Epistolar

Antología de lo íntimo
Podcast Epistolar

Escribir cartas es una de esas cosas que dejamos de hacer. Este podcast busca rescatar algo que parece un arcaísmo. Artistas le pondrán la voz y el sentimiento a misivas de distintas épocas y temáticas. En tiempos de tanta inmediatez, Epistolar apuesta por rescatar el valor de la palabra, del contar pausado y del pensamiento. Una idea de Diego Jemio y Tomás Sprei con música original de Leandro Lombardo y José Ferrufino. Buscanos en YouTube como Epistolar Podcast de Cartas y en Instagram como @epistolarpodcast.

  1. 11 DE SET.

    Cartas de Amor y Desamor: La Pasión Íntima de Ingrid Bergman

    Señores y señoras, cartas de una leyenda. De un ícono, de una estrella en el sentido más cabal y menos frívolo del término. De una mujer de convicciones fuertes, que se negó a ser solo una cara bonita -bellísima por cierto- y se convirtió en una de las grandes actrices de la historia del cine mundial. Me refiero a Ingrid Bergman. Huérfana a una edad muy temprana, la sueca comenzó a actuar para vencer su traumática timidez. Y vaya si lo logró. Terminó ganando tres premios Oscar y protagonizando películas icónicas como “Casablanca”, “Te querré siempre” y “Por quién doblas las campanas”, además de ser una de las musas de Alfred Hitchcock. “El mundo venera la originalidad”, era una de sus máximas, que intentó cumplir hasta el día de su muerte. En su vida privada, si es que puede existir tal cosa en una figura tan pública, intentó huir de los estereotipos. De fiel esposa, de buena madre y de mujer intachable. Este episodio contiene dos cartas suyas. Una de amor y otra de desamor. La primera es de amor, de ilusión y va dirigida a Petter Lindstrom, su primer esposo, a pocos días de la boda. Por cierto, un casamiento que terminó en escándalo porque ella se enamoró del director de cine Roberto Rosellini. La segunda carta va dirigida a Rosellini y está plagada de los sinsabores que también tuvo ese vínculo. Lee la actriz y cineasta Alejandra Reyes. * Amor mío, único, espléndido y maravilloso: sería admirable que estuvieras en mi camerino y yo pudiera sentarme en tu regazo. Sin ti todo resulta insulso. Han de transcurrir cinco horas para que nos veamos y once días para que nos casemos. ¡El tiempo no pasa! ¿Cómo lo soporto? ¡Ojalá pudiera besarte uná y mil veces! Jamás me abandonarás, ¿verdad? Yo jamás me separaré de tí. Quiero estar contigo siempre, siempre, siempre. Faltan únicamente once días para nuestro enlace. Tengo que reunirme ahora con los fotógrafos, pero no dejaré de pensar en ti. ¡Qué atractivo eres! ¡Qué superior a los demás hombres! Estoy loca por ti. No puedo contenerme. Dentro de cinco horas y once días, seré tuya... Tuya... Ingrid * Telefoneé diez veces diarias como una tonta. Me gusta pasar las noches en blanco en conversación, como a usted. ¿Dónde parará la libertad de que hablo, si debo estar todas las noches en casa a las dos? También es una tontería telefonear a un hotel que se halla en íntimo contacto con la prensa. Descubrí a mi regreso de las montañas que se ha escrito demasiado sobre nosotros. Y en la ciudad se dice que mi matrimonio ha fracasado y que de ahora en adelante usted hará todas mis películas. Se rumora que le seguí a Nueva York: un nuevo triángulo dramático ha surgido en Hollywood. Y así, por el estilo, se expresa la prensa sensacionalista. Como ello me apena, no quiero echar más leña al fuego con conferencias telefónicas cotidianas. Entiéndame y ayúdeme. No tuve tiempo para despedirme de la gente y ponerme sentimental, por lo menos, hasta que vi a Peter en el aeropuerto, solitario y silencioso. Una vez más advertí mi egoísmo, y ahora, mientras estoy aquí, no hago más sino ir al teatro y esperar, una vez más. Todo el mundo me pregunta qué hay entre nosotros dos. Por eso, me encerré en mi habitación a contemplar su fotografía. Aún lo sigo haciendo. Ingrid

    7min
  2. 28 DE AGO.

    Carta de Alejandro Acobino sobre por qué hacemos arte

    AAco. La primera A por Alejandro. “Aco” es el apócope de su apellido, Acobino. Y apodo con el que lo identificaron sus amigos del colegio y colegas de teatro. Así firmaba sus cartas Alejandro Acobino, un actor, director y un dramaturgo extraordinario que dio el teatro de Buenos Aires. Cuando se fue, de forma temprana, dejó cinco obras: Enobarbo, Continente Viril, Rodando, Hernanito y Absentha. Y otras tantas inconclusas. Dejó también una poética potente, de una escritura magistral y llena de personajes que se pierden en una obsesión. Creo -lo digo humildemente después de haber visto sus obras varias veces- que aún no logramos ver del todo la dimensión de su legado. Una dimensión increíblemente lúcida de un teatro atroz, trágico y grotesco. Acobino fue, además, un gran escritor de cartas. Le encantaba escribirlas y hablar por téléfono. Esta carta fue extraída del libro “AAco. Alejandro Acobino: cartas, ensayos y homenajes”, editado por el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Es una cuidada y amorosa edición de su hermana Gabriela, que encontró muchísimos escritos en su computadora. Acá le escribe a una tal Sandy. No sabemos quién fue (Gabriela, su hermana, tampoco), pero importa poco. Alejandro le responde a esta mujer, quizá una periodista, que le había preguntado qué es para él el arte y por qué hace arte. Acá va entonces un pequeño homenaje de Epistolar a Alejandro Acobino por tantas horas disfrutando de su maravillosa obra. Lee el actor y amigo de Acobino, Germán Rodríguez. *** Estimada Sandy: Lamento la tardanza pero me olvidé completamente. Encontré tu mail de casualidad y te respondo. Espero que no sea tarde. No me resulta fácil contestarte lo que me pedís. La razón principal por la que hago arte es porque amo el arte. Tengo mis valores éticos y procuro ser consecuente con ellos como cualquiera que busca ser consecuente con sus valores. Tengo también mis valores ideológicos y por qué no confesarlo filosóficos… Pero a la hora de escribir y dirigir lo estético lo supedita todo... Creo en la autonomía de la estética respecto a los demás valores humanos... Acá me acerco más a Harold Bloom que a John Berger, aunque ideológicamente estoy más cerca de Berger (un progresista), filosóficamente me parezco más a Bloom (acusado de conservador). Del público: Yo vengo del público. Yo crecí en la época de la “primavera democrática” cuando salimos de la dictadura. La ciudad era un hervidero de teatritos, varietés, conciertos gratis, óperas… Yo me fui formando en ese mundo. Tras un intento frustrado de ser químico volví al teatro… Mi motor es la fascinación por el arte primero. ¿Por qué el teatro no es algo tan simple de explicar? Es decir mi mayor relación con el público es que del público vengo. Y hago teatro para que exista el teatro que querría ver... Y si no tengo mayor reflexión es porque gasto la mayor parte de mi tiempo reflexionando sobre los problemas estéticos que me planteo. AAco

    7min
  3. 14 DE AGO.

    Hermann Hesse y el Arte de Confrontar el Dolor: Carta a Renata Schweitzer

    Hermann Hesse fue uno de los autores alemanes más leídos del siglo XX. Escribió novelas, cuentos, poesías, meditaciones y hasta una ópera. Fue perseguido por la Gestapo, que quemaba sus libros en las plazas de Berlín. Y recibió el Premio Nobel de Literatura en 1946. Fue, además de todo eso, un autor popular e influyente. Y de una copiosa correspondencia. Dicen algunos biógrafos que hay registros de, al menos, 35 mil respuestas a cartas de lectores. Ésta es una de las cartas, dirigida a la poeta alemana Renata Schweitzer. Es un texto lleno de ánimo para alguien que está sufriendo. Si una carta es una conversación entre dos ausentes, acá se convierte en una charla con abrazo incluido. Lee la actriz de la Comedia Nacional de Montevideo Florencia Zabaleta. *** Montagnola, diciembre de 1954 Querida Renata Schweitzer: Me daba lástima quemar sus poesías, pero su deseo está cumplido. Las dos están quemadas. Entre tanto, habrá recibido, sin duda, aquellas pocas líneas que le he escrito en contestación a su primera desesperada carta. He pensado dos días en usted, antes de encontrar las palabras convenientes. Porque no quería ni juzgar sus lágrimas, ni acariciarle la cabeza, pero sí decirle algo que fuera, dentro de lo posible, sincero. No deseo en absoluto irrumpir en un dolor vivo. Casi ya no puedo escribir más cartas. Con mi debilidad que aumenta diariamente, ya me resulta bastante molesto tener que leer lo que me traen cada día... Pero ahora tengo que decirle una cosa: posee usted demasiado talento y, posiblemente, es demasiado sutil, para tener derecho a entregarse al tormento como una criatura cualquiera de la naturaleza. Me gustaría que de cuanto usted ha sufrido surgiera tanta idea y tanto fervor en lo verdadero y real que su vida se convirtiera, si no en feliz, al menos en más rica y profunda de lo que era antes. Me resulta tan difícil encontrar palabras como a mis ojos y mis dedos les resulta difícil escribirlas. ¡Conténtese con eso! Suyo Hermann Hesse

    5min
  4. 31 DE JUL.

    Pasión Secreta: Las Cartas de Amor de María Félix a su Amante

    No voy a intentar en estas líneas contar quién fue María Félix. Mejor dicho, otros lo harán por mí. Otros usarán palabras mejores que las mías para definir a la gran diva del cine mexicano. El pintor Diego Rivera, alguna vez, dijo de ella: “María Félix es un ser monstruosamente perfecto. Es un ser ejemplar que impele al resto de los seres humanos a esforzarse a ser como ella”. Luego de entrevistarla, la escritora Elena Poniatowska la definió así: “Camina como las fieras, desplazando a su derredor ondas misteriosas”. El poeta y dramaturgo Jean Cocteau se rindió ante sus pies: “María, esa mujer tan hermosa que hace daño”. La Doña o María Bonita, como la llaman en México, se casó en cinco ocasiones. Y fue una referente de la mujer libre e independiente. Sus personajes eran mujeres invariablemente fuertes, determinadas y dueñas de su destino. El episodio de hoy no tiene cartas a ninguno de sus maridos. María vivió un romance secreto con el piloto de avión colombiano Gonzalo Fajardo. La familia de Fajardo conservó durante años las tarjetas, fotos y telegramas que se mandaron los amantes. Acá va una selección de siete misivas de María Félix a su amor oculto. Escribe ella. Habla La Gran Diva. Lee la actriz Cecilia Ramírez Romo. *** Mi amor querido, muy pronto, no soporto esta soledad. Te quiero a ti, te quiero nada más que a ti, Gato. Mi Gato con alas, qué se hace, tengo que empezar a trabajar y no tengo el menor deseo, y voy a estar fuera de México por varias semanas. Bueno, mi adorado Gato, Gatito, Felino Gonzalo, cómo te digo para explicarte que esta horrible soledad. La Caperuza tuya * No estoy segura de que exista una mujer que ame a un hombre y un hombre que ame a una mujer. Ese hombre eres tú y esa mujer soy yo. Tu Caperuza María Félix * La Caperuza aullando por un gato con alas, imposible comunicarme con el animalito, ella lo ama a él más que nadie en el mundo, la Caperuza. Sueño volver a verte, me haces una falta horrible, contéstame, Hotel Palace, te adora a morir, tu Caperuza. * Hoy salimos a Costa Rica, Gran Hotel, aviso de llegada. Te extraño y te amo más que nunca, Caperuza * Gato con alas volando bajito, buenas noches que la Virgen te cuide. Te adora tu Caperuza * Gatito mi corazón, con corazón de pollo. Te mando mi virgen de Guadalupe, está bendita, ya póntela y que ella te bendiga siempre * Mi adoración, no te olvides que contigo en lo mejor y en lo peor, tu caperuza que te ama, María

    7min
  5. 17 DE JUL.

    Carta de Griselda Gambaro sobre el uso de la palabra "maricón"

    En el mundo del teatro argentino -y probablemente latinoamericano también- ella es una institución. Algunos la llaman, simplemente, “La Gambaro”. Figura icónica de la cultura argentina, Griselda Gambaro escribió medio centenar de piezas teatrales, además de una extensa obra de narrativa, poética y ensayística. En su teatro, siempre fue muy fuerte la presencia de las mujeres. Y algunas de sus obras resultaron emblemáticas, como “La malasangre”, “La señora Macbeth” y “Antígona furiosa”. Figuró en las listas negras elaboradas por la dictadura en Argentina y se exilió en Barcelona entre 1977 y 1980. Algunos años después de su llegada al país, Raúl Alfonsin habló sobre la democracia y dijo: “Si fuéramos los maricones de esta etapa argentina, de ninguna manera llegaríamos a la solución que estamos esperando”. Una revista cultural de la época, llamada “Talita”, reprodujo ese discurso. Y de alguna forma lo avaló en un artículo que hablaba sobre la cultura y la democracia. Gambaro les contestó con esta carta, que es un apenas un botón de muestra de la profunda lucidez, que aún hoy conserva a sus 95 años. Lee la actriz Elisa Carricajo. ***** Buenos Aires, 20 de enero de 1983. Señores Guillermo Lombardía y Carlos Vallina Revista Talita Estimados amigos, cuando leí la frase de Alfonsín, “si fuéramos los maricones de esta etapa argentina, de ninguna marea llegaríamos a la solución que estamos esperando”, me pareció la frase más desdichada que un político con posibilidad de gobernarlos pueda pronunciar. Porque las palabras y su inserción en el discurso político son muy reveladoras. Usar maricones como sinónimo de cobardes, de irresolutos, de malamente comprometidos, denota un pensamiento reaccionario que esa misma sociedad que se pretende cambiar nos inculcó para su propia conveniencia de tener sectores marginados, incluso en el plano de la moral, para sus propios intereses, como en otras sociedades fueron y son los judíos y los negros. Creer que los heterosexuales son superiores a los homosexuales y que la homosexualidad es una enfermedad, un estigma, y supone determinados valores de conducta es no solo esquemático, sino totalitario. Entonces, si la frase de Alfonsín es muy desdichada y doblemente desdichada para un político, que ustedes la repitan dentro de su hermosa nota que es “Cultura y democracia”, anula lo que dicen, ya que en esa nota se habla precisamente de “los culposos de las clases medias que buscan la ‘verdadera cultura’ en la marginalidad, la degradación o la ignorancia”. Usar por sí mismo el mote “maricones” peyorativamente para decir los hombres de la cultura seríamos maricones si solo la esperáramos, es seguir instaurando una cultura en la marginalidad, la degradación o la ignorancia. Si hubo en ustedes una intención de remedio irónico, igualmente me parece equivocada, porque no se hace evidente y el resultado es lo que me permito señalarles. Si disponen de espacio, yo les agradecería publicar esta carta porque me siento parte de Talita y Talita debe aclarar y no confundir. Afectuosamente Griselda Gambaro

    7min
  6. 3 DE JUL.

    Carta de amor de Anthony Bourdain a la cocina mexicana

    Anthony Bourdain fue alguien exitoso. Alguien que consiguió todo lo que un profesional de la cocina puede soñar: fama de rockstar, reconocimiento, premios… Todo. Cuando eso sucedió, cuando se sintió repleto, se retiró de los fogonos y se volcó a la escritura y a la televisión. Allí fue un éxito también. A través de sus programas, conocimos los mejores lugares para comer en el mundo, desde restaurantes con tres estrellas Michelin en París hasta puestos callejeros maravillosos en Saigon. Alguien capaz de detallar todos los aspectos oscuros de la industria de los restaurantes. Era un viajero curioso, preocupado por exaltar el valor de la cultura culinaria de cada país. En sus primeros años, en los restaurantes de Nueva York, tuvo muchos compañeros mexicanos. Y luego fue jefe de otros tantos. Con el tiempo, se hizo un fanático de la comida de ese país, de su sabor, de su complejidad y de su variedad. Y siempre que podía decía los estadounidenses -él nació en Nueva York- no saben una mierda de lo que se come en México. Fruto de esa pasión, Bourdain escribió esta carta de amor a la cocina mexicana. Un texto lleno del sabor de sus tacos, enchiladas y pozoles. Lee el cocinero Juan Braceli. ** Los estadounidenses aman la comida mexicana. Consumimos grandes cantidades de nachos, tacos, burritos, tortas, enchiladas, tamales y todo lo que parezca mexicano. Nos encantan las bebidas mexicanas y tomamos enormes cantidades de tequila, mezcal y cerveza mexicana cada año. Nos encantan los mexicanos, ciertamente empleamos a enormes cantidades de ellos. A pesar de nuestras actitudes ridículamente hipócritas hacia la inmigración, exigimos que los mexicanos cocinen un gran porcentaje de los alimentos que comemos, que cultiven los ingredientes que necesitamos para hacer esa comida, que limpien nuestras casas, corten nuestro césped, laven nuestros platos, cuiden a nuestros hijos. Como cualquier chef les dirá, toda nuestra industria de servicios -el negocio de los restaurantes tal como lo conocemos- colapsaría de la noche a la mañana en la mayoría de las ciudades estadounidenses sin trabajadores mexicanos. A algunos, por supuesto, les gusta afirmar que los mexicanos están "robando empleos estadounidenses". Pero en dos décadas como chef y empleador nunca me pasó que un chico estadounidense entrara por mi puerta y solicitara un puesto de lavaplatos, de portero o incluso un trabajo como cocinero de comida precocinada. Los mexicanos hacen gran parte del trabajo en este país que los estadounidenses, de manera demostrable, simplemente no harán. México. Nuestro hermano de otra madre. Un país con el cual, queramos o no, estamos inexorablemente comprometidos en un cercano, aunque frecuentemente incómodo, abrazo. Míralo. Es hermoso. Tiene algunas de las playas más deslumbrantemente bellas del mundo. Montañas, desiertos, selvas. Una bella arquitectura colonial y una trágica, elegante, violenta, absurda, heroica, lamentable y descorazonadora historia. Las zonas vinícolas de México compiten con la Toscana en hermosura. Sus sitios arqueológicos, los restos de grandes imperios, sin paralelo en ninguna parte. Y, por mucho que pensemos que la conocemos y amamos, apenas hemos rasguñado la superficie de lo que realmente es la comida mexicana. NO es queso derretido sobre una tortilla. No es simple ni fácil. Una verdadera salsa de mole, por ejemplo, puede requerir DÍAS para hacer, un balance de ingredientes frescos (siempre frescos), meticulosamente preparados a mano. Podría ser, debería ser, una de las cocinas más excitantes del planeta. Si prestamos atención. Las antiguas escuelas de cocina de Oaxaca hacen algunas de las salsas más difíciles y con más matices de la gastronomía. (...) Cada vez, miramos alrededor y destacamos por centésima vez, qué lugar extraordinario es este.

    9min
  7. 19 DE JUN.

    Carta de Roberto Gómez Bolaños con consejos a un actor

    Si sos de un país de habla hispana -lo que es probable si escuchás este podcast-, seguro que estos nombres te remiten a tu infancia. Y seguro también que te harán sonreír: El Chavo del Ocho, el Chapulín Colorado, el Chómpiras, el Doctor Chapatín… La lista puede seguir. Estamos hablando, claro, de Roberto Gómez Bolaños, conocido por todos como “Chespirito”. El comediante, guionista y director mexicano fue uno de los íconos del humor en hispanoamérica. Alguien capaz de hacer reír a chicos y grandes por igual. Hacerlo una y otra vez a lo largo de varias generaciones, que fueron viendo las repeticiones de sus programas en televisión. En fin, un hombre de la televisión y el cine. Y un tipo de éxito. En esta carta, Gómez Bolaños se pone serio para hablar de la otra cara de la moneda, de cuando las cosas no salen bien. El actor mexicano Eugenio Derbez había hecho una telenovela llamada “No tengo madre”, a la que le fue mal. El canal decidió sacarla del aire muy pronto y Derbez, que daba sus primeros pasos, cayó en un pozo depresivo. El creador de “El chapulín colorado” se enteró de eso y le escribió esta preciosa carta, llena de motivación y de consejos sobre el futuro, la creatividad y lo que significa hacer arte. Lee el actor Fernando Bersoza. *** Estimado Eugenio: Por diversas razones, principalmente de trabajo, tuve muy pocas oportunidades para ver. Sin embargo, a lo poco que vi, le añado comentarios al respecto de mi hijo Roberto por ejemplo y artículos periodísticos alusivos a tu obra. De modo que la suma refleja un saldo francamente positivo. No obstante he leído que a raíz de que la telenovela salió del aire tú te has sentido deprimido. Y eso no se vale. Pero no vayas a pensar que estas líneas constituyen algo así como mi más sentido pésame. No. Lo que te quiero decir es que, en mi opinión, hiciste algo sumamente valioso: intentar algo nuevo, algo diferente. Quien no tiene valor para hacer esto, que se quede en ese vasto terreno de la mediocridad en el que están cómodamente sentados todos aquellos que ya han renunciado a la trascendencia. Por otra parte, yo no sé si si tu telenovela fue un fracaso. O, para decirlo de mejor manera, no sé si fue considerada como un fracaso. De cualquier modo déjame recordarte algo. En cierta ocasión, se estrenó una ópera que fue repudiada por la crítica y por el público. Se reestreno después y sucedió lo mismo. Pero hubo un tercer intento y esta vez fue un éxito grandioso como lo sigue siendo hasta la fecha. Pues la ópera en cuestión era La Traviata. ¿Qué significa esto? Algo muy simple: el público también suele fracasar. Para concluir te diré algo que he repetido en innumerables ocasiones. No existe la fórmula del éxito, pero existen en cambio muchas fórmulas del fracaso. Y la mejor de éstas es tratar de halagar a todo mundo. Quien intenta satisfacer el gusto de todos termina por obtener el disgusto de todos. Por tanto no hagas concesiones. Haz únicamente aquello que a ti te satisfaga y ten fe en que tu elección será compartida por muchos. A los que no les guste que cambien de canal. O que vayan a otro teatro o a otro cine. Y en esto de no hacer concesiones la primera que se debe evitar es la absurda búsqueda del rating. Que este determina desgraciadamente la permanencia de nuestros programas, bueno digamos que sí. Pero el rating debe ser siempre una consecuencia y jamás un objetivo. Independientemente de que en algunas ocasiones -no siempre por fortuna- el famoso rating va íntimamente ligado a lo sucio a lo vergonzoso y a todas las demás expresiones de la parte negativa del ser humano. En resumen intenta lo que para ti sea valioso y verás que como, ya lo has comprobado, en más de una ocasión transitará por el sendero del éxito. Recibe un abrazo de tu amigo Roberto Gómez Bolaños

    8min
  8. 5 DE JUN.

    Carta de Sarah Bernhardt a uno de sus amantes

    Pensá en alguien muy famoso. De ahora o de antes. No sé. Beyoncé, Lady Gaga, Madonna, Marilin Monroe… Quien sea. Mucho antes que ellas, hubo una artista que marcó el camino para que exista eso que luego llamamos celebridad. Ella fue la actriz francesa Sarah Bernhardt. En su época, finales del siglo XIX y comienzos del XX, fue una estrella global cuando no existía tal cosa y cuando el cine aún no se había inventado. La llamaban “La divina”. Protagonizó muchas de las obras teatrales francesas más clásicas y las más populares. Llenó salas. Hizo giras por toda Europa, Reino Unido, Estados Unidos y hasta la lejana América Latina. Además de su talento como actriz, era una adelantada en las técnicas para promover su imagen y marca personal. Por ejemplo, dormía en un ataúd y lo llevaba a todos lados con ella. Fue también un ícono de la moda y una mujer liberada. Pensá un poco en esa época y en lo valiente que fue. Ella actuaba vestida de hombre, tenía múltiples amantes, algunos de ellos insignes, como un príncipe belga, con el que tuvo un hijo. En esta carta, Sarah le escribe a uno de sus amantes con palabras cargadas de intimidad y de erotismo. Acá habla la vedette francesa más famosa de todos los tiempos. Acá una mujer vanguardista. Lee la actriz y directora Victoria Angeli. Febrero de 1873 No estoy bien, Jean, amigo mío, pero nada bien. No me atrevo a llevarte este pequeño ser enfermo. Por tanto, te mando solamente mi corazón, mi alma, mis besos de amor, de ternura. Debes saber, mi dulce señor, que pienso en ti sin cesar, que no sueño más que contigo, que mi solo y único deseo es pertencerte sin nada que pueda hacerte fruncir el ceño. ¿Ser tu amante, tu ser, pertenecerte? ¿Sabes que todo aquello que evoca tu recuerdo me hace estremecer mi corazón? ¿Sabes que te amo ardientemente con todas las fuerzas de mi alma, con todos los lamentos y las lágrimas de mi triste pasado? Me gustaría retomar mi vida, mis besos, todas esas sensaciones idiotas; desearía que mi espíritu fuese tan virgen como era mi corazón cuando me enamoré de ti. En definitiva, debes saber que te amo, esa es la verdad, tan grande como el amor. Mis labios desean buenas noches a los tuyos y luego, ¡escucha lo que dicen todavía esos parlanchines! Sarah Bernhardt

    6min

Sobre

Escribir cartas es una de esas cosas que dejamos de hacer. Este podcast busca rescatar algo que parece un arcaísmo. Artistas le pondrán la voz y el sentimiento a misivas de distintas épocas y temáticas. En tiempos de tanta inmediatez, Epistolar apuesta por rescatar el valor de la palabra, del contar pausado y del pensamiento. Una idea de Diego Jemio y Tomás Sprei con música original de Leandro Lombardo y José Ferrufino. Buscanos en YouTube como Epistolar Podcast de Cartas y en Instagram como @epistolarpodcast.

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