En El Pórtico Incuestionables

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Otra de las definiciones estoicas de la vida filosófica es prestarse atención a uno mismo.

Este estado constante de vigilia interna la llamaban prosoche.

Y puedes preguntarte, ¿por qué me debe interesar a mi el estar en constante atención de mi mismo?

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En una de sus cartas Séneca cuenta que vive encima de unos baños romanos en la ciudad de Bayas.

En su época, estos baños hacían un ruido increíble, capaz de ensordecerte.

En las palabras de Séneca.

Vivo precisamente arriba de unos baños. Imagínate ahora toda clase de sonidos capaces de provocar la irritación en los oídos.

Cuenta que el ruido es constante; atletas soltando las pesas, gritando, jadeando. Otros reciben golpes, otros juegan y gritan los tantos, otros cantan y silban. Atrapan a ladrones y el griterío es aun mayor.

Pero Séneca le cuenta a su amigo Lucilio que nada de esto es capaz de distraerle de sus estudios.

Séneca imaginaba que Lucilio le respondería que debe ser de hierro o sordo.

Pero Séneca confiesa que todo este ruido estridente no son más para él que el sonido de las olas del mar o de la lluvia.

¿Cómo alcanzó este punto?

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Marco Aurelio era muy exigente consigo mismo.

Y algo muy noble de su carácter era que se exigía a sí mismo y no pretendía que el resto actuase como él lo haría. Vivía según sus palabras.

En sus Meditaciones escribió

Sé tolerante con los demás y estricto contigo mismo.

El libro 1 de sus Meditaciones está completo de agradecimiento a todas las personas significativas de su vida. Todo son buenas palabras.

Y cabe recordar que sus Meditaciones eran sus reflexiones privadas, sin ninguna intención de publicarse.

En todos los pasajes trata de llevarse de vuelta al buen camino. A recordarse los principios del arte de vivir.

Y a veces era muy duro consigo mismo. Le molestaba tener que enderezarse, en vez de ser alguien recto.

Una de sus frases lapidarias dice

Hay que ser recto, no enderezado.

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Volvemos a hacer otro jueves de lectura estoica.

Hoy toca leer las Meditaciones de Marco Aurelio.

Así que, como siempre, voy a leer primero el fragmento completo y después iremos comentando frase por frase para descifrar lo que el emperador quería decirse a sí mismo.

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Formulario: https://forms.gle/13seNFVLeG1kavvu6

Me da vergüenza admitirlo.

Uno de mis mayores sueños es tener las paredes de mi casa colmadas de libros. Tener todos los libros de los autores griegos y latinos. Apetecerme leer algún clásico y poder sacarlo de una de mis estanterías.

Me gustan muchos los libros. Leo tanto como puedo. Siempre estoy en contacto con algún gran autor.

Me acuerdo de Séneca.

Él decía que en todo momento se pertenece a sí mismo. Cuando alguna ocupación le sobreviene, no se entrega a ella, sino que se presta a ella. Y en cuanto puede, dirige su alma a los grandes autores, porque siempre lleva encima a alguno. En su caso era el cínico Demetrio. Llevaba sus páginas allá donde pudiese.

Nosotros, gracias al móvil o al Kindle, podemos llevar encima tantos como queramos.

Pero ¿qué sentido tiene leer tanto o tener tantos libros si sus páginas no se imprimen en nuestra alma?

Puedes tener todos los libros del mundo y aún así seguir siendo un necio. Porque las palabras que no se aplican a la vida son letras muertas. El conocimiento que no se materializa en la conducta es inútil.

Como el propio Séneca decía:

No es feliz quien tiene el saber, sino quien lo utiliza.

Y de eso se trata el estoicismo.

Todos los estoicos eran grandes lectores. Para Marco Aurelio incluso era un vicio. En sus Meditaciones encontramos varios pasajes obligándose a dejar los libros.

Pero como grandes lectores que eran, sabían que la práctica debe seguir a la teoría; una cosa es conocer los principios de vida, otra vivir acorde a ellos.

No es suficiente con conocer sobre las virtudes; debemos ejercitarnos en ellas. Puedes saber cómo enfrentarte a los vicios y placeres, pero no te servirá de nada hasta que te decidas a enfrentarte a los vicios y a los placeres.

Cada uno de nosotros batalla en términos generales con los mismos problemas y vicios; con la pereza, el rechazo del destino, la inseguridad, el miedo, etc.

Sin embargo, cada vida es distinta. Estos vicios atacan de manera diferente a cada uno. En algunas cosas vencemos, en otras somos vencidos.

Del carácter general de los vicios me ocupo a diario. Pero, al igual que Epicteto, quiero tratar de cerca a los que quieren aprender este arte de progresar. Epicteto los llamaba “prokoptones”; aquellos que progresan en la sabiduría.

Ahora mismo estamos creando un grupo de verdaderos interesados del estoicismo. Aquellos que quieran, no solo medicinas generales, sino específicas.

Trato de seguir las huellas de Séneca. Por eso escribo a diario sobre las enfermedades del alma, dirigido a un número amplio de lectores.

Pero ahora también puedo seguir las huellas de Epicteto, y ayudar a quienes luchan por aplicar el estoicismo en su vida.

Si quieres unirte y que tengamos un trato más personal, lo único que tienes que hacer es rellenar el formulario que te dejo abajo. Esto me ayudará a conocerte a ti y la manera que en la que quieres que te ayude.

Cuando termines te convertirás en miembro prokopton de nuestra comunidad. Tendrás acceso a la reunión que haremos en Zoom en la que nos conoceremos cara a cara y me podrás contar cómo aplicas el estoicismo en tu vida.

También tienes más ventajas. Pero bueno, si te interesan puedes verlas dentro.

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Todavía siento que al escribir la palabra filosofía no llego a transmitir su verdadero significado.

Han cambiado mucho las cosas desde que la filosofía dominaba en Grecia y Roma.

Hoy en día se entiende como, únicamente, el ejercicio intelectual. La entrega completa a los libros y al discurso, a la contemplación del mundo y sus procesos.

Pero, como dice Séneca,

La filosofía no enseña a hablar, sino a actuar.

Porque la filosofía, en tiempo de los estoicos, era el arte de vivir.

Y esa es la definición que uso cada vez que escribo la palabra filosofía. Es lo que quiero transmitir.

Y es, además, lo que nos interesa. Porque queremos mejorar nuestra conducta, estar satisfechos con nuestras acciones, mejorar en nuestra manera de afrontar la vida.

¿De dónde aprenderemos esto? De la filosofía.

Para Musonio Rufo, el saber respecto a la vida es la filosofía.

Y esta es un arte. Se compone de teoría y práctica.

La teoría siempre va a ser menos importante que la práctica. Pero la precede. Porque son letras muertas las que no se materializan en tu conducta, pero también son erráticas las acciones sin reflexión.

Entonces, el estudiante de filosofía no es otro que aquel aprende a vivir y se esfuerza en aplicar lo aprendido.

Para esta definición Epicteto acuñó el término “prokopton”, que significa justamente eso; aquel que progresa hacia la sabiduría.

Y en este plano entramos nosotros. Porque ninguno de nosotros es El Sabio Estoico. Pero hacemos progreso hacia este ideal. Y en este progreso está la felicidad. No en ser perfectos, sino en perfeccionarnos cada día.

Séneca se llamaba a sí mismo proficiente, que significa el que ha emprendido el viaje hacia la sabiduría, no el que la ha alcanzado.

Y la sabiduría siempre es práctica. Siempre se trata de hacer, no de hablar.

Muchos autores y divulgadores modernos acompañan la palabra sabiduría con “práctica”. Pero es una redundancia. La sabiduría sin práctica no es otra cosa sino conocimiento. Y el conocimiento almacenado, es decir, el que no se aplica, es inútil.

Eres un artista vital. Y en este arte valen mucho más las acciones que las palabras.

Consérvate bueno.

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