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Un espacio creado con el asesoramiento de MD Anderson Cancer Center Madrid para narrar momentos de la historia que cambiaron el rumbo en los tratamientos contra el cáncer, desde Marie Curie hasta la II Guerra Mundial

Pequeñas grandes historias del cáncer elEconomista

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Un espacio creado con el asesoramiento de MD Anderson Cancer Center Madrid para narrar momentos de la historia que cambiaron el rumbo en los tratamientos contra el cáncer, desde Marie Curie hasta la II Guerra Mundial

    Historia de la radioterapia: el gran legado de Marie Curie

    Historia de la radioterapia: el gran legado de Marie Curie

    La ciencia vivió una auténtica revolución en el siglo XIX. Fue una época de gran conocimiento, en el que se modernizó la forma de investigar y en la que se hicieron grandes descubrimientos. Fueron años en los que se consolidaron grandes figuras científicas. Y, en concreto, el final de siglo fue especialmente fértil en descubrimientos. Era tal el ritmo al que la ciencia prosperaba, que no eran pocos los que creían que se estaba a punto de alcanzar los límites del conocimiento...

    Es en este tiempo, a finales del siglo XIX, cuando se producen tres descubrimientos que revolucionaron el tratamiento contra el cáncer. A saber: en 1985, el alemán Wilhelm Röntgen descubre los rayos X; en 1896, Henry Becquerel hizo lo propio con la radiactividad natural; y ya en 1898 Marie Curie descubre el radio. Son tres hitos, en tan solo tres años, que permiten iniciar la investigación de las radiaciones para el tratamiento del cáncer. Nacía así una nueva época en la medicina.

    El primer tratamiento conocido se produce en 1896. El médico estadounidense Emil Grubbe administró rayos X a una mujer con cáncer de mama recurrente e inoperable. Se los administró durante una hora durante 18 días.

    Pero la que de verdad revolucionó este campo fue Marie Curie. La científica fue una mujer sin la que no entenderíamos el desarrollo mundial en los siglos XX y XXI, la más inspiradora en la historia de la ciencia, y la primera en ganar el premio Nobel. Sin ella no se entendería todo el desarrollo posterior de la radioterapia como tratamiento contra el cáncer.

    Curie, durante su tesis doctoral, empezó a estudiar los rayos X, siguiendo los pasos de Becquerel. Con su trabajo, descubre dos nuevos elementos, el polonio y el radio, a los que clasifica de​ radioactivos, y que sientan las bases para el conocimiento de la radioactividad.

    Poco después, a principios del siglo XX, Pierre Curie, marido de la científica, propuso que una fuente radioactiva podría insertarse en un tumor, y descubrieron que el tamaño del mismo se redujo. Paralelamente, Alexander Graham-Bell, el inventor, también sugirió el uso de la radiación de la misma manera. Además, en honor a la descubridora, pidió llamarlo 'curieterapia', un nombre que conservó durante años.

    Fue en esa época en la que se consolidó el empleo medicinal de la radioactividad, tanto en su diagnóstico como en su tratamiento. Hospitales de todo el mundo comenzaron a investigar en este sentido. Unas investigaciones, pioneras, que sentaron las bases para la radioterapia actual.

    En un viaje a Nueva York en 1920, para recaudar dinero para poder seguir investigando —el precio del radio estaba disparado como consecuencia de la I Guerra Mundial—, Marie Curie aseguró que su objetivo era "poner fin al cáncer". "El radio es la cura para cualquier tipo de cáncer", le contó al New York Times.

    En 1934, Marie Curie fallecía, víctima de una anemia aplásica, probablemente contraída por las radiaciones a las que estuvo expuesta en sus trabajos. Los efectos negativos de la radiación no se conocían entonces, y durante sus investigaciones y experimentos no llevaba medidas de seguridad. ¡Llevaba los tubos de ensayo con isótopos radiactivos en los bolsillos! También se expuso sin protección a los rayos X, mientras se desempeñaba como radióloga en los hospitales de campaña durante la guerra. Y a pesar de todas las enfermedades que le provocó su trabajo, nunca llegó a reconocer los riesgos de la exposición a la radiación. Pero su legado fue eterno.

    Hasta mediados de siglo, conscientes ya de estos peligros, los usos medicinales de la radiación disminuyó. Hasta que en las décadas de los 50 y los 60 surgieron nuevas fuentes radiactivas, que redujeron los riesgos, y revolucionaron de nuevo el campo de la lucha contra el cáncer. El Proyecto Manhattan, desarrollado durante la segunda Guerra Mundial, hizo posible la producción de radioisótopos artificiales para...

    • 10 min
    De arma química a tratamiento contra el cáncer: el nacimiento de la quimioterapia

    De arma química a tratamiento contra el cáncer: el nacimiento de la quimioterapia

    En el verano de 1943, con el ecuador de la Segunda Guerra Mundial superado, las fuerzas aliadas habían capturado el puerto italiano de Bari. Era un enclave muy importante para ellos, porque necesitaban subir hacia el norte, y tomar la fortaleza de Montecassino, que bloqueaba el camino hacia Roma. El puerto de Bari era perfecto para ir poco a poco descargando y almacenando todo el material militar que necesitaban para la conquista de Italia.

    Sin embargo, se trataba de un puerto que no estaba muy bien protegido. Los alemanes lo bombardearon en la tarde del 2 de diciembre de 1943, en una especie de Pearl Harbor. Hundieron 17 barcos, y provocaron muchísimos daños en el puerto. Hubo muchísimas bajas, tanto militares como civiles.

    Dos de los barcos que bombardearon contenían armamento explosivo, que provocaron dos grandes estallidos. Y en concreto, uno de ellos, el SS John Harvey, contenía en secreto una gran cantidad de gas mostaza en su interior.

    El gas mostaza es un elemento de la guerra química, que había sido usado extensamente durante la primera Guerra Mundial, con resultados devastadores. También España recurrió a ataques químicos con este agente en el norte de Marruecos, durante la guerra del Rif. De hecho, si uno viaja por esa zona es muy fácil ver personas de determinada edad con malformaciones de nacimiento, hijos de las mujeres que estaban embarazadas durante la guerra.

    El caso es que el gas mostaza, junto con casi todas las variedades de guerra química, habían sido estrictamente prohibidas en la Convención de Ginebra, tras la primera Guerra Mundial. Pero todos los participantes en la Segunda Guerra Mundial tenían almacenados elementos para la guerra química, al menos en secreto, temiendo que la otra parte también los usara. Así lo hacían los americanos, aunque estuviera prohibido, y así tenían ese barco en el puerto de Bari absolutamente lleno de gas mostaza.

    El gas mostaza, cuando entra en contacto con el agua, se queda en forma aceitosa. De manera que muchos marinos que se lanzaron al mar para huir de las explosiones acabaron impregnados en este aceite del agente mostaza. Cuando llegaron a los hospitales, las enfermeras, para luchar contra las hipotermias, porque no hay que olvidar que estábamos en diciembre, les envolvían en mantas, en sábadas... favoreciendo aún más que el aceite del gas mostaza penetrara en la piel de los heridos.

    Cuando horas después, o al día siguiente, empezaron a lavarlos, descubrieron que todo su cuerpo estaba recubiero de ampollas, que la piel se les estaba cayendo a pedazos... a pesar de que cuando llegaron no tenían quemaduras de ningún tipo. Muchos murieron. Y durante las semanas siguiente, algunos que habían sobrevivido, empezaron a desarrollar infecciones de todo tipo, y acabaron muriendo también.

    El ejército americano hizo venir al médico Stewart F. Alexander, para realizar una serie de autopsias y tratar de averiguar qué había pasado y por qué se habían producido tantas muertes extrañas.

    Y este médico descubrió que el gas mostaza había destruido completamente no solo la piel, sino que la había penetrado, y en aquellos que habían sobrevivido, el gas mostaza había destruido completamente sus glóbulos blancos, sus defensas, su sistema inmunitario... habían quedado inermes frente a las infecciones, que eran las que les habían matado.

    Este hombre, inmediatamente relacionó el caso con los primeros experimentos que se estaban desarrollando en aquellos años contra el cáncer. En los años anteriores, en las décadas de los 10, los 20, los 30... había aparecido la penicilina, y se habían logrado tratar y curar muchas enfermedades infecciosas que antes mataban a decenas de miles de personas. Y con los fármacos que ahora llamamos antibióticos se hipotetizó que igual que se encontraban medicamentos capaces de destruir a los microbios, pues podría hacerse lo mismo con las células cancerosas. Pero...

    • 12 min

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