “metodiza”. En la segunda, un Mozart más terrenal le pide a un primo un suculento préstamo de dinero. Acá va un Mozart genio. Uno que suda. Y que sufre, como vos, como yo, como todos. Lee el actor Marcos Montes.

    • 7 min

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