¿Puedo confiar en Dios?

TETELESTAI Podcast

Invócame en el día de la angustia; yo te libraré y tú me honrarás. Salmos 50:15 Hace un par de años mi padre murió por metástasis el cáncer lo había consumido lentamente, vivir con el y apoyarlo en todo su tratamiento oncológico no fue nada fácil y menos lo fue el pensar que un día en que el cáncer terminaría su trabajo y así como mi padre conocí a muchas personas con cáncer y ver una por una morir fue horrible, pues esto me hacia pensar que en cualquier momento mi padre sería el siguiente no era algo que deseaba. Pero el cáncer y otras enfermedades físicas no son, lógicamente, la única razón de ansiedad. Hace algunas semanas, durante un almuerzo, un amigo comerciante decía que su compañía estaba en peligro de ir a la quiebra. Otras experiencias alarmantes nos conducen a un adolescente espiritualmente rebelde. La verdad es que todos nosotros enfrentamos la adversidad en variadas formas y en diferentes momentos. Un psiquiatra secular lo expresa en su reciente y muy bien vendido libro, con una sencilla afirmación: La vida es difícil. La adversidad y el sufrimiento emocional se presentan de diversas formas. Puede ser el dolor de un matrimonio desdichado, la decepción de una maternidad frustrada, o la pena por un hijo espiritualmente indiferente o rebelde. También existe la ansiedad de la persona que pierde su empleo siendo el único proveedor del hogar, y la desesperación de una joven madre al enterarse que tiene una enfermedad mortal. Otros experimentan frustración al ver sus esperanzas truncadas y sus sueños sin realizar: un negocio que se arruinó, o una carrera universitaria que nunca se terminó. Otros viven la punzada de la injusticia, la amargura de la soledad y la prueba de una tristeza inesperada. Existe la humillación y el rechazo, la degradación y, lo peor, el fracaso que llega por nuestra propia culpa. Finalmente, existe la desesperación al darse cuenta de que algunas situaciones difíciles, como una enfermedad o un impedimento físico de un hijo, nunca cambiarán. Todas estas circunstancias contribuyen más a la ansiedad y dolor emocional que todos vivimos en diferentes momentos y en diversos grados. El dolor es repentino, traumático y devastador. Otras adversidades son crónicas, persistentes y aparentemente diseñadas para desgastar nuestro espíritu con el paso del tiempo. Además de nuestros sufrimientos, con frecuencia nos piden que ayudemos a sobrellevar las penas de otros, ya sean amigos o parientes. Las ilustraciones empleadas en los párrafos anteriores no son imaginarias, pues muchas de ellas han sido tomadas de mi lista personal de oración. Si usted desea puede ponerle nombre a cada una. Cuando los que amamos sufren, nosotros también sufrimos.

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